¿Qué aprendimos sobre Colombia leyendo «La vorágine»? ¡Participa!


En la recta final del primer libro del reto 10 libros en 2020, invitamos a nuestros lectores a dejar sus respuestas voluntarias en esta conversación abierta. Un contenido del especial Leer para entender La vorágine del Club de Lectura Virtual 10 libros en 2020.

Dos de las afirmaciones que han motivado la creación de este club resumen lo que buscamos desde el equipo coordinador: «Leer por placer» y «Leer para entender». Ambas cláusulas se apoyan, además, en el deseo de promover la lectura crítica y al mismo tiempo la escritura como herramientas para la construcción de paz en Colombia.

¿Qué nos dejan las obras que leemos? ¿Qué idea de país podemos tomar de ellas, qué reflexiones o enseñanzas extraemos de allí?

Participa dejando una respuesta (ojalá corta y concreta) en el buzón de comentarios de esta entrada. Antes de escribirla, te recomendamos tomar notas, organizar tus ideas, redactar y releer tu mensaje antes de compartirlo.

Como verás, todas las respuestas serán leídas previamente por el equipo coordinador y aprobadas para su publicación, así que no te angusties si no ves de inmediato tu comentario al aire. Al momento de enviarlo, por favor incluye tu correo electrónico y activa el botón de recepción de respuestas para que estés al tanto de lo que otros lectores tienen por agregar a tus impresiones.

Si te animas, envía también tu respuesta grabada en audio a nuestro número en WhatsApp: +57 317 423 3498. Estamos produciendo algunos contenidos especiales en audio para difundir más ampliamente los resultados de este primer ejercicio de lectura colectiva.

¡No lo pienses mucho! Date a ti mismo el regalo de expresar con tus propias palabras lo que ha significado leer una obra indispensable de la literatura colombiana, una novela que nos ayuda a ampliar la mirada de lo que somos como país.

Ahora sí, te leemos: ¿Qué has aprendido sobre Colombia leyendo La vorágine?

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En Diario de Paz Colombia pensamos al país de manera constructiva. Difundimos textos que invitan a conocer y a reflexionar sobre la realidad nacional y que, desde diversas áreas y perspectivas, promueven una cultura de paz. ¡Escribe con nosotros! Envía tu colaboración a editores@diariodepaz.com. Leer nos une.

19 comentarios sobre “¿Qué aprendimos sobre Colombia leyendo «La vorágine»? ¡Participa!

  1. Hola a todos.
    Les comparto mis impresiones con la esperanza de saber qué piensan al respecto. me disculpan si no soy buena escribiendo.

    Quizás las preguntas más importantes que deja la vorágine, no se tratan sobre el destino que corrieron sus protagonistas ante el incógnito final, pues los libros no se leen solo para saber historias; Marcel Proust dijo: «No lean mi obra. leanse en ella.» Siendo así, este reto de 10 libros en 2020 nos pone en el ejercicio de leernos como colombianos, leernos como país en las problemáticas que narran esas obras y que aún son vigentes.
    Hace casi un siglo que La Vorágine develó el mundo de horror y barbarie que se escondía en las indómitas selvas del sur de este territorio que por formalidades administrativas se ha llamado Colombia, pero cuyas realidades nos hacen ajenos unos a otros. Algunas frases del libro nos ponen ante el interrogante de porqué ha fracasado el proyecto de nación en tantos territorios:
    «Eso (las injusticias) pasa en Iquitos y en donde quiera que existan hombres, cuánto más aquí, en una selva sin policía ni autoridades»
    «Esta pobre patria no la conocen sus propios hijos, ni siquiera sus geógrafos»
    «Qué no es colombiano sino para contados sitios del país»
    Es cruda una escena del Abrazo de la Serpiente donde los indígenas al avistar la llegada de los caucheros dicen con terror: ¡vienen los colombianos! ¡Vienen los colombianos! Y emprenden la huida ante la destrucción que representa esa llegada.

    Puede que hoy muchas comunidades azotadas por la violencia ya no digan vienen los colombianos porque de alguna manera consideran que todos los somos, pero la situación sigue vigente en organizaciones legales e ilegales que de camuflado o de civil, siguen representando la explotación no solo de personas vulnerables sino de la naturaleza, cuyas riquezas han sido el botín de la disputa que el sistema y el estado del alma Funes convierten en el eterno combustible para la guerra; pues hoy ya no es el caucho pero sí el narcotráfico, el oro, los monocultivos y la ganadería extensiva; son las actuales Vorágines que ponen en jaque la soberanía del Estado y amenazan con dejarnos esos paisajes de extraordinaria biodiversidad sólo en la memoria que nos legaron nuestros escritores.
    Son muchas más las preguntas que nos deja esta obra leyéndola en clave de nación, de género, de las pasiones y anhelos humanos; preguntas que es pertinente abordar en colectivo para entender porque seguimos en la repetición, y como un buen Diario de Paz poder aportar ideas y acciones que den esperanza al fin de este flagelo.

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    1. No puedo dejar de pensar en su lectura en clave de masculinidades tóxicas y estereotipos de género. Lamentablemente, un rasgo de nuestra Colombia en aquel entonces y hoy. En todo caso, disfrute la lectura que sumerge en relatos de hermosos paisajes y la inmensidad de los Llanos.

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  2. Para mí la lectura de La vorágine significó reconocer partes de Colombia que me resultaban muy poco familiares: Los llanos y La selva. La descripción de los paisajes me resultó absolutamente clara, real y cruda: sentí el calor, esa humedad, el miedo y el deseo de supervivencia de cada personaje. El autor logra, de una manera brillante, transmitirnos la idea de inmensidad y hostilidad de esos territorios. Me gustó mucho encontrar tantas formas de lo femenino en las mujeres campesinas, migrantes e indígenas en una frontera nacional porosa y muy dinámica; así como en ese relato de la selva inmensa y misteriosa, otra enigmática mujer. Muy doloroso encontrar que tan poco ha cambiado y que a pesar de los años transcurridos se sigue explotando a los seres humanos y a la naturaleza en busca de una riqueza efímera y maldita…En fin, solo puedo decir que sufrí y amé esa otra Colombia.

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  3. Me parecio un libro hermosamente escrito, crudo, real y tragico, como ha sido toda la historia de este pedazo de tierra. Donde la violencia reina y la vida no vale nada. Donde nos empeñamos en ser felices y vivir hasta que nos dejen.

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  4. Aprendí más sobre la dureza que proyecta la historia colombiana; y me quedó el sinsabor de un país que no aprende de su historia. Hoy queman el Chibiriquete, dicen las noticias, y matan a compatriotas por valores materiales… Este país duele en sus lecturas, duele en su historia.

    Pero también me queda la satisfacción de una lectura rica en paisajes naturales y humanos, rica en descripciones, de esas lecturas que transportan a otros mundos. Hermosa la forma en que José Eustasio narró a nuestra Colombia.

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    1. La vorágine me recordó el profundo impacto que viví al leer Mamita Yunai, novela que cuenta la miseria y violencia que sufrían los obreros bananeros en la Costa Rica de los años 30 y 40 del siglo pasado. Descubrí horrorizada los colores sangrientos de nuestra historia. Pero este otro pedazo de América es aun más doloroso, porque abarcó extensiones mucho mayores de tierra maltratada y vidas torturadas. La palabra nos cuenta, y el autor la usó con maestría para contarnos a esa Colombia lejana y cercana, en todos sus matices.

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    2. De acuerdo contigo Carolina, en que la manera en que este libro describe la naturaleza en la que se desarrolla el entorno de los personajes es muy descriptiva y permite que vayamos en nuestra imaginación a recrear estos lugares y a tener una mejor experiencia lectora.

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  5. Cuando se habla del esclavismo, hay un traslado mental inmediato, de lo que sufrieron los Afrodescendientes, en América Latina y el Caribe, y muy pocos pensamos en el exterminio que sufrieron nuestros indígenas a lo largo y ancho del territorio americano. Las condiciones en las que vivieron los diferentes grupos aborígenes como los witotos, andoques, nonuyas y boras, entre otros, para dar satisfacción a las ansias de riquezas, a través de la explotación, en un primer momento, de la quina, y posteriormente, del caucho, en las selvas Amazónicas de Colombia, Brasil, Ecuador y Perú, son una muestra del capitalismo rapaz, devorador, humillante.
    Según la antropóloga Gina Paola Sierra, manifiesta que fue un período corto (1979-1945), con algunos intervalos de mayor o menor auge, pero aún se sienten sus efectos socio-territoriales, con estertores agónicos, y vacíos irreparables

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  6. Saludos. Infortunadamente aprendí que se sigue derramando la sangre de inocentes , el eslabón más débil de la cadena es carne de cañón. Cuando el poderoso ve oportunidad de expandir sus dominios y ampliar su riqueza lo hace, no importan los muertos sólo el ansía de poder. Y para asegurarse de ello, manipulan el sistema perpetuandose en cargos públicos, comprando elecciones, pagando ejércitos privados, Cambiando los planes de educación a fin de que la historia se olvide , robando tierras y permitiendo que a los campesinos los devore la selva de concreto.

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  7. Hola,

    Magnifico empezar a leer a Colombia y de la mano de una obra que jamas pensé que fuera tan trascendental para entender nuestra realidad, triste e irónica porque a pesar del tiempo muchas de las situaciones se siguen repitiendo en distintas realidades, ámbitos y contextos pero siempre con la misma esencia degenerada del capitalismo feroz y despiadado.

    Estoy preparando un articulo que denominaré Colombia en Versos, en donde les contare con mas detalle esta magistral experiencia y el amor que nos hace tener hacia Colombia, pues Rivera describe tantos parajes con un lenguaje poético superior, sencillo e ilustrativo que nos transporta a esas escenas de los «coágulos de rubí» y «las ondas ensangrentadas por el sol».

    Gracias.

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  8. Es la primera vez que leo está obra.
    De entrada la novela me llevó en la imaginación a dos regiones inmensas que no conozco; el llano y la Amazonía. La descripción que hace Jose eustacio Rivera de estas tierras es hermosa y cruda.
    Luego me fue adentrándo en las vidas diarias de las personas que viven, o mejor dicho sobreviven luchan con la naturaleza y lo más triste con los seres humanos que llegan a los niveles más bajos de inhumanidad.
    Al final me deja con la inquietud que todas esas luchas se siguen dando en este país ante la indiferencia de los gobiernos, pero a la vez sé que hay muchos sectores que le apuestan a la paz y todo lo que ella nos enriquece.

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  9. Yo quisiera detenerme en la figura del Visitador y su posterior descripción:

    «… el Visitador es hombre enérgico. – Pero sin malicia, ni observación. Es como un toro ciego que solo embiste al que le haga ruido. Y aquí nadie se atreve a hablar!»

    Leer sobre nuestra historia nos brinda herramientas para no ser esos «toros ciegos» en medio de tanta confusión en un país donde el miedo y la represión tienden a ser más grandes que el sueño inmenso de una nación justa. Cómo cambiar la realidad y la sincronía de este relato con nuestra actualidad? Qué hacer ante la desigualdad social, el desconocimiento de los otros y su diversidad, el poder autoritario?

    Comienza nuestra vorágine de construcción de paz. Habrá que agudizar los sentidos y contemplar la realidad de la manera más objetiva posible porque no podemos ser esos visitadores efímeros, porque somos parte activa de esta novela en la que solo quisiéramos un futuro más prometedor.

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  10. Breves apuntes de La Vorágine
    El hombre en algún momento de la historia imposibilitado para comunicarse con personas de otros lugares y de las generaciones futuras, apeló en muchas ocasiones a tallar sobre las rocas su pensamiento: así hoy se puede visualizar en diferentes partes del mundo. En torno a esa información la raza humana tiene múltiples referentes para imaginar y devolverse en el tiempo pero ante todo para retomar momentos y posibilitar espacios en los cuales el hombre se encuentre consigo mismo y con lo que lo rodea.
    José Eustasio Rivera Salas nació en 1888, 78 años después del grito de independencia de la República de Colombia, con 36 años de edad publicó la exquisita obra de “La Vorágine”. Luego después de su muerte en 1924 muchas cosas todavía hay que “señalarlas con el dedo como lo escribió García Márquez en Cien años de soledad. Uno de sus principales apuntes es la recopilación dialectal de las gentes en la zona sur oriental colombiana, declarando en su momento este suceso como si Cristóbal Colón acabara de comprobarle al rey de España de que la tierra era redonda y posiblemente los pocos colombianos con la más alta representación de residentes en Bogotá que no eran más de 300,000 habitantes, habrían imaginado cualquier circunstancia parecida hasta ese momento, como eran: el amor que inspiró a Alicia y Arturo Cova, el de Clemente Silva y Lucianito, el de la Madona Ayram que entre patriarcados supo manejar su posición, la descripción de plantas y aves, la enumeracion de la tribus: piacopos, guahibos, banivas, bares, cuivas, carijonas y los huitotos, “la de los peces caribes” que de expectantes naturales tenían banquetes de la carne humana, el comercio del caucho con fines netamente mortíferos, la soledad de los caucheros que se vuelven decrépitos y lamentables, la navegación del insana, del rio negro como el Guainía, el adiestramiento de caballos salvajes que al intento de domarlos decapitaban hombres, la perfidia en casi todos sus personajes, la plenitud de la esclavitud a pesar de estar abolida desde hace varios años, los episodios fronterizos de libre mercadería, los cónsul inexistentes, los viajes en caballo, en curiara, a pie y descalzos sobrepasando sanguijuelas o huir en desbandada por las tambochas carnívoras ‘’que nacen quien sabe dónde y al venir el invierno emigran para morir» las caminatas entre la selva que recorrían de día pero que eran nocturnas debido a que los rayos del no podían atravesar las sombras de los imponentes árboles, un juez que se limitaba a proferir órdenes judiciales qdecían an ‘’manden lo de este mes’’ una descripción tan pormenorizada del llano y la selva, un gobernador sin mas gobierno que su propio destino… las cartas enviadas a varios países, la violencia indeterminada con un hecho de relevancia y notoriedad como fue una masacre ‘’donde de la casa de Funes salieron grupos armados y mentalmente incluyeron en listas a cuanto individuo les inspiraba antipatía». La vorágine es la descripción geográfica, social, política y económica desde la selva para un país de aquel momento, La Vorágine es ante todo otra denuncia .
    Es una obra que se encuentra semánticamente estructurada y que avanza perfectamente en los sucesos cronológicos que acontecen a cada uno de los personajes, se presentan diálogos que al conjugarse conllevan al lector a tomar posición en primera persona como si fuese otro personaje más… ‘’cómo podría desampararte ¡huyamos! toma mi suerte pero dame el amor’’, Clemente Silva concluyó con una frase casi que premonitoria de que “el caucho no era el negocio 16 años ni un centavo”… y el ahora sr Ministro recurro a usted para que se tenga en cuenta el concepto de nación, y que vuelva sus ojos nuevamente al Casanare, al Guainía … para que tenga un nuevo panorama y talvez la incertidumbre no sea tan grande…
    Unas palabras para tenerlas siempre en nuestro diario vivir -es que -dijo Don Rafo- esta tierra lo alienta a uno para gozarla y para sufrirla. Aquí hasta el moribundo ansía besar el suelo en que va a podrirse. Es el desierto, pero nadie se siente solo: son nuestros hermanos el sol, el viento y La tempestad. Ni se les teme ni se les maldice.

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  11. la vorágine es una novela colombiana muy realista de las problemáticas que se viven hoy en día si no también de ,lo que se vivió anteriormente o en épocas pasadas, la colonización, la violencia, terrorismo, masacres, desigualdad de clases sociales, etc.

    Todo esto aun se vive en nuestra época, al igual que lo menciona la novela frente al caso de la fiebre del caucho en las selvas amazónicas de colombia y la explotación de las personas.

    Teniendo en cuenta lo anterior y lo leído en la obra lo que tenemos que preguntarnos que paso con el trágico final de los personajes sino de las problemáticas que vivimos y que sufrimos por culpa de esas personas ignorantes y codiciosa que solo piensan en ellos mismos(williams ospina dijo en su columna la peor plaga somos nosotros los humanos)

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  12. A modo personal (y posiblemente algunos se identifiquen conmigo) “La Vorágine”, es uno de los libros que tuvimos que leer “obligados” en el colegio, creando de alguna manera una especie de molestia con el gusto por la lectura, y por esto mismo, encontrarlo como la lectura inicial en mi primer Club de lectura, fue algo así como una especie de “trago amargo”… que me fui tomando de a poco, pero que con el paso de las páginas, se fue convirtiendo en un reto personal para poder mantenerme en el club, para realmente leer este libro, y para entender, conocer y recordar, momentos de esta fuerte historia sucedida en Colombia, sobre una realidad de “antes y de siempre”, sobre la violencia que vivimos y que se relata con una detallada descripción de la exuberancia de la diversidad de nuestra naturaleza, enfocada en la selva que recorre estas tierras.
    Retomando lo que comentaba de “libros obligados”, mi experiencia con la lectura, tuvo de alguna manera sus ventajas, y es que así mi gusto por leer no lo aprendiera en el colegio, en la casa de mi abuelo tuve la posibilidad de conocer lo que era tener una gran biblioteca, con tantos libros para escoger que no sabía por donde empezar, y pasaba tardes enteras ahí sentada leyendo y buscando con que libro seguir. Por otro lado con mis padres, las lecturas eran en familia y en voz alta, y de esta manera conocí otros libros que recuerdo con gran cariño.
    Y fue así que iba seleccionando los libros que me gustaban y también otros que no, porque no eran de mis géneros favoritos, pero que me parecía importante que los leyera, algunos de estos por recomendación de mi abuelo, igualmente leí lo que me “tocaba” en la universidad, pero siempre en mi morral estaba ese libro “elegido por mi” para acompañarme en el camino, en la sala de espera y en los cafés como una fantástica compañía, y aún sigue siendo una costumbre que ya es parte de lo que llevo conmigo: un libro.
    Leer para mi es un gusto y una manera de viajar, conocer, sentir y vivir con las historias de los personajes. Hace unas semanas, pensé que lo que quería ahora era participar de un Club de lectura pero que fuera virtual lo hacía más interesante, por temas de desplazamientos, tiempo, y otros detalles que me llevaron a buscar en Internet opciones, e inmediatamente el primer resultado que recibí fue el de este Club que iniciaba el Diario de Paz en Colombia, y sin pensarlo dos veces me inscribí, miré cual era el primer libro, fui a la biblioteca más cercana a afiliarme (soy nueva en esta ciudad) y tener mi tarjeta para poder sacar el libro (gratuitamente) y unos días después, ya estaba sentada leyendo La Vorágine, acompañada con todos los que veía que eran parte del club y con quienes se van publicando en la página de Facebook, aportes, avances, comentarios, imágenes y sentimientos, como un gran grupo de personas que nos unimos para leer en torno a nuestro país, su historia (por más dura que sea) para identificar que en las regiones también se conectan (así la señal de Internet aún no sea la mejor) y participar de las sesiones virtuales, con la emoción de ser parte de un proyecto que va creciendo y que ahí estamos todos, cada uno con su libro y con la felicidad de pertenecer de esta aventura que nos permite ver “mas allá”, y a volver a creer en la construcción de propuestas reales como esta, en las que el resultado, se puede asegurar que nos llevan a recorrer con cada letra, el camino de la PAZ.
    Por: Sylvia Cauca
    Cali, Colombia

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  13. Debo decir dos cosas antes de adentrarme en el comentario. Uno: “La vorágine” la terminé de leer anoche y dos, anoche mismo me tomé el tiempo de leer todas las publicaciones acerca de la obra y los comentarios de quienes hacen parte del club.

    Es así que cuando llegué a este comentario de Sylvia Cauca (además de llamar mi atención el nombre, pues de los departamentos que he recorrido en el país, el Cauca es de los que sin duda volvería mil veces, amo sus montañas y la amabilidad de sus gentes), me sentí identificada con el tema de las lecturas obligadas, pues me pasó lo mismo cuando estaba en el colegio. Pues bien, cuando inicié la lectura, tuve un poco de predisposición porque la edición que tengo no es muy llamativa debido a que tiene la letra pequeña y está impreso a dos columnas, además de la acidez del papel la cual evidencia los años que lleva habitando mi casa, teniendo en cuenta que sobrevivió a un trasteo, lo cual me impresionó pues como el libro no era de mis afectos, no sé por qué razón no me deshice de el.
    Cuando inicié la lectura, me di cuenta que lo había marcado con mi nombre en la portada y decía “703”. Este hecho me conmovió y generó en mí la necesidad de calcular cuántos años tenía cuando estaba cursando séptimo grado y qué año era. Pues bien, tenía trece años y era el año de 1996. A esa edad estaba lejos de pensar que la vida me llevaría a trabajar al Vaupés en una biblioteca llamada José Eustasio Rivera y que al lado de la biblioteca, me iba a hospedar en un Hotel que en su momento se llamaba La Vorágine. 23 años después leo la obra y sin duda, sentí sus letras como una manigua que me atrapaba y me conducía a recorrer mis recuerdos.

    Adentrarme en la lectura, pasar cada hoja como recorriendo la espesa selva, me llevó a reconocer palabras y asociar que por ejemplo, el sebucán con el cual exprimen la caña brava para la preparación del casabe, en Vaupés lo llaman matafrío. Las descripciones de la selva, de los ríos, me llevaron al primer viaje que hice a Mitú y Carurú en el departamento del Vaupés, recuerdo que me causó mucha impresión cuando vi la selva por primera vez desde el aire y su espesura me evocaba esta parte del libro: “Iba descalzo, en pernetas, malhumorado, esguazando tembladeros y lagunas, por en medio de un bosque altísimo cuyas raigambres han olvidado la luz del sol”, pues es tal la espesura de lo que aún nos queda de selva, que no logré imaginar que los rayos de sol no penetraran, esa otra perspectiva se la agradezco a la buena pluma de Rivera.

    Sus letras también me evocaron el recorrido que hice en avioneta para llegar a La Primavera en el departamento del Vichada; recordé el paisaje del Llano, distinto al descrito en la obra por supuesto; luego de llegar a la Primavera, seguí por el río para ir hacia la inspección de Santa Bárbara y recordé también el regreso hacia Villavicencio por el río Meta, pasando por Orocué para llegar a Puerto Gaitán y qué decir de la primera vez que fui a Leticia… pero bueno, no me voy a extender más. Todo ello para decir que ahora ligo este libro a mi corazón, porque no sólo me evocó recuerdos, los nutrió con la riqueza de sus descripciones, así como de los relatos locales que escuché sobre la cauchería; esta obra hace que ame aún más este país con sus aciertos y desaciertos, pues reconociendo su historia, reconozco que todo lo que dependa de mí, tendrá como propósito llevar lo mejor de mí a donde vaya. Gracias Sylvia por motivar estas palabras.

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