Mi familia y yo cultivamos coca hasta el año 2010. Testimonio de un campesino afro en Caquetá


El campesino afrodescendiente Yuber Balanta cultivó coca durante más de veinticinco años en su finca en Rionegro, Caquetá. Como todos los campesinos de su vereda, él y sus diez hermanos comenzaron a sembrar hoja de coca en los años ochenta, luego intentaron sustituir los cultivos de coca por caucho y sufrieron los efectos de las fumigaciones aéreas de cultivos de uso ilícito. En este testimonio, Yuber cuenta cómo era la vida en su vereda antes y durante el auge o boom de la coca. Este testimonio hace parte del especial Ser joven de paz en Caquetá, producido en colaboración con la Asociación de Jóvenes por Rionegro –Asojorio.

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Me trajeron a Rionegro, Caquetá, cuando tenía diez años, en 1970. Cuando eso, esto eran dos, tres casitas. Mi papá era campesino liberal y llegamos huyendo de La Violencia, desde el municipio de Santander de Quilichao, Cauca.

Caquetá era una zona muy tranquila en esa época, a pesar de que una gente llegó huyendo de la violencia, y otra se estableció aquí porque estaba cansada de matar, de ser guerreros. Aquí nos integramos todos en la montaña. Lo único que nos atormentaba era el paludismo.

Al principio las comunidades cultivaban para tener qué comer: tumbaban la montaña, luego se quemaba, se sembraba arroz y maíz y se transportaba para vender o intercambiar por otros alimentos. Con lo poco que tenía, mi padre compró un fundo: cuatro hectáreas abiertas de tierra y un ranchito de paja, una finca que abrió él. Ahí cultivamos lo mismo que todos: arroz y maíz. Aquí crecí con mis nueve hermanos, trabajando en la tierra.

Los años fueron pasando y nos fuimos relacionando con todos en la comunidad, como una sola familia. Así fuimos creando una cultura del territorio, una cultura multiétnica.

Llegaron las primeras semillas de coca

Según la historia, a principios de los años ochenta hubo una familia que fue la primera que trajo a la región una semilla de coca que llaman “pajarita”. Eso era muy clandestino, los trabajadores eran de mucha confianza y no a todo el mundo lo llevaban a trabajar. Pero en cuestión de dos años ya la gente se fue dando cuenta.

Por esos años también comenzó a aparecer en la zona un grupo de las Farc, igual de manera clandestina, vestidos de civil. En una ocasión convocaron a una reunión en la comunidad, invitaron a todas las personas de quince años en adelante. Ahí estuve yo. Creo que fue la primera vez que se habló del tema de la siembra de hoja de coca.

Un problema grave era que no había por donde sacar la cosecha de arroz o maíz. Si producíamos una carga de maíz, teníamos que utilizar una bestia y valía más el movimiento de la carga que lo que nos pagaban.

La gente estaba interesada en sembrar coca porque las tierras ya no eran las mejores, ya muchos habían comenzado a cortar la parte selvática de su finca, de bosques primarios, entonces nos tocaba echar cosechas de segunda y tercera en el terreno. La tierra estaba cansada y la producción no era muy buena. Y en eso salió lo de la coca. Entonces la gente optó fue por seguir cultivando coca.

Además, por la distancia de la vereda al pueblo, por las necesidades básicas y el mal estado de los caminos, buscamos productos más rentables y fáciles de movilizar.

En esa primera reunión con la guerrilla un señor dijo que traer la coca a Rionegro iba a encarecer la vida, a traer violencia, viudas, huérfanas, hogares destruidos, que iba a subir mucho el costo de vida. Yo en ese momento no entendía, pero con la idea de que todo el mundo podía conseguir recursos y mejorar las condiciones de vida, muchos empezamos a sembrar coca.

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El primer año era difícil porque conseguir la semilla “pajarita” era difícil y caro, pero se fue propagando cuando la trajeron de algotros departamentos como el Cauca. De ahí, ya la misma gente que tenía forma iba patrocinando al que no tenía, de tal forma que esa persona también iba sembrando su cultivo a utilidades o en compañía. Si yo no tenía la forma de comprar la semilla, entonces alguien decía: “Yo tengo la semilla, sembremos en compañía”, o si uno tenía la tierra y otro la semilla, entonces sembraba en la tierra de uno.

Dependiendo de la capacidad de cada uno, había gente que sembraba una, dos hectáreas. Pero también hubo gente que sembró cuatro, cinco, seis, veinte, cincuenta hectáreas en otras regiones del Caquetá.

Vivimos el boom de la coca

En la década de los años ochenta vivimos en pleno boom de la coca, esa era la base económica de la región. Aumentó la población, llegó gente de todas partes a sembrar, usted encontraba coca como encontrar pasto en cualquier finca.

Cultivos_de_la_planta_de_coca_al_fondo_un_bosque_premontano.jpgAprendimos a construir los laboratorios nosotros mismos. Usábamos unas canecas metálicas, gasolina y cemento. Después de cosechar, lo que hacíamos era sacar el alcaloide de la hoja y convertirla en polvo. Eso era lo que vendíamos, como vender pan en cualquier ciudad. Los compradores llegaban a comprar la hoja y el polvo base a los pueblos y a los puertos. Nos pagaban muy bien y en efectivo, hasta $1.200 el gramo, el producto mojado, en esa época. Después llevaban el producto para los cristalizaderos y allá lo procesaban para sacar la cocaína.

Un matrimonio con cinco hijos, por ejemplo, podía vivir muy bien sembrando coca en una hectárea. Así se conseguían el sustento diario. En los cultivos trabajaban hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños. Aquí se necesitaba cualquier cantidad de mano de obra familiar y particular. Tocaba contar con los hijos o sobrinos, no directamente para trabajar en el cultivo, pero sí haciendo labores que beneficiaran al cultivo: ayudarle a las mamás a hacer la comida para los trabajadores y llevársela a la gente al campo.

La fuerza pública no aparecía sino cada dos o tres años, y solo de paso. Ellos tampoco molestaban por la mata, de pronto ponían problema cuando encontraban la coca ya trabajada, el polvo. Pero a veces había algunos que pasaban por el cultivo y le decían a uno que sembrara más, que tenía muy poquito, o viceversa. Es que esta fue y es una región muy abandonada.

Los guerrilleros dejaban cultivar porque de ahí ellos estaban devengando un impuesto, ellos recibían un dinero cuando la persona vendiera un gramo o una libra de coca. Más tarde cambió la dinámica y había que venderle directamente al grupo de ellos para no tener problemas de desplazamiento o incluso de muerte. Cuando eso pasó, esa familia que le digo ya no se sostenía y les tocaba irse a otros lugares, desplazarse.

Pasamos de la coca al caucho

Más o menos en 1995 pasó que había demasiada coca y ya no había quien la comprara. Estaba a $1.500 el kilo y bajó a 20, 30 pesos. Ya nadie quería saber de coca. Me imagino que los señores que tenían su negocio en el exterior tuvieron inconvenientes para venderla, además el gobierno empezó a frenar a los narcos.

coca-leaves-43288_960_720.jpgEntonces cuando vimos que la coca podría no ser un cultivo permanente, y además ya se hablaba de unas posibles fumigaciones, los campesinos pensamos que no podíamos esperar a que la coca se acabara del todo. Ahí empezamos a cultivar caucho.

El Incora (Instituto Colombiano para la Reforma Agraria) nos ofreció –a mi padre y a algunos adultos de esa época–, un crédito para sembrar cinco hectáreas de caucho, el mismo caucho que hay actualmente en esta región. El pago se debía empezar a hacer cuando el caucho comenzara a dar. A este programa nos acogimos doce familias de la vereda. Al principio se sembró en medio de algunos cultivos de coca, porque seguíamos aprovechando la coca de todos modos.

El caucho y la coca son muy diferentes. La coca es un cultivo que se hace cada dos meses y al año ya comienza a dar. El caucho es diferente, se demora entre ocho y diez años para producir. La coca es muy sinverguenza: si uno la abona, ella vive surcando hojas.

Nos cayeron las fumigaciones y el libre comercio

El error que cometimos fue pensar que el caucho salía muy rápido y nos iba a dar la comida, y se demoró diez años para producir. Por eso a los dos años nos tocó retomar los cultivos de coca, sembrar en otra parte. En esos dos años, ya el precio había vuelto a subir, como que volvieron a abrir esos canales, eso no lo conozco. Pero el precio fue subiendo proporcionalmente.

El problema que vino después fueron las erradicaciones aéreas, forzosas con glifosato. Cuando el expresidente Ernesto Samper estaba por entregar la presidencia (alrededor de 1997), llegaron las primeras avionetas y fumigaron aquí las matas de coca. Pero aunque fumigaban al punto de esos cultivos, eso arrazaba con otros cultivos alternativos como yuca, plátano y pasto. Además, el aire tiraba ese veneno a muchos kilómetros. Esa fumigación se sentía como una brisa, como una niebla, una lluviecita de un polvo blanco que cae y se les pega a las hojas de plantas. Desde que uno estuviera en el cultivo y pasara la avioneta echando esa agua, ahí lo bañaban. Incluso hubo mucha gente fumigada.

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Lo que uno veía después es que la coca bañada con veneno se empezaba a doblar, y la hojita que estaba tratando de cogollar ya no crecía, se estancaba y se iba cayendo. La mata se secaba de la hoja hacia la raíz. Tocaba esperar hasta seis meses para volver a recuperar esas matas desde el principio y con mucho abono.

Cuando el tiempo del expresidente Uribe, esas fumigas se prolongaron más, hasta que se suspendieron (entre 2002 y 2010), pero ya estaba todo el daño hecho.

Al final, entre los años 2005 y 2010, el 98% de los campesinos de mi comunidad decidimos erradicar cultivos, aunque la mayoría ya no nos estábamos beneficiando de eso. Fumiga sobre fumiga, la gente arruinada se desplazó a otros lugares. Ese señor que había venido a vivir en una finca con la mujer y los hijos en una hectárea de tierra, ya no tenía ingresos, no podía sobrevivir más ahí. Los que nos quedamos fue porque no había a quien venderle.

Esas fumigas también afectaron bosques, pastizales y otros cultivos. En este momento usted siembra yuca y sale crespa. El caucho, al menos, logró producir y se llegó a creer que iba a ser la actividad económica de la región. En el año 2010 llegamos a vender caucho hasta $5.500 el kilo de materia prima, y se fomentaron esos cultivos. Con una organización agrícola logramos demostrarles a otros coqueros que el caucho era más rentable que la coca.

En el 2011 llegó un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y todo se vino al piso. Desde el 2012 fue cayendo el precio hasta que ya no nos dio resultado en algunas zonas, por distancia a los centros de venta. En estos momentos se está produciendo muy poco caucho en el Caquetá.

Donde hay plata, hay violencia

Ya entendí por qué en esa primera reunión con la guerrilla ese señor dijo lo que dijo. La coca afectó, dejó muchas viudas, muchos huérfanos, muchos matrimonios desbaratados, mucha prostitución porque venían muchas niñas desde otros lugares a vender sexo, mucho licor y, también, algo de violencia. Donde hay plata, hay violencia. En las veredas no había mucho problema porque la gente salía los fines de semana, viernes, sábado, domingo, y volvían a las fincas los lunes o martes a trabajar.

Cuando uno está en medio de la guerra, así uno no está involucrado en eso, uno teme mucho, en cuanto a eso sí había temor. Pero el resto no. Cuando iniciamos a cultivar nos pusimos de acuerdo entre los hermanos de ser productores pero no meternos en el narcotráfico que era lo que daba plata. Gracias a Dios todos los que comenzamos seguimos vivos.

Ahora estamos libres de coca

Mi familia y yo cultivamos coca hasta el año 2010, hasta ahí hubo abundancia. Ahora estamos acogidos a los acuerdos de La Habana. El compromiso es que el Estado nos da un apoyo económico para sustituir la coca por otros cultivos y, a cambio, nosotros arrancamos toda la coca. Ahora el territorio está libre de coca porque ya la gente arrancó, aunque del Estado no nos han pagado.

El plan es sustituir la actividad económica de la coca por ganado y producir leche. Aquí hay familias que viven de sacar cinco a diez litros de leche diarios. Los que están más organizados sacan más leche. Pero los ingresos aquí son muy pocos, hay mucha pobreza. La ganadería de aquí es de combate, no se ha trabajado una genética de mejoramiento, por eso son vacas que dan muy poca leche. Al mejorar el ganado, se crean algunos empleos temporales: los que tienen la forma de pagar le dan a uno una semana de trabajo para ayudar a arreglar una finca.

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Esperamos que el Estado cumpla con la palabra y no nos abandonen. Ahora vivimos tranquilos, no se vive esa tensión de la guerra. Pero las necesidades pueden llevar al campesino otra vez a cultivar la coca, y eso no es lo que queremos. Nosotros sí esperamos vivir en paz.

Qué bueno sería que las comunidades negras pudieran adquirir sus territorios colectivos. Lo que ha pasado en Colombia es que las etnias minoritarias, como la raza negra y la raza indígena, han tratado de vivir unidas, en su territorio, tener su tierra, pero muchos hemos tenido que abandonar nuestros departamentos por la violencia y hemos sufrido la discriminación. Por ser minoría nos hemos tenido que tragar nuestra cultura o practicarla como con vergüenza. Mi comunidad y yo soñamos con tener un lugar para practicar la cultura, para enseñarle a nuestros hijos las tradiciones; un lugar donde nos sintamos orgullosos de ser colombianos afrodescendientes.

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  • Este testimonio hace parte del reportaje Así fue la historia de la coca en Caquetá. Tres voces desde el territorio. Su escritura fue posible gracias a la disposición del campesino afrodescendiente Yuber Balanta, tras varias conversaciones vía telefónica. También fue posible gracias al apoyo de los integrantes de la Asociación de Jóvenes por Rionegro, Asojorio, quienes hicieron el contacto inicial con Yuber y tomaron las fotografías.
  • Entrevistas, transcripción y edición del testimonio: Koleia Bungard. Fotos: Jhonny Briñez
  • Este testimonio hace parte del especial Ser joven de paz en Caquetá, Colombia. Te invitamos a conocer y compartir los demás artículos de esta serie.
  • Lee el reportaje completo: La historia de la coca en Caquetá

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2 comentarios sobre “Mi familia y yo cultivamos coca hasta el año 2010. Testimonio de un campesino afro en Caquetá

  1. Excelente reportaje, es dura la realidad de la historia pero es la que hay, el Caqueta un departamento de Colombia muy rico culturalmente pero olvidado por un País, Gracias Yuber por esa bonita labor de resaltar nuestro Departamento, por compartir un poco y hacernos recordar la historia y por ser ese luchador incansable por defender los derechos de los Negros Caqueteños.

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  2. Desafortunadamente los cultivos de coca en Caquetá, se han incrementado en los últimos cinco años (Desde 2014 a 2018) localizándose en los municipios de La Montañita, San José del Fragua, Milán, Cartagena del Chiaría, Solano.
    Hoy según los reportes de las Naciones Unidas hay más de 12.000 hectáreas. El Programa Nacional Integral de Sustitución de cultivos ilícitos- PNIS- ha realizado acciones en 7 municipios tratando de erradicar los cultivos de coca y se han entregado subsidios económicos a los campesinos en un proceso muy lento. Los proyectos productivos a corto, mediano y largo plazo están retrasados en su ejecución y la situación económica de los campesinos es crítica. Ahora se anuncia la fumigación con glifosato que afectará los proyectos productivos, la salud de los campesinos y daños al medio ambiente. Estamos dando vueltas y giros repitiendo la historia desde hace mas de 40 años, el problema continúa y se vislumbra situaciones difíciles en el entorno socioeconómico y ambiental

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