«No es normal la muerte violenta de nadie». Entrevista con Luz María Tobón


En una muestra de solidaridad y humanismo, desde enero de 2019, Luz María Tobón utiliza su página personal en Facebook para darle nombre a todas las personas que son asesinadas cada día en su ciudad. En esta entrevista, ella hace una reflexión sobre los derechos humanos y los discursos e ideologías en torno a la vida y la muerte en Medellín. ¿Por qué sigue aumentando allí el índice de homicidios? ¿Qué hacer como sociedad para enfrentar esta problemática?

Medellin, Colombia. Foto Manoel Pérez
Según proyecciones del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Medellín tiene al 2018 una población de 2.508.452 habitantes, lo que la convierte en la segunda ciudad más poblada de Colombia. Cada día mueren asesinadas, entre una y cinco persona. El índice de homicidios es de 29,01 por cada 100 mil habitantes.

–Luz María, siendo directora del periódico El Mundo de Medellín comenzaste a hacer un reporte diario de estas muertes violentas en tu muro de Facebook, ¿por qué allí?

–Esto empezó en realidad en el periódico. Medellín tiene un buen sistema de información que produce un reporte diario y lo entrega a los medios. Es un sistema que nadie puede atacar o dañar; los técnicos son muy independientes. Yo misma he recibido ese reporte desde hace un año y medio, y al principio lo seguía con la intención de hacer periodismo desde el periódico.

Pero pasa que en términos periodísticos llega un punto en el que no tienes mucho más qué decir y tampoco hay un equipo muy apasionado por tratar el tema. Entonces cada día me encontraba con excusas, justificaciones, incluso con un lenguaje fatal, y me dije: ¡Esto no puede ser! No puede ser que a nosotros todos los días los muertos se nos aumenten y que publicarlo en el periódico no sirva para nada. Voy a empezar a publicarlo yo.

–Lo que uno encuentra en cada post diario en tu Facebook es una manifestación de la tragedia que está viviendo la ciudad, pero a la vez encuentra un llamado humanitario.

–Lo que pasa es que para entregarle a la sociedad estos documentos que sólo tienen números de muertes diarias hay que hacer antes algunas interpelaciones, comenzando por entender que este no es un problema estadístico. No. Los muertos tienen nombre, tienen familia, tienen un lugar.

Para trascender ese documento empecé a conseguir los nombres de estas personas, con autoridades y con Medicina Legal, porque el tema es nombrar a esos muertos, de manera que esa muerte violenta deje de ser normal, porque se nos estaba volviendo normal, se nos estaba volviendo paisaje.

–En general, estas estadísticas muestran que en su mayoría están muriendo hombres jóvenes, sobre todo en los barrios periféricos de la ciudad. ¿A qué crees que se debe esto?

–Para mí estos son, primero, síntomas de inequidad en su expresión más terrible que es la falta de oportunidades. Somos una sociedad que no se ha puesto a pensar en qué tiene que hacer o cómo hacer para ofrecerle a los jóvenes un proyecto de vida que no pase por la autodestrucción y la destrucción. La pregunta es qué y cómo podemos hacer para que estos jóvenes se involucren más y se sientan más contentos en la sociedad.

Segundo, debemos pensar cómo vencer el autoritarismo que se vive en el hogar, en la calle, en el parque, en la escuela, en la vida laboral. Qué hacemos para horizontalizar las relaciones, para entender que el otro no tiene que ser aplastado, vencido, humillado, desaparecido, asesinado, sino que el otro es el otro y que estamos aquí para vivir juntos, pues tenemos un solo planeta Tierra, una sola ciudad de Medellín que estamos compartiendo.

Luz Maria Tobon 2

–Tú has vivido siempre en Medellín y, desde el periodismo, has sido una observadora y has analizado temas como el orden público, la cultura y convivencia ciudadanas. ¿Cómo podemos ver en perspectiva histórica, por lo menos en la última década, este aumento en el índice de muertes violentas en esta ciudad?

–Yo no sé muy bien por qué como ciudad nos pasa esto. Este es uno de los mayores índices de homicidios que hemos tenido. Yo hablaría de multicausalidad. Primero, hay un desbaratamiento de los poderes que tenía la ciudad: venía de pactos de bandas, de equilibrio de poderes, y se había producido una cierta organización territorial, asociada a las rentas ilegales. Y eso empezó a marchar, no sé si por las capturas o por la llegada de otros actores criminales.

Pero además del mundo delincuencial hay un quiebre ideológico y un quiebre discursivo. Esta ciudad había construido un capital ético, ideológico, político y cultural por mucho tiempo, que era el reconocimiento de la vida como valor fundamental, y se habían implementado políticas de equidad e inclusión. Pero la ciudad empezó otra vez a polarizarse y aunque no estamos como en los años ochenta, sí volvimos a la exclusión, a la persecución y a la idea de que hay gente que se puede matar.

–Durante la actual alcaldía de Federico Gutiérrez los índices de homicidios siguen subiendo. ¿Cómo fue en las alcaldías anteriores?

–Entre los años 2003 a 2015 hubo una reducción progresiva en las muertes violentas, aunque en la primera etapa de desmovilización de los grupos paramilitares (2003) primero paró y luego hubo un aumento. Es como si cada que llegara un alcalde, le dijeran: le vamos a aumentar la tasa de homicidios a ver usted cómo va a responder.

Pasó que en el gobierno de Sergio Fajardo (2004-2007) esa tasa de homicidios bajó, en el gobierno de Alonso Salazar (2008-2011) también bajó, en el gobierno de Aníbal Gaviria (2012-2015) bajó y a ahora a Federico Gutiérrez le subió al principio –como les pasó a los otros–, pero le siguió subiendo y hoy tenemos una tasa mayor que la que teníamos en el 2007. Hoy estamos en el 26.5 de tasa de homicidios, es una tasa muy alta.

–Desde que comenzaste a publicar estos posts he visto que el hablar cada día de estas muertes despierta rechazo e incluso enojo entre algunas personas.

–Es verdad, esto ha tenido mucho impacto, pero es más la reacción negativa que recibo personalmente que la que recibo en redes sociales. Me han dicho que con esta manera de decir la cosas estoy aumentando los homicidios porque antojo a la gente de matar. Pero yo creo que la gente que está en las dinámicas de la muerte normalmente no está en las redes sociales y menos en las mías.

También hay gente que dice que estoy haciendo política, y yo a esto respondo que no, pues aunque sí soy amiga de algunos políticos, ellos hacen política por su lado y yo hago periodismo por el mío. Nunca he querido mezclar esto porque me disgusta mucho pensar que el periodismo y la política son lo mismo. Hay incluso gente en mi mesa de trabajo, mis coequiperos, que sienten que yo estoy poniendo en riesgo económico el periódico, lo cual me parece muy irracional.

–Quisiera que ahondemos en algo que en tus publicaciones llamas el capital ético, ideológico y cultural que había alcanzado Medellín antes y ahora está perdiendo.

–Claro, es que viendo todo esto, uno nota que se nos borró la línea de los derechos humanos, que se nos borró el débil pacto que teníamos por la defensa de la vida, el respeto por la vida y por volcarnos como sociedad. Aunque hace unos quince años estábamos en un índice de veinte por cien mil personas asesinadas –muy lejos de lograr ese respeto por la vida–, habíamos dado pasos, caminábamos hacia allá y esos pasos eran cada año mejores.

Además perdimos la defensa de la Ley. Tenemos una política de seguridad, de convivencia, y deberíamos acogernos a ellas como un acuerdo social. La autoridad hace posible el funcionamiento de esa Ley, pero empezamos a sostener un discurso según el cual los homicidios por la fuerza pública no son homicidios. ¡Pues lamentablemente sí lo son! Y son doblemente graves. También seguimos con un discurso de pelea pública con el juez que defiende la Ley y actúa en la Ley.

Entonces se nos fueron desdibujando los acuerdos por la vida y esto para mí es un factor muy importante. Pienso que todavía hay cosas que no hemos descubierto bien, como por ejemplo, cuál es el papel de la tierra, porque muchos homicidios se dan por desplazamiento. Ahí uno se pregunta: ¿qué papel está jugando la propiedad de la tierra en Medellín?, ¿qué papel juegan las rutas del narcotráfico?, ¿qué papel juegan las rentas ilegales? Nos ha faltado investigar eso.

–Viendo las estadísticas y el hecho de que estas muertes no se detienen, uno siente que no hay una solución visible en el horizonte. Como respuesta a esto, ¿qué hacen por ejemplo la alcaldía municipal, los activistas, los antioqueños en general?

–Creo que suceden dos cosas. Primero, la Alcaldía de Medellín mantiene un discurso autoritario y moralizante al que también critico porque ha sido inútil y peligroso. Es del tono: pongamos más cámaras, persigamos bandidos, salgamos a jugar a la captura, esto se resuelve con autoritarismo.

Esto muestra que cambiaron el discurso y la ideología que logramos construir hasta hace diez años, una visión que reconocía la existencia de un conflicto urbano de origen social derivado de la exclusión, de la falta de oportunidades, de la segregación; un discurso que nos había llevado a empezar a actuar para trabajar con ese conflicto social, generando acciones de equidad, urbanismo social, urbanismo pedagógico, inversión social e inversión en cultura. Era buscar que el Estado se decidiera e incluyera efectivamente a los excluidos y a los segregados, en vez de hacerlos otros, convertirlos en nosotros.

Pero creo que la sociedad ya está empezando a actuar. En abril de este año hubo unos foros sobre crónica roja, organizados por el periódico Universo Centro, la idea es pensar en lo que está pasando y mirar qué hacer en relación con la defensa de la vida y la defensa de esta sociedad.

También hay movilizaciones de organizaciones sociales, y la Personería está haciendo investigaciones. Entonces la sociedad sí se está haciendo unas preguntas que ojalá se traduzcan en un cambio de la perspectiva de los políticos sobre la ciudad, ahora que va a haber elecciones locales en octubre de este año.

–¿Cómo vislumbras tú, personalmente, una posible solución al aumento de muertes violentas en Medellín?

–Creo que es importante reconocer que la solución aquí no es ni autoritarismo ni moralismo, sino un cambio profundo: que seamos capaces de hacer un pacto grande que nos incluya a todos en la defensa de la vida y en la tarea de construir una ciudad de oportunidades.

Repito: la solución nos incluye a todos. ¿Qué van a hacer las autoridades? ¿Qué van a hacer los empresarios? ¿Qué va a hacer el sistema educativo? ¿Qué va a hacer el maestro en su aula para defender la vida? ¿Qué van a hacer las organizaciones sociales? ¿Los ciudadanos? ¿Qué clase de discursos, acciones o miradas sobre la ciudad tenemos los medios de comunicación que aumentan todo esto?

Pero, además, es importante ver qué podemos hacer sin que eso signifique crear una unión formal ni nada de esto, pero sí ser capaces de poner en primer lugar la vida. Yo tengo la esperanza de que empiecen a pasar cosas. Hay mucha gente que sí siente que este nivel de homicidios, de desplazamiento y de violencia tan fuerte en esta ciudad es inadmisible; una esperanza de pensar y creer que esto se puede resolver.

Todo pasa mucho por la construcción de ética de cultura política, de cultura ciudadana y pasa mucho por tener, de verdad, unas autoridades más legítimas, más firmes, que ejerzan con empeño la legalidad: una policía que sea capaz de perseguir a los criminales, que sea transparente, que sea confiable, que haga su trabajo. Hablar de autoridad en vez de autoritarismo.

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Asentamiento La Torre, conformado por población desplazada. Comuna Centro Oriental de Medellín. Imagen tomada del informe: Medellín, memorias de una guerra urbana, del Centro Nacional de Memoria Histórica. Puedes descargarlo aquí.

–De vuelta a las publicaciones en tu Facebook, considerando que le das nombres propios a los que mueren cada día, ¿has recibido alguna respuesta de los familiares de algunas de estas personas asesinadas? 

–He tenido dos respuestas. Digamos que aunque he venido haciendo esto día a día, de algún modo antes las víctimas se quedaban por fuera, no habían entrado a la conversación. Pero estas últimas semanas ha habido dos víctimas que han llegado y han expresado su dolor.

Eso me conmovió mucho porque veo que estas personas empiezan a recuperar su derecho a decir públicamente que les está doliendo, porque nosotros les negamos ese derecho, porque les decimos que su muerto es un culpable, que su muerto es un bandido, que a su muerto quién sabe por qué lo mataron.

Aquí vuelvo a llamar la atención sobre ese discurso horrible que se nos volvió a instalar. Ese “Quien sabe que estaba haciendo que lo mataron”. En un post, por ejemplo, un chico por ahí de 17 años, escribió: “Mamá, me estás haciendo falta”. Yo ya le escribí. Espero que me responda para poder tener una conversación con él.

También la hermana de otra persona asesinada me escribió diciendo: “Mi hermana era esa NN del viernes y me partieron la vida”. Ahora por fortuna he ido nombrado a estas personas, porque no deben ser NN, tenemos que ser capaces de ponerles el nombre y construir su historia.

Creo que sería muy especial poder contar las historias de las familias, porque detrás de cada muerte violenta hay alguien que quedó sufriendo. Contar las historias de las familias podría ayudarnos a empezar a entender, además ofrecer solidaridad a quien sufre por lo peor que te puede pasar que es que te maten a alguien que amas.

–Hablando de solidaridad, frente a estas tragedias cotidianas, ¿qué puede hacer un medellinense del común, un colombiano del común? ¿Es posible hacer algo?

–¡Claro! Me parece que este es un problema de ciudadanos. Las democracias andan mal porque los ciudadanos andan mal. Solo cuando los ciudadanos cambiemos vamos a ser capaces de cambiar las democracias.

Entonces lo primero es desnormalizar, porque no es normal la muerte violenta de nadie. Y cuando digo de nadie me refiero también a que no es normal la muerte violenta del Mono Jojoy, ni la muerte violenta de Alfonso Cano, ni  la muerte violenta de Pablo Escobar. No es normal.

Cuando un Estado lo único que tiene que hacer frente a un criminal es “darle de baja”, fracasó, y no lo puede celebrar como lo ha celebrado el Estado colombiano. Lo tiene que reconocer como una tragedia porque perdimos a otra persona, porque no fuimos nunca capaces de construir una relación humana. Yo no sé como desnormalizar una muerte en combates, pero tendríamos que ser capaces de desnormalizar la muerte violenta.

Segundo, tanto en el discurso como en la práctica, deberíamos ver que cada vida humana es única, irrepetible, invaluable, tanto para los suyos como para todos. No está bien que volvamos a tener una sociedad de mujeres solas educando a sus hijos, porque yo creería que la mayoría de estos hombres jóvenes asesinados ya tienen uno o dos hijos, y vamos a tener cada vez más mujeres solas criando hijos, llevando la carga del dolor y de la rabia.

Tercero, tenemos que abrazar a las víctimas. Es claro que esta sociedad sigue poniendo en primer lugar al victimario y luego a las víctimas. Así que, en todas las situaciones, en todos los casos, reconozcamos a cada víctima y abracémosla, pongámosle nombres a estos muertos y eduquémonos en el valor de la vida y en valorar la vida del otro.

Pero, ojo, no solo hablo de valorar la vida de ese otro que es igual a mí, ese otro con el que puedo vivir, sino ese otro al que más bronca le tengo, ese otro que me fastidia. Y hay recordar que los derechos humanos son universales, que no hay unos beneficiarios y otros no, porque, sin distinción de ningún tipo, la vida del otro tiene que ser respetada.

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La edición de esta entrevista se hizo en colaboración con la comunicadora en lenguajes audiovisuales Carmen Julieth Quintero, del equipo de amigos y cómplices de Diario de Paz Colombia. Fotos: Koleia Bungard

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Periodista, escritora y editora. Fundadora de Diario de Paz Colombia. Contacto: editores@diariodepaz.com

4 comentarios sobre “«No es normal la muerte violenta de nadie». Entrevista con Luz María Tobón

  1. Me quedo con esta frase: «Cuando un Estado lo único que tiene que hacer frente a un criminal es “darle de baja”, fracasó, y no lo puede celebrar como lo ha celebrado el Estado colombiano.»
    Sigo todos los días las publicaciones de Luzma, quien ha sido también mi maestra en otros escenarios y leo uno a uno los nombres de quienes entregamos a la muerte a diario en esta ciudad que se acostumbró a ella. Me sorprendo por las edades, el género o el lugar de muerte de los asesinados, hago cuentas y me parece horrible que una ciudad permita que asesinen a diario a dos personas, comparto los posts y veo que mis amigos los comparten y reaccionan, es una gran campaña esa de valorar a todos, de tratar de entender que si no pactamos que la vida es sagrada, todas nuestras construcciones son débiles.
    Es también una manera de mostrar a los paisas más allá de lo que ellos creen que es lo más importante : el dinero. Y de decirle a esta sociedad que se cree perfecta e ideal, que está equivocada, que equivocó el rumbo y que quizás sí es necesario devolverse, para analizar, reflexionar y corregir. Excelente entrevista y todo mi apoyo a Luzma con su empeño.

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  2. Válido, valiente, cálido, resiliente… Estas reflexiones están colmadas de solidaridad, de afecto por el Otro -que soy yo- de clamor ante tanta indolencia. Tienen gran valor. Ojalá no se políticos. Hemos hecho eso tantas veces que hemos arruinado grandes iniciativas. Ésta, que viene de una mujer -tenía que ser una mujer!- tiene fundamentos. La valoro enormemente.

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  3. Excelente labor la de Luz María, mi admiración total para ti. Que bueno sería llevar este mensaje a los colegios de la ciudad, que el lema sea «la vida es sagrada» y que nuestros jóvenes puedan escuchar estas reflexiones tan valiosas sobre nuestra ciudad.

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