¿Podemos ponernos por un momento en el lugar de nuestros campesinos? ¿Qué tan cierta es la idea de que nuestro país es el más feliz del mundo? Esta reflexión hace parte de la serie Escrituratón por Colombia, un espacio para encontrarnos en la palabras y pensar juntos el país que habitamos. Así se expresa la joven Luz Adriana Benjumea desde la ciudad de Buga. Escribir nos une.
Sobre nuestros campesinos
Por Luz Adriana Benjumea – 32 años. Guadalajara de Buga
Hay un hermoso lugar en el globo al cual sus habitantes se jactan de llamar “el país más feliz del mundo”.
Cómo no ser feliz en el paraíso en donde abundan la fauna y la flora, donde los ríos bañan las hermosas montañas que se aplanan en los valles y se extienden exuberantes en las cordilleras como si fueran hermosas y perfectas colchas de retazos.
En aquel hermoso país los campos en las mañanas huelen a aguapanela, fruto del hermoso y pudiente valle. La niebla aún no termina de esconderse cuando el campesino empuña su azadón para empezar el jornal.
¿Hermoso? Sí. ¿Feliz? Tal vez sean solo apelativos, adornos para la Colombia que sangra herida día a día.
Existen tantas realidades como personas, y es que esa belleza de la naturaleza ha sido también cuna de enfrentamientos contra la población que no cesan: el campesino –noble, bueno, humilde– ha sido desterrado durante años y aún hoy siguen sacándolo de su tierra como si no valiera nada (ni él ni las tierras), y como si tuviera un lugar al cual llegar.
Estas personas no tienen nada; lejos de su pedazo de tierra no son nada, y no por el valor de la persona, sino porque lo que ellos saben hacer está allí, con sus herramientas, su conocimiento del clima y su pedazo de tierra, su conocimiento del campo, todo ello no les sirve en la ciudad, como tampoco les sirve el alma justa y buena que cargan consigo.
El país está tan dividido que no se sabe quién es quién, porque, así como en el campo, en la ciudad abunda el “avispado”, el metódico, el “inteligente” que usa sus conocimientos para engañar a los demás.
El país es hermoso y las personas también, pero, la variedad obliga a conocer con quien relacionarse.

Una iniciativa de Diario de Paz Fundación y de la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra y Fabra.