El escritor caldense Ricardo Aricapa ha vivido gran parte de su vida en Medellín y ha escrito libros, crónicas y reportajes sobre la ciudad. Hace veinte años publicó la antología Medellín es así, que es considerada un clásico del género en Colombia. César Jaramillo Zuluaga, de la Corporación Picacho con Futuro en Medellín, conversó con Aricapa sobre el origen de este libro y su vigencia. Lee también la crónica de Ricardo Aricapa: El cometero mayor de Medellín. Parte del especial Periodistas colombianos.

“Cuando el agente Carlos Mario Quijano Bernal cayó abatido de un tiro en el corazón durante un enfrentamiento con una banda de asaltantes bancarios, los pantalones le quedaban flojos. Recientemente había tenido que correrle dos huecos a la correa y su aspecto anímico y físico no era el mismo de antes”.
Así comienza «El agente Quijano Bernal murió con los pantalones flojos», relato que pertenece a la antología Medellín es así, publicada originalmente por el entonces periodista de El Mundo, Ricardo Aricapa, en abril de 1987. “Uno de los reportajes del libro que más me gustan –dice el autor–. El trabajo de campo me tomó 45 minutos y la redacción unas dos horas y media”.
Medellín, años ochenta. Las crónicas que salían publicadas en la prensa solían elaborarse con herramientas de combate, y ser escritas luego de trasiegos audaces por las calles: libreta, lapicero, grabadora y ojo atento; a veces, ordenador de oficina, y con un poco de suerte, el teléfono para un par de llamadas.
Sin embargo, la prioridad era manejar con estilo y pericia un instrumento más efectivo y contundente: el idioma y su riqueza, la posibilidad de recrear en palabras los escenarios, las situaciones y las caprichosas conclusiones de lo que ocurría –y ocurre– en la realidad.
Ricardo Aricapa nació en Riosucio, Caldas, y a los 19 años se fue a Medellín a estudiar ingeniería, aunque después se pasó a periodismo. A mediados de los años noventa, el entonces director de la Editorial Universidad de Antioquia, Jorge Pérez, le expresó a Aricapa su interés en publicar una antología con los relatos que venía escribiendo sobre la ciudad en los periódicos El Colombiano y El Mundo. Mientras otros periodistas se quedaban en la oficina, él recorría las calles y se maravillaba con los sucesos que luego serían material para sus historias.
Ricardo aceptó el proyecto, pero pidió un poco más de tiempo para escribir otras diez crónicas, más extensas y con más detalles, de modo que pudiera hilar el libro, con miras a trascender lo inmediato para cuestionar y conmover.
“Creo que hay dos circunstancias importantes en relación con este libro –dice el autor–: una, que me eduqué en una gran escuela, la Universidad de Antioquia, y posteriormente estuve trabajando en el periódico El Mundo (que por aquellos años era un medio de vanguardia); y dos, que nunca me sentí identificado con ningún barrio en particular. Venir de afuera pudo haberme otorgado un punto de vista distinto y muy enriquecedor”.
El editor le dio a Ricardo un año de plazo y le entregó un anticipo. Y él comenzó por hacer el listado de temas que faltaban para completar su caleidoscopio de ciudad:
“Tenía que hablar del parlache (para la época, una entidad social en los barrios); tenía que hablar de los milicianos; de propuestas como ‘Barrio comparsa’, o incluso del río Medellín y sus personajes”, comenta Ricardo.
Esa visión de Medellín probablemente haya requerido cierta distancia, como quien llega por primera vez a un lugar y disgrega sin mayor esfuerzo las costuras del espacio, las cicatrices desapercibidas a causa de la costumbre, las huellas y marcas de agua que el tiempo va dejando en su rumbo.
“En el trabajo periodístico hay dos investigaciones –dice Ricardo–: una de campo, donde se averiguan los hechos, y otra –la más importante– se da en el escritorio, con el idioma, en el esfuerzo de buscar las palabras correctas. Y la segunda parte siempre demora más”.
Aún hoy, este libro publicado por primera vez hace dos décadas puede leerse como quien entra a una galería: a lado y lado hay varias puertas que, al cruzarlas, ofrecen comedia, drama o tragedia; historias de una ciudad palpitante que, a pesar de los años, no cambia mucho:
“Medellín todavía es así –dice Aricapa– porque han cambiado los edificios y las calles, pero la gente sigue siendo la misma. Y lo que yo pinto ahí es a los hombres y a las mujeres, su pensamiento. Yo busco a Medellín a través de sus habitantes, y eso explica que la obra haya perdurado”.
¿Qué pueden aprender los jóvenes cronistas de este autor? Ricardo sugiere a los estudiantes de periodismo alejarse un poco de las herramientas tecnológicas y ponerse a leer. “Alguien que quiera ser cronista debe conocer muy bien el idioma y cogerle amor”, dice, y concluye con estas palabras:
“En el fútbol hay que ganar, gustar y si es posible golear. En la crónica, lo primero es contar la historia, lo segundo es que guste. Pero no basta: hay que encantar, que es un juego del idioma. Los hechos solos pueden producir interés, pero el buen cronista debe encantar, es decir, golear”.
- Medellín es así está disponible en las principales bibliotecas y librerías del país.
- Lee una de las crónicas incluida en la antología Medellín es así (Ediciones B, 2016): El cometero mayor de Medellín.
- Este artículo hace parte de la serie Periodistas colombianos.
- Imágenes: Ricardo Aricapa, cortesía Escuela Nacional Sindical
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