Como si se tratara de un mundo paralelo, en la cárcel Bellavista de Medellín coexiste la comunidad terapéutica, un lugar blanco, casi impoluto, hogar de 20 jóvenes que tienen varias cosas en común: su uniforme apariencia física, el hecho de estar privados de la libertad y en proceso de rehabilitación por adicciones diversas, y un anhelo compartido: tener una segunda oportunidad. ¿Qué es y qué sucede al interior de esta comunidad? Un contenido del especial Historias que liberan: promoción de lecto-escritura en centros penitenciarios de Colombia.
Por Margarita Villada* [Medellín]
Detrás del guardia que abre la reja del primer control de ingreso a la cárcel Bellavista, hay un pequeño pedazo de papel en el que se lee un número: 3.126. Al verlo pienso: son muchas, demasiadas personas para un lugar que desde afuera no parece tan grande. La cifra corresponde al conteo del día: 3.126 internos, 3.126 hombres de todas las edades que se encuentran privados de la libertad.
El control tiene varios procedimientos: revisión de la cédula, toma de la huella dactilar del visitante, firma en un cuaderno de registro. Cada vez que alguien entra, se le asigna un número que debe recordar y repetir al momento de salir. Enseguida viene una requisa que comienza con el olfateo de un perro. Luego debo dejar mis pocas pertenencias (una libreta y un lapicero) encima de una mesa antes de cruzar por el escáner y quitarme los zapatos.
Al volvérmelos a poner, atravieso la puerta más importante, la que me llevará por un largo pasillo, poco iluminado y casi interminable, a mi encuentro con Marcela Luján y con los internos de la comunidad terapéutica. Antes de atravesar la reja me ponen un sello invisible en el brazo izquierdo: a través de la luz ultravioleta veo rápidamente la figura de un pez.
Marcela tiene un poco más de treinta años y los últimos diez los ha dedicado a la promoción de la lectura y la escritura en las bibliotecas públicas y en otros entornos lectores en donde su contacto cotidiano es principalmente con madres gestantes, bebés, niños y jóvenes. Ella ha sido una embajadora del inagotable universo de las letras en diferentes territorios de la ciudad, tanto urbanos y rurales. En la actualidad, ella es la capitana de un vuelo literario que tiene como pasajeros frecuentes a los jóvenes de la comunidad terapéutica del Centro Carcelario y Penitenciario Bellavista en Medellín.
Desde el año 2017, en este espacio se realiza cada miércoles el taller literario que dirige Marcela Luján, gestora de lectura y escritura del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, quien hace parte del proyecto Arte para la Libertad*.
–Marcela, ¿cómo llegaste a dirigir un taller literario en la cárcel?
–Por invitación de la coordinadora del proyecto Arte para la Libertad quien, en 2017, consultó al grupo de gestores de lectura sobre la disposición para participar de un circuito de ocho talleres que tenía como propósito preparar la visita del poeta y narrador colombiano Juan Manuel Roca a la cárcel Bellavista, en el marco de la estrategia Adopta a un autor. En medio del miedo y la inexperiencia levanté la mano. No me imaginé que sería una de las mejores experiencias que tendría en mi vida, tanto que mira que fueron más de ocho talleres; ya es un proceso que lleva cuatro años.
–¿Cómo recuerdas ese primer día en la cárcel y en el taller de escritura?
–El primer día en Bellavista fue de sentimientos encontrados, llevaba sobre cuestas la voz de mis familiares que decían: “De allá no sale”, “Ese no es lugar para una mujer frágil e indefensa”. Cuando crucé la primera puerta de seguridad, todo esto retumbó en mi mente y sentía aún más frío y largo ese pasillo.
Pero ya todo estaba listo: el cuento, las hojas, los lapiceros, incluso la valentía que me advirtió tanta gente. Iba preparada para iniciar un nuevo reto que sobrepasó lo profesional: entraba dispuesta a cautivar con la palabra y a transmitir el amor por la lectura, las letras y el arte, esas cosas que tanto me apasionan.
Sin imaginar lo que pasaría, atravesé el umbral que para algunos divide el bien del mal y lentamente empecé el ascenso hacia el lugar al que otros temen entrar. Tenía el corazón acelerado y algo de ansiedad, no lo puedo negar. Y me encontré con una realidad un tanto o muy diferente a lo que dicen afuera: comencé a percibir el horror en muchas caras, la tristeza en algunas miradas, vi a otros internos simplemente ahí, divagando en un espacio reducido. A cada paso que daba podía contemplar que habían submundos allí y, sin embargo, en aquel lugar triste y lúgubre me sentía segura, con un actitud atenta, observando todo a mi alrededor.
Muy pronto entendí que desde ese preciso momento llevaría a cabo una valiosa e inolvidable experiencia para mi vida. Cuando inició la primera sesión que tenía preparada para ese día, comprendí que el miedo era una simple percepción de los que no han cruzado las rejas. Leímos, conversamos, nos reímos y el tiempo pasó en cuestión de aparentes segundos. Y es que allí el tiempo pasa volátil. Salí feliz de haber conocido a muchos seres llenos de historias, con ganas de devorarse el mundo y dispuestos a disfrutar del momento presente, sin catalogaciones, sin divisiones y sin miedos.
–¿En la comunidad terapéutica había libros? ¿Había antecedentes de trabajo con los internos a partir de la literatura?
–Desconozco los antecedentes de trabajo con la literatura o la escritura en este espacio. Allí contaban con una colección muy reducida de libros no aptos para el desarrollo de un taller literario.Tuvimos que hacer una revisión para mirar cómo a mejorar la apariencia e incluso cómo construir la biblioteca. Debimos buscar aliados posibles y aquí debo destacar que gracias al Plan de Lectura de Medellín llegaron algunas donaciones. También hemos llevado algunos libros que a uno le resultan en el afán de continuar con esta motivación.
–¿Qué temáticas son del interés de los internos?
–Ellos valoran este espacio, lo esperan y añoran. En los encuentros conversan sobre la muerte, la felicidad, la libertad, la distopía, el amor, y lo hacen con interés, sin restricciones, y si no saben están atentos a aprender de quienes hablan de los temas. Hay algo particular y es que no se quedan con nada, todo lo preguntan y se inquietan, les agrada la lectura, la escritura y sobre todo escuchar y que los escuchen.
–Considerando que el objetivo inicial del taller era promover la lectura, ¿cómo fue el proceso de pasar de la lectura y la conversación a la escritura?
–El encuentro con la escritura fue inevitable. En una sesión, los invité a armar una historia con el título del cuento que trabajaríamos ese día y el resultado dejó la certeza de que en ese espacio funcionaría indiscutiblemente un taller de escritura. Entonces comenzamos a darle rueda a la idea y quienes no escribían, pero tenían la historia, yo se las escribía. Fue un asunto de todos que se construyó desde la etapa como lectores, como personas con mucho para contar.
–¿Cómo es el momento de compartir los escritos?
–Hay una intención latente y es que están en ese proceso de que empiezan a incorporar los procesos de lectura y escritura a sus vidas, esto lo hacen con un agravante y es que están ansiosos por volver sus vidas una novela que desean que otros conozcan para resocializar, para hacer que otros no lleguen a ese lugar que les duele. Cuando los relatos pasan por el grupo, los demás nos encargamos de comentar, de hacer de esa apreciación un asunto importante de pasarlo ejemplificado por la vida de otros, para resolver con libertad esas cosas que la prisión aqueja, que la prisión satura, que la prisión olvida.
En un taller de crónicas y relatos realistas nos encontramos que los chicos con temor reconocen situaciones de la vida real en común, como si ellos se conocieran de toda la vida y hubieran pasado por el caos similar que los tiene condenados, presos, reflexivos. En este momento cada uno se toma la libertad de emitir juicios sobre la manera en que se resolvieron los problemas que de estas situaciones surgieron, esas situaciones que son reales. Y que en particular, en la comunidad terapéutica goza de arrepentimientos y cuestionamientos desde la razón, desde la humanidad, desde los deseos de SER.
–¿Cuáles son los temas y géneros más recurrentes en los textos?
Allí escriben sobre conflictos sociales, económicos, afectivos, culturales, políticos y, sin duda, escriben sus historias, simuladas en personajes que suelen cambiar de género, de país. Los chicos son vulnerables en su propio entorno, puesto que varios de ellos son víctimas circunstanciales de herencias de la violencia, del caos de una vida que deben vivir pero no desde la elección propia.
–¿Cuál fue la reacción de los internos cuando les dijiste que sus textos serían publicados?
Ojalá pudiera ilustrar ese momento: sus rostros se inundaron de esperanza, se sentían importantes en un espacio donde para la mayoría de las personas que están afuera son delincuentes que merecen estar donde están. Querían que fuera ya, todo el tiempo preguntaban por eso y todo el tiempo fueron conscientes de que la vida es una oportunidad para escribir una historia, para escribir su historia, sin oportunidad de replicarla.
–¿En tu opinión por qué se debe promover la lectura y la escritura en los centros penitenciarios?
–Este taller se define como un espacio para pensar, para disfrutar el placer y el conocimiento desde la literatura, un espacio de carácter reflexivo y crítico que está privilegiado por el deseo de formación e integración a la vida civil por parte de los internos, a eso se le suma la cantidad de talentos que hay dentro de la comunidad: narradores orales que no saben leer, pero que saben contar. Entre otras cosas se encuentran situaciones de la vida real donde se saca desde la razón la omisión de juicios sobre la manera en que se resuelven los ejercicios propuestos en las prácticas de lectura, pues ellos tienen arraigadas esas situaciones reales tan complejas que llevan sus historias de vida, que en todo momento quisieran contarlas, sacarlas, aliviarlas.
En cuanto a la escritura, cabe resaltar que hay una parte de ellos que no tienen habilitado aún el lenguaje escrito, por lo que es un asunto que requiere de tiempo y de un proceso de alfabetización que hace que se prolongue el tiempo que se requiere para los ejercicios de escritura. Los participantes están solicitando en todo momento mayor continuidad, bien es sabido que en ocasiones el ingreso es desfavorecedor, lo que imposibilita que pueda perpetuarse con mayor disposición de tiempo, con continuidad, con la posibilidad de realizar un seguimiento que proporcione al proyecto información para consolidar e imaginar que en algún momento se tenga una cartilla impresa con la sistematización de la experiencia completa de los procesos que desde allí se tejen.
–¿Personalmente, qué significa este espacio para ti?
Este club de lectura resignifica positivamente mi vida laboral o la vida laboral de quien se enfrente a este gran reto. Este reto aporta una cuota de satisfacción personal que trasciende a esa búsqueda que se hace a diario con las comunidades. Uno trata de que responda en todo momento con compasión, pero realmente los chicos de la comunidad terapéutica trascienden el asunto. Ellos aman el espacio y lo valoran de una manera que no se alcanzan a imaginar. Esto representa para ellos como esa fuente de inspiración, un asunto que los lleva a traspasar esas barreras de la existencia y el asunto circunstancial que los acompaña en la realidad inmediata.
Ellos esperan el espacio con ansias y ya tienen ideas para desarrollar en un nuevo espacio. Ellos cosechan las palabras y empiezan a sacar un montón de asuntos del interior de ellos para trascender el espacio.
–¿Qué debe seguir en este proceso?
En la comunidad terapéutica hay mucho por hacer y por ello se considera como un asunto evaluativo la necesidad de fundar un proyecto de transformación macro para sus vidas con continuidad y mayor frecuencia, con posibilidad de que sea documentado e intervenido desde un proceso de alfabetización inicial, puesto que se cuenta con la estructura física, la disponibilidad de la administración del sitio y la completa dedicación de quienes habitan esta comunidad.
Ellos valoran mucho el espacio, y estos espacios tienen que vivir, tienen que continuar haciéndose, porque no debemos esperar siempre a que el hombre sea castigado. Hay que tratar de tener proyectos a que sean previos a que los chicos lleguen allá, porque allá ellos se dan cuenta de muchas cosas, y personalmente los chicos de la comunidad terapéutica quieren cambiar su vida, pero la idea es llegar con estos espacios a hacer también ejercicios de prevención, para evitar que ellos lleguen a este lugar, en donde la consciencia les cambia y pueden tener incluso menos oportunidades de ser.
Poemas escritos por los integrantes de la comunidad terapéutica
Para concluir esta entrevista, Marcela Luján comparte algunos de los poemas que surgieron del acercamiento a los internos que participan en la comunidad terapéutica.
Amor fugaz, poema escrito por Oscar
Entrenoche, poema escrito por Alejandro
El gran circo de la vida, poema escrito por Uber
Ausente luz, poema escrito por Sebastián
Historias para la libertad del alma es una publicación que reúne 72 escritos de los 20 jóvenes de la comunidad terapéutica que participaron en este taller en 2017 y 2018. En ellos se encuentran principalmente textos del género poético, relato y cuento; algunos son historias reales, y otras ficcionadas que narran las experiencias, fantasías y sueños de estos internos.
Arte para la Libertad es un proyecto del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín que se realiza desde 2015 en los Centros Carcelarios y Penitenciarios: Bellavista y Pedregal con una amplia oferta de actividades de fomento de lectura y escritura, servicios bibliotecarios, gestión social y cultura digital, que comprendiendo las lógicas carcelarias, aprendiendo de sus dinámicas, y adaptándose a sus condiciones de trabajo, reconoce a la personas privadas de la libertad como sujetos de derecho, contribuye a los procesos de resocialización de los internos e internas, aporta a la construcción de paz en el país y propone desde la perspectiva social y cultural nuevos horizontes para su reincorporación a la vida civil.
* Margarita Villada Monsalve es comunicadora social – periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, con estudios en Comunicación y Educación en la Universidad Autónoma de Barcelona, y Diploma en Gestión de Bibliotecas Públicas de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Con experiencia en el sector cultural en instituciones públicas y privadas en la coordinación de proyectos en las áreas de cinematografía, lectura y bibliotecas. Ha sido coordinadora del Plan Municipal de Lectura y Escritura de Medellín, coordinadora del Plan Departamental de Lectura y Bibliotecas de Antioquia, y articuladora de fomento de lectura y escritura del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín.
Ilustración: Andrés Caicedo Hernández
Este artículo hace parte del especial Historias que liberan: experiencias de promoción de lecto-escritura en centros penitenciarios, producido por Margarita Villada.
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Gracias profe Marcela por todas tus lindas ensenanzas…….bendiciones
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Me reconforta saber que camine.. y por ende deje huella y adquirí un gran aprendizaje , gracias a la señorita Marcela ., Una gran profesional .. con sus escritos y lecturas , trasladaba nuestra mente y corazón al exterior … Mil bendiciones y agradecimientos profe Marcela.. soy Sebastian.. autor :ausente luz..🙏
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