La mayoría de los marchantes han sido hombres y mujeres jóvenes. Esta población es, además, la víctima principal de la represión. Sus luchas giran en torno a la educación y la vida digna. Brandon Cely y Dilan Cruz eran dos luchadores de esos derechos. Desde el 23 de noviembre permanecen en la memoria de Colombia.
La zozobra nocturna del viernes 22 de noviembre se extendió hasta el día sábado: se reportaban muertes en Buenaventura y en Bogotá. El “toque de queda” motivó, pues, las protestas del 23 de noviembre. Durante las protestas en la capital y en las principales ciudades del país, la policía antimotines también estuvo presente.
A las 2:30 de la tarde, en la calle 19 con carrera 4 del centro de la capital, Dilan Cruz, un estudiante de 18 años, se encontraba tendido en el suelo, con su vida detenida en el caos, en medio del gas irritante que golpeaba al viento. Cientos de diminutas esferas de plomo lanzadas por un agente del ESMAD habían impactado su cráneo.
Muy cerca del estudiante caído, los “antimotines” permanecieron inmóviles. Los estudiantes y los demás ciudadanos en la marcha, encararon llenos de impotencia, con sus ojos y su voz a los hombres que se camuflaban en trajes negros (cuerpos que aparentan almas reprimidas, contenidas, detenidas, se pregunta uno: ¿tienen alma?) voltearon sus rostros y se fueron sin pronunciar palabra.
Las arengas llamaban a la resistencia, en tanto la multitud se concentraba alrededor del estudiante caído. Una cadena humana protegía el lugar para evitar que fuera alterado. El instante detenido en una mancha roja de sangre era bordeado con piedras, flores blancas y un cartel que decía, “con el miedo de mi familia no se juega”.
Dilan permaneció en cuidados intensivos durante tres días. Desde el domingo 24 de noviembre en la mañana, una multitud de ciudadanos se agolpaba en las puertas del Hospital San Ignacio. Era un colectivo solidario que protestaba en un nuevo día de Paro Nacional, ahora para tratar de revivir a un compañero caído. Los ciudadanos en sus puertas tratando de revivirlo. La noticia de su muerte llegó el lunes, 25 de noviembre, cerca de las 10 de la noche. El país reventó en tristeza, rabia e indignación.
En Bucaramanga, una marea humana de estudiantes se resistió a dormir esa noche, se resistió a dejar dormir la ciudad. No era tiempo para el sueño. Decidieron marchar y atravesar la ciudad de norte a sur hasta las 4 de la mañana. Bajo la luz de la luna la oración que retumbaba en las calles era una: “Dilan no murió, a Dilan lo mataron”.
Aunque la procuraduría abrió indagación disciplinaria, los defensores de derechos humanos mantienen sus prevenciones frente a la verdad jurídica que se construye en estas situaciones. Lo cierto es que el informe de Medicina Legal concluyó que la muerte de Dilan fue un homicidio. Referenció el arma y el nombre técnico de la munición, en todo caso, un arma «menos» letal que mata, que acabó con su vida. Hoy, la policía las sigue usando, dicen que solo lo hacen para generar un impacto psicológico y con el propósito de dispersar a las personas con su sonido. Las cifras que se compartieron en informes y redes sociales hablan de por lo menos 34 muertos por el accionar del ESMAD en los últimos veinte años. Un cuerpo policial que practica lo que desde principios del siglo XX se ha hecho frente a la protesta en Colombia: Se opta por la represión antes que, por la solución de las causas de la protesta, se busca disolver a quienes piden pan, dando plomo.
El Padre Francisco de Roux, Presidente de la Comisión de la Verdad, en medio del dolor, hizo un llamado a la reflexión, a que entendamos lo que nos pasa en este país y en virtud de su compromiso con la tarea en la búsqueda de la verdad del conflicto armado, dijo que este suceso da lugar para que comprendamos la verdad de nuestra situación como colombianos. Insistió en que Colombia necesita cambiar aún muchas cosas para ser verdaderamente feliz y vivir en paz, para superar la tragedia que nos llevó a ser un país con tantas víctimas.
En cuanto al estudiante que fue asesinado, hay quienes han querido utilizar su imagen para diluir el Paro Nacional. No es nuevo que desde el moralismo social y tradicional que se escuda en muchas familias colombianas, se haya querido responsabilizar a los que hoy son víctimas. Y como es natural, en tiempos de la “posverdad” se dedican a fabricar mentiras, a mostrar a Dilan Cruz como “vándalo”, como un generador de violencia.
Denis Cruz, hermana de Dilan, desde el primer momento se hizo responsable de la posición y comunicados por parte de su familia, anunció en su perfil de Twitter que ella sería la única fuente pública sobre la narración oficial en cuanto a la integridad de su hermano. Con lágrimas contenidas, horas después de conocerse la muerte de Dilan, Denis publicó un comunicado que siempre vale la pena releer.
Nos dijo que su familia nos habla desde el dolor y el amor. Que reconocen el querer de nuestras generaciones: la paz. Que no es necesaria más violencia, que el diálogo y el amor serán siempre nuestras mejores armas. Y que frente al otro siempre será mejor actuar desde el amor y el respeto.
Un joven militar
Poco después de la muerte de Dilan Cruz, el 26 de noviembre, las redes sociales estallaron con otra noticia. Brandon Cely Páez, un joven que prestaba el servicio militar en el Batallón de artillería N°13, se había quitado la vida el sábado anterior.
Frente al lente de una cámara, bajo un techo de zinc y en un cuarto con cortinas de camuflado militar que de manera intermitente dejaban pasar una luz para bordear su rostro, Brandon denunciaba con su voz baja: “Aquí no tenemos derecho a opinar. Hoy en formación señaló un cuadro que yo era de izquierda extremista siendo él de derecha extrema”. Brandon contó que lo señalaron de disociador, que pidió salir de la base y bajo el miedo de ser objeto de la justicia penal militar por el delito de deserción, dijo no tener más opciones.
De alguna manera, el suicidio de Brandon puede verse como un producto más de las lógicas de un país que somete a sus ciudadanos a extremos totalitarios que eliminan de la vida, la compleja simplicidad del universo. El anacronismo de dividir al mundo en dos facciones radicales ha multiplicado el sufrimiento.
El médico antioqueño Héctor Abad Gómez, asesinado en 1987 en sucesos que todavía están por esclarecer por la justicia, proponía ya hace varias décadas en su texto Manual de poliatría. El proceso de los problemas colombianos, la necesidad de que este país practique una filosofía, una tesis social y una actitud ante la vida que persiga el propósito de ver al mundo desde todos los ángulos sin caer en “aguas tibias”, pues precisamente ello nos llevaría a tomar posiciones frente a los males de las etiquetas, creadas por una sociedad en continua rivalidad.
Las tragedias de Dilan y Brandon sacuden una vez más el drama de nuestra historia. Y en esa sacudida nos recuerdan algunos versos del poeta antioqueño Gonzalo Arango en su Elegía a Desquite: ¿No habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?
Para consultar el itinerario del Paro Nacional, recomendamos:
- El Paro sigue: la plataforma de un grupo de activistas digitales que buscan hacer un “seguimiento riguroso y sostenido en el tiempo de los eventos relacionados con el Paro Nacional de Colombia”.
- Varios wikipedistas están trabajando en Protestas en Colombia de 2019. Allí documentan información relacionada con las protestas y las movilizaciones.
- En inglés: https://civicus.org/protest-resilience-toolkit/
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Aquí puedes descargar gratis el calendario latinoamericano 2020, propiedad colectiva que recuerda las luchas latinoamericanas del año 2019 con imágenes de diferentes artistas de esta región.
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Ilustraciones: © Andrés Caicedo Hernández
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