«Los propósitos de la novela son los de la denuncia»: Manuel Zapata Olivella


En 2020 se conmemoraron los cien años del natalicio del escritor colombiano Manuel Zapata Olivella (1920-2004). Su novela, Changó, el gran putas, es una de las obras que invitamos a leer como parte del reto 10 lector en 2020, del Club de Lectura Virtual. Rescatamos esta entrevista como un abrebocas para comenzar a conocer al escritor y acercarnos a su inigualable literatura.


¿Cómo escribía Manuel Zapata Olivella sus novelas? ¿Qué diferencia hallaba él entre la escritura de novelas y la escritura de ensayos? ¿Qué opinión le merecía la novelística colombiana? ¿Qué autores influyeron en su obra?

Retomamos una entrevista hecha por J. M. Álvarez D’orsonville en 1956 para la radio revista «Colombia literaria» y publicada por la División de Extensión Cultural del Ministerio de Educación Nacional. En una cuantas respuestas, el autor habla de su proceso creativo, del deber de la novela e invita a encontrar en la literatura pistas para estudiar y comprender la complejidad social.

–Para iniciar este reportaje, desearíamos que usted nos dijera ¿qué propósito y finalidades debe buscar la novela?

–Cuando yo pienso en escribir una novela, no me mueve el deseo de realizar un libro, sino la necesidad de presentar a los lectores un argumento sobre el cual creo necesario se pronuncie la opinión pública. Por eso en los días y años en que estoy concibiendo la realización de una novela, no me preocupan los futuros personajes de la misma, sino el problema que deseo plantear. Si es el caso, me transporto al lugar donde se desarrollan o tuvieron lugar los acontecimientos. Charlo con las personas que los viven o han sido testigos de ellos. Coincidencialmente podrían ser éstos los futuos protagonistas de la obra, pero bien podrían no ser. Me preocupo por estudiar las consideraciones científicas, políticas, morales y filosóficas que al resepcto se hayan escrito por versados en la materia. Confronto estas opiniones teóricas o experimentales con el concepto particular de las personas que han vivido el argumento o que lo sienten de manera directa. Por lo regular trato de reflejar estas diferentes opiniones, prefiriendo siempre expresarlas a través de los personajes y no en mi calidad de autor. Tengo buen cuidado de no pronunciarme en favor de una u otra idea, dejando que sea el lector quien saque sus propias conclusiones.

Si en el curso de la escritura –y considero como tal todo el tiempo que transcurre desde el momento en que inicio investigaciones hasta cuando entrego las copias corregidas al linotipista– recibo una información de suma importancia para la comprensión del fenómeno social que describo y que no ha había tenido en cuenta en el desarrollo de la obra, no vacilo en reconsiderar todo lo escrito y aún de volver a iniciar el trabajo sin tener en cuenta lo elaborado anteriormente. En esa forma trato en lo posible de no personificar mis propias ideas.

Ahora bien, yo que la novela sea el único género literario capaz de permitir al escritor la presentación completa de un problema. El autor puede abordar todos los ángulos del mismo, no solo como teórico, sino también hacerlo vivir por sus propios protagonistas. En esa forma el lector dispone de todos los elementos necesarios para formarse una idea cabal del argumento. Se me podría decir que es posible presentar un cuadro similar valiéndose del ensayo. No lo creo y he aquí la diferencia entre este género literario y la novela.

El ensayista, a fuer de verdadero científico, debe atenerse a los hechos rigurosamente comprobados. En una palabra, debe historiar los hechos imparcialmente. El novelista no. Tiene éste la licencia de crear personajes, de llevar al lector a situaciones creadas, puede sugerirle ideas que no han sido tenidas en cuenta por ninguno de los verdaderos protagonistas, en fin, le es permitido valerse de la ficción para dar luz a la comprensión de la realidad. Si el novelista se atuviera a los hechos simples y descarnados que brinda la realidad, entonces dejaría de ser un creador. La novela será tanto o más completa, hermosa, realista, etc., cuanto más sean las situaciones sobrecogedoras que el autor acumule para proyectar los ángulos del argumento. Pero estas libertades que se toma el novelista son limitadas. Siempre han de tener un asidero adentro de la realidad, de lo contrario la novela no sería una obra para denunciar un problema, sino pura ficción para especulaciones metafísicas.

Volviendo de nuevo a su pregunta, yo podría responderla, resumiendo lo anterior, afirmando que los propósitos y finalidades de la novela son los de la denuncia. O empleando un término menos manoseado por los críticos, la revelación de un hecho social.

–¿Qué papel le asigna usted a la novela en el desarrollo cultural del país?

–La novela, como expresión de los problemas humanos, tiene el inmenso valor de la crítica y autocrítica. Un país sin verdaderos novelistas –no es necesario que sean buenos novelistas– tendría una visión errónea de sus propios defectos y virtudes- La novela con su denuncia, no solo contribuye al desarrollo cultural de un país, sino también a todos los demás asuntos materiales y espirituales.

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–¿Existe en Colombia una verdadera novelísitica?

–Sí existe una novelística, aun cuando no muy verdadera. Desde el momento en que hayan individuos que escriban novelas –aun cuando algunas de estas obras no puedan catalogarse dentreo del género novelistico– puede hablarse de una novelística colombiana. Que esta novelística esté a la altura de las necesidades del país, ya es otra cosa. A mi manera de ver, la novelísitca colombiana ha contribuido muy poco al desarrollo del país, precisamente porque no ha sido una novelística verdadera o, en otros términos, realista. Los novelistas colombianos se han dedicado en su gran mayoría a la creación de personajes ficticios, a la presentación de problemas inverosímiles y no pocos a expresar sus ideas íntimas. Desde luego que todo escrito es novelística, pero de muy poca utilidad. Si quisiéramos hablar de una novelística útil a Colombia tendríamos que citar la antioqueña. Fuera de ésta podríamos dar muy pocos nombres: La vorágine en el pasado y las novelas de los últimos dos años que se se han enfrentado al hombre colombiano con ánimo de entenderlo y ayudarlo a superarse.

–En su concepto ¿cuáles son las figuras representativas de la novela en Colombia?

–En primer lugar Tomás Carrasquilla. A su lado, hay que mencionar a José Eustasio Rivera. Me gustaría citar nombres con ligeros comentarios: Osorio Lizarazo como el más pertinaz; López Michelsen como la más sorpresiva revelación; Arnoldo Palacios como el más realista; Olga Salcedo de Medina como la más valiente; Caballero Calderón como el más intelectualizado; Eduardo Zalamea como el más subjetivo; Daniel Caicedo como el más oportuno; Gómez Dávila como el que más se supera, y existen muchos más, pero no creo que ninguno de ellos sea tan representativo como Tomás Carrasquilla. En esto hay que tener en cuenta que están en plena elaboración de su obra y es justo darles tiempo [esta entrevista se publicó en 1956].

No querría terminar esta respuesta sin haber mencionado a un fenómeno muy característico de la novela colombiana: los anónimos. Hay escondidos en la provincia una gran cantidad de buenos novelistas, cuya producción no es conocida por no haber podido salvar la muralla china del anonimato. Hombres que han perdido la fe en los concursos literarios y aún presumo en la misma literatura. Entre ellos cito a Rafael Cavernas, autor de la novela Y otras canoas bajan el río, una obra de extraordinario vigor, escrita con un estilo bastante depurado; Antonio Zapata Olivella, autor de Trivios bajo el sol, premiada con el segundo lugar entre las novelas colombianas de 1942 y que no pudo figurar en un concurso internacional por haberse extraviado y de la cual se dijo que había aparecido y figurado en otro concurso en una ciudad europea, sin que su propio autor sepa el paradero de sus originales. Esta novelística inédita de Colombia podría llenar el vacío que se advierte en la publicada.

–¿Qué influencias ha tenido su formación intelectual de novelista?

–En primer lugar debo mencional el nombre del novelista peruano Ciro Alegría. Fue él quien me enseñó la novelística o el arte de novelar. Recuerdo que cuando lo conocí en Nueva York yo llevaba un atajo de papeles debajo del brazo, al que pomposamente llamaba «mi novela». Ciro Alegría, después de leerlo, me advirtió que más que una novela, yo tenía escritos muchos argumentos de novela. Me hizo caer en cuenta de la gran diferencia que hay entre un relato que comprime un argumento de novela y lo que en verdad era novelar un argumento. A su lado aprendí lo más esencial para quien aspire a ser novelista: novelar. Aparte de este señalado impulso recibido por Ciro Alegría, creo que han influído en mí todos los autores, novelistas o no, que he leído. Tengo amigos que sin ser novelistas, también han contribuido grandiosamente a entender los problemas estéticos de la novela, no los cito aquí porque tengo la seguridad de que se disgustarán. Los otros, también a quienes debo demasiado, han sido los críticos que desde la columna del periódico o en la intimidad me han hecho ver mis defectos.

–¿Qué medios sociales y artísticos busca usted en sus obras?

–Siempre he preferido como tema los medios en donde he vivido. Es lo único que me guía al escribir. Algunos amigos se quejan de que tengo cierta propensión a escribir sobre la pobreza y los temas amargos. Me habría gustado tener experiencias de rico y de abundante alegría para tratar esos temas. Creo que por mi temperamento festivo, podría escribir cosas alegres, pero desgraciadamente la suerte me ha dejado reír muy pocas veces.

Cuando escribo me preocupa mucho que mi literatura guste a los medios artísticos. Ha sido una lucha muy dura, pues al decir de cierto crítico, mis defectos de estilo son temperamentales. Pero esta inquietud siempre ha sido supeditada al interés que he tenido de que mis obras gusten al grueso público, al cual van dirigidas primordialmente.

–¿Cuál de sus dos profesiones, médico y escritor, le satisface más?

–Las ejerzo ambas con igual satisfacción. La primera me proporciona los elementos de la segunda. Cuando carezco de temas para escribir, suelo entregarme a la profesión médica con gran entusiasmo y cuando ésta me ha dado más de lo que buscaba en ella, entonces no me gusta verle la cara a los pacientes.

sigue-leyendo-2-3
  • Anímate y comienza a leer Changó, el gran putas (1983). La obra está disponible para lectura y descarga en línea, gracias a la Biblioteca Digital de Bogotá.
  • También puedes leer su libro En Chimá nace un santo (1964), una narración realista instalada en el universo de lo mítico-religioso, disponible para descarga en línea en la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana.
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