A mediados del mes de julio se presento W.A.R. en la Casa del Teatro de Medellín, una adaptación libre de la obra teatral Delirio a Dúo (1962). Aquí los personajes viven un ciclo de acontecimientos violentos que nunca llegan a su fin. Reflexión alrededor de una obra teatral que se refiere a la guerra como un estado permanente entre los seres humanos.
Por Jaime Restrepo Taborda
Escrita por el dramaturgo franco-rumano Eugene Ionesco y adaptada por el director colombiano Sebastián Rivera, la obra Delirio a Dúo (W.A.R., en Colombia) es un viaje a los escenarios más íntimos de la guerra.
En medio de un salón con lámparas y cocina, en donde todos los elementos instalados se encuentran en un estado de deterioro sin reversa –quemados, gastados, violentados, olvidados– los actores Daissy Vera y Sebastián Rivera sostienen un diálogo alrededor de temas domésticos.
En medio de sonidos de bombas que explotan afuera, el hogar intenta ser guarida, un espacio seguro para ocultarse de la guerra que han creado los comerciantes con sus fusiles y los dirigentes con sus leyes. La trinchera parece ser el amor.
¿Pero qué hay de la guerra incubada en el cuerpo, lengua y tacto; la que hemos consumido en la televisión, heredada por tradición y refinada en las calles?
La guerra hogareña camina por corredores y cocina los alimentos, susurra conflictos mientras se barre y se sacude. La guerra también habita, orbita y arbitra la guarida. La guerra que emerge entre paredes y se expande a la periferia es un tanto diferente a la que desde afuera se filtra por pantallas y agujeros de bala.
Una mañana el otro puede prepararte café, en la tarde remendar tu abrigo favorito y tomarte de la mano para bailar un tango en la noche, pero al día siguiente te dispara ofensas a la cara, te arroja el café o minimiza tu potencial para malear tu desgracia a su conveniencia.
Las nimiedades desatan caos, una pregunta es un arma cargada, las afirmaciones son sensibles minas con metralla de cotidianidad. La guerra no es inquilina, es la dueña y usurera que cobra con insomnio, llanto o hemorragia cada día de morada, cada noche que se sobrevive.
En este contexto, los cuerpos vendados y maltrechos sueñan con vivir libres dentro y fuera de las paredes, sueñan que hacen el amor, que hacen la paz sin asesinar o huir, pero al primer desacuerdo cambian los sueños de libertad por la posesión de la razón. No intentan ponerse en los zapatos del otro, son tortugas y caracoles, incapaces de cambiar por un momento sus caparazones como sí lo hacen los cangrejos.
Y al apagar la luz no desaparece la guerra. Muchas fuerzas cohabitan la guarida y aprovechan el silencio para hacer eco en sus habitantes y convertirse en acción. Quieren repetirse una y otra vez, la recurrencia es el arma que blande el destino para deshacer humanos.
La desesperanza les impide notar que la malherida y lacerada libertad está frente a ellos extendiéndoles la mano, cuando una divinidad ha caído en desgracia o viste como plebeya, no convence el orgullo de los amantes ni de los militantes. Se perpetúa la guerra al evitar observar las heridas del otro, por no ser capaz de mudar de caparazón.
Después de la temporada de estreno, la obra se prepara para ser proyectada en nuevas salas y festivales. Las fechas exactas están por confirmar. Actores: Daissy Vera Sebastián Rivera; dirección: Sebastián Rivera; asesor de arte: Felipe Vázquez; luces: Felipe Ortiz; asesoría Coreográfica: Andrés Melchor; medios: Vanessa Agudelo.
Sobre esta obra, la actriz Daissy Vera comentó: «Cuando no es la guerra, de todos modos es la guerra. Estamos en un punto crítico donde la violencia entre seres humanos, con los ecosistemas, con las plantas, con los animales y con el mundo en general es cada vez más frecuente. Los medios de comunicación sólo espectacularizan la tragedia, parece que cada día hay un espectáculo nuevo y es algo sin retorno que está destinado a repetirse incansablemente. La guerra está presente, todos la ignoran y nadie toma medidas en el asunto». ¿Y tú qué piensas sobre este asunto?
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