¿Qué significa habitar un territorio que lleva el topónimo indígena de Quimbaya? El festival Tumbaga, Encuentro con la Memoria Quimbaya, es un espacio para revivir prácticas y saberes de las comunidades ancestrales a través del diálogo intercultural, la música, el arte y la memoria. Desde el municipio de Quimbaya, Quindío, John Jairo Osorio nos presenta e invita a un evento que tendrá lugar este 24 y 25 de julio.
Por John J. Osorio* [Quimbaya, Quindío]
¿Qué es Tumbaga?, nos preguntan casi siempre que hablamos de nuestro festival. Si se trata de un colombiano promedio, que ha ido por lo menos una vez al Museo del Oro en una excursión escolar o haciendo las veces de guía de una visita forastera, sabrá que tiene algo que ver con los indios, con la joyería. Si, en cambio, se trata de un guaquero paisa –o arqueólogo–, le dirá que es una aleación de oro y cobre (en mayor o menor proporción) que se encuentra en las tumbas de los indios (no tan) ricos –o en los ajuares funerarios de individuos con algún rango dentro de la jerarquía social (si es el arqueólogo el que habla)–.
Para nosotros, los Carteros de la Noche, Tumbaga también surge de una pregunta: ¿Qué somos los quimbayunos? ¿Qué significa habitar un territorio que lleva el topónimo indígena de Quimbaya?
Este festival, encuentro con la memoria de nuestros ancestros (los de antes y los de ahora), aflora de la necesidad de buscar respuestas para esas preguntas; de la necesidad de esculcar en la memoria e indagar en el pasado las claves de un presente confuso, que no terminamos de entender, pero al que nos aproximamos como quien se sumerge con un farol en la oscuridad y remueve la tierra en busca de raíces, o de guacas y encantos, que es lo más común en nuestra tierra.
Simplemente por tercos, por contrarios, decidimos desde el 2016 abrirle espacio a Tumbaga, encuentro con la memoria Quimbaya, un festival para la confluencia de saberes, sabores, tradiciones, innovaciones, historias en el que buscamos reconstruir el espejo roto, las ruinas, las vasijas, los tiestos y las narigueras de nuestra identidad indígena, negra y campesina. Así empezó esta odisea que nos ha llevado a explorar la memoria cultural y el pasado arqueológico de nuestro territorio, incluyendo prácticas satanizadas como la guaquería, ligada a la colonización antioqueña en el Quindío, y casi que la única forma de conocer el pasado remoto de los antiguos habitantes de estas tierras, en un país donde se invierte excesivamente poco en ciencia e investigación social.
Esos avatares nos han llevado a trasegar por nuestra diversidad ambiental, agrícola y ecológica, por nuestras cocinas tradicionales, por la arquitectura del bahareque y nuestro paisaje cultural (que no es únicamente cafetero, también hay potreros y cultivos de pino y aguacate Hass); por la presencia negra e indígena en nuestro territorio, por la soberanía alimentaria y la custodia de semillas, y por una amplísima gama de temas y debates que sería demasiado extenso enumerar aquí. Tumbaga se ha nutrido de esa variedad de matices que nos permiten tejer y desentramar ese lienzo complejo de identidades y manifestaciones culturales que le dan forma a este terruño, del que dijo el maestro Jorge Villamil, en su famoso bambuco, que es un paraíso.
Justamente, en este cruce de caminos que ha sido y es el Quindío, y del que Tumbaga es apenas un pedacito, nos hemos encontrado con hombres y mujeres magníficos que nos han ampliado la mirada para reconocer mejor el espacio que habitamos. Nuestro festival ha sido lugar de encuentro de académicos, campesinos, artistas, escritores, músicos, narradoras orales, portadoras de saberes, líderes y lideresas sociales, fantaseadores y, lo que más nos interesa, personas del común que han participado de las cuatro versiones en sus ciclos de conversatorios, debates, conferencias, celebraciones y presentaciones artísticas. Tumbaga ha sido un espacio para intercambiar la palabra, avivar la memoria, contagiar la risa, compartir la comida, experimentar las tradiciones y, sobre todo, para imaginar y para crear en colectivo.
Estos cuatro años nos han permitido conocer personas magníficas, como la comunidad indígena Quimbaya Kumba de Riosucio (Caldas), que afirma ser descendiente directa de los antiguos Quimbaya, portadora de su memoria y sus saberes. Son este tipo de descubrimientos los que nos han animado a seguir dinamizando estos espacios con el deseo de que se consoliden como otros campos de saber, y saberes de otro modo, desde lo que los entendidos llaman ‘epistemologías del sur’, pero por fuera de los espacios colonizados y jerárquicos de la academia más tradicional.
Por eso, si nos preguntan qué es Tumbaga, tal vez no lo tengamos tan claro; pero sí sabemos muy bien qué no es: no es un simposio académico ni un congreso científico al que venimos a escuchar a los expertos. Aquí todas las voces, todos los conocimientos, las gentes todas, tienen la misma validez y la misma prelación. Tumbaga es un diálogo fraterno alrededor de preguntas que nos incumben colectivamente, de problemas que nos afectan como sociedad y, por qué no, una cadena de afectos y parcerías para construir y desear colectivamente las maneras como nos soñamos este territorio que amamos y defendemos y, por supuesto, miramos con una visión crítica en un movimiento doble que nos lleva a reapropiarnos del pasado y la memoria y también a imaginarnos el futuro.
Este año, Tumbaga, encuentro con la memoria Quimbaya llega a su quinta versión con una programación nutrida que, por supuesto (y por limitaciones de presupuesto) no le hace justicia a la diversidad de interlocutores con la que quisiéramos, pero que ha sido cuidadosamente pensada para seguir alimentando el debate alrededor del patrimonio, la memoria histórica y las manifestaciones culturales propias de este territorio. Para esta versión, hemos elegido dos ejes sobre los que nos parece fundamental reflexionar en este momento de nuestro presente: la importancia del campo y las identidades campesinas en la construcción de sociedad y la transmisión de los saberes y las tradiciones culturales.
Para eso tendremos una serie de invitados e invitadas locales y nacionales que dinamizarán las discusiones, con eventos como mercado artesanal y campesino, exposición de fotografía, conversatorios sobre permacultura, soberanía alimentaria, conflictos socioambientales, identidad y memoria cultural, presentaciones musicales, escénicas y de narración oral. Esta versión del festival, que por primera vez se realizará de manera virtual, iniciará el viernes 17 de julio y tendrá como fechas centrales los días viernes 24 y sábado 25 del mismo mes.
Esperamos, con este abrebocas, antojarles de este encuentro con nuestra memoria y nuestra identidad y les invitamos a participar de los Live que estaremos transmitiendo durante toda nuestra franja de programación a través de nuestra página @CarterosdelaNoche en Facebook . Esta es una manera de apoyar la labor de gestores y gestoras culturales que trabajamos todos los días por democratizar el acceso a las artes y la cultura en territorios donde escasamente se les considera un derecho y donde poco se debaten estos temas, cruciales para la construcción de una sociedad distinta.
![]() |
![]() |
* John J. Osorio es antropólogo y magíster en escrituras creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es gestor cultural en la fundación Carteros de la Noche y realizador de la serie radial Masticando la palabra: alimentos del pueblo cofán del Colectivo Popuña. Contacto: jjosoriog94@gmail.com.
Lee también del mismo autor:
“Hasta que el último cofán viva, seguiremos bailando”. Un viaje al Carnaval del Chontaduro
Masticando palabras: narrativas sonoras de la Colombia rural. Una producción sonora del Colectivo Popuña y el resguardo cofán de Santa Rosa del Guamuez (Putumayo).