¿Qué será la paz? El primer post de Diario de Paz Colombia

Colombia, julio 4 de 2017

Hasta hace algunos años, en Colombia solo se hablaba de guerra. Todos los días y por todos los medios, los colombianos nos acostumbramos a ver y oír un léxico de terror que, para muchos se volvió paisaje. Yo, que nací y crecí en un pueblo del norte de Antioquia, vi cómo durante mi infancia, adolescencia y juventud, esas repetidas connotaciones del horror pasaron de largo por mis oídos, por mis ojos. Soy colombiana, de la Colombia que ha vivido la guerra por televisión, de la Colombia que no ha sufrido.

Ahora veo que para quienes vivimos el conflicto colombiano «desde afuera», el lenguaje dramático del país –repetido en conversaciones cotidianas, retomado de los medios de comunicación–, fue cayendo en la canasta de los lugares comunes. Ahora me pregunto, ¿cómo es posible que las palabras guerrilla / paramilitarismo / narcotráfico / secuestro / homicidio / atentado / bomba / tortura / desaparición / desplazamiento forzado / reclutamiento de menores / minas antipersonal / hostigamiento / violación / y un largo etcétera, llegasen a no significar nada para tantos colombianos y, en cambio, hayan atravesado la vida de tantos otros?

Y ahora resulta que en Colombia solo se habla de paz. Unos dicen que qué bien la paz, y otros dicen que qué mal la paz. Algunos celebran el fin de la guerra y otros condenan la firma del Acuerdo de Paz entre la guerrilla y el gobierno de Juan Manuel Santos. Columnas de opinión y posiciones políticias hay para todos los gustos.

En pocos años, esa palabra cortita se ha convertido en el monosílabo de moda y mientras más la pronuncian, admito, menos idea tengo de lo que es. Porque esa paz de la que hablamos en Colombia es, más que una sola palabra, el punto de partida del nuevo léxico que ahora quiero y tengo que aprender. Si no sé qué significa la paz, admito, mucho menos sé de qué hablamos cuando hablamos de verdad, reparación, reconciliación, justicia transicional, y un largo etcétera.

Por eso, después de más de quince años de llenar cuadernos con mis diarios personales, decidí dejar de mirarme el ombligo y dedicarle horas a estudiar, preguntar, reflexionar sobre lo que significa ser colombiana. Como millones de compatriotas, yo misma no sé por qué ha pasado lo que ha pasado; no sé cómo contarles a mis dos hijos fragmentos de cincuenta años de guerra; no sé cómo seguir adelante como mamá, como periodista, como persona, si no pongo por un momento los pies en la tierra y averiguo qué somos, qué hemos sido y qué nos espera como sociedad.

Hoy, como nunca antes, me siento llamada a revolcar mi escritorio de periodista y a poner –por el tiempo que me alcance la cuerda– mi escritura al servicio de la paz en mi país. Espero que este diario digital aporte en algo a lo que quiero que disfruten mis hijos: un país en el que a pesar, o más bien a razón de nuestra historia, queremos y podemos vivir en paz.

Koleia Bungard