Continuamos abordando en comunidad el Informe Final de la Comisión de la Verdad. Extendemos la invitación a conocer el volumen testimonial «Cuando los pájaros no cantaban. Historias del conflicto armado en Colombia». Aquí ofrecemos una breve presentación para animar a esta lectura, parte del plan 2023 del Club de Lectura de Diario de Paz. ¡Lee con nosotros!
📌 Aquí puedes descargar este volumen.
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Por Koleia Bungard [Medellín]
En los dos primeros meses de nuestro plan de lectura 2023 (marzo y abril) abordamos el tomo No Matarás: Relato histórico del conflicto armado de Colombia; un documento que nos permitió conocer el contexto en el que surgió este larguísimo conflicto y cuáles fueron los factores y actores centrales en el corazón de la guerra en Colombia.
A lo largo de la lectura, como era de esperar, nuestra comunidad se estremeció, hubo lágrimas, angustia, pero al mismo tiempo, por tratarse de un ejercicio de lectura colectiva, se sintió una hermandad especial en medio de la virtualidad.
El interés por seguir explorando el Informe final de la Comisión de la Verdad, se afianzó y por ello pasamos a un nuevo volumen. El siguiente volumen que nos proponemos abordar se titula Cuando los pájaros no cantaban. Historias del conflicto armado en Colombia. Consta de una introducción –»¿Qué es una voz? (la reproducimos en esta web)»– y tres extensos y muy conmovedores capítulos: «El libro de las anticipaciones» (páginas 16 a 119), «El libro de las devastaciones de la vida» (páginas 120 a 368) y «El libro del porvenir» (páginas 369 a 497).
En total, este volumen tiene 515 páginas. La extensión, sin embargo, no quiere decir que la lectura sea plana o monótona. Al contrario, se trata de una enorme polifonía de relatos testimoniales que dan cuenta del impacto humano y de las secuelas que ha dejado en la sociedad el conflicto armado colombiano.
La narración a miles de voces comienza con este epígrafe: ««Si las víctimas nos hubiéramos quedado calladas, seguramente no estaríamos hablando de paz», palabras expresadas durante la Primera Lectura Ritual de este volumen en el barrio La Honda de Medellín, el 11 de septiembre de 2021.
Como se lee en la presentación,
«La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad de Colombia fue un gran aparato diseñado para escuchar a quienes vivieron el conflicto armado de manera directa. Su método fundamental, de hecho, fue escuchar; en esa medida, puede decirse que el Informe final representa su voz. Precisamente, la escucha de un testimonio de guerra es un proceso social y, a la vez, un acto que va desde lo personal: un individuo escucha a otro. Esto puede tener un requerimiento técnico, pues durante una entrevista quien investiga usa determinados protocolos para recolectar información y así clasifica lo que se dice. La escucha de un testimonio de guerra también alcanza una dimensión social cuando una comunidad reconoce en lo relatado el dolor sentido o infligido por otro.
Para comenzar, en la presentación se explica qué entendió la Comisión por el concepto «testimonio» y a qué se referían con «escuchar a la gente ‘en sus propios términos'». Con los mayores arhuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta –afirman–, aprendieron que «Toda voz es expresión de una vida interior y de una comunidad». Este acuerdo fue fundamental para el volumen, de la mano de la tarea y responsabilidad de «entender la complejidad, los silencios y los vacíos de las voces que nos narraron su experiencia». Allí también se explica la metodología utilizada –en la que intervinieron, entre otros, investigadores, etiquetadores, transcriptores y entrevistadores–, y las dimensiones integrativa y multidimensional sobre las cuales se tejió el volumen.
Es importante tener presente que este capítulo contiene relatos contados por ciudadanos que fueron afectados por la guerra, pero también por algunos que hicieron parte activa de ella, es decir, tanto personas víctimas como excombatientes, tienen aquí un espacio para narrar lo que vivieron y qué significó o significa el conflicto para ellos.
«Si bien la inmensa mayoría de las historias que aparecen en el volumen son relatos de víctimas, hay algunas de quienes participaron directamente en la confrontación armada. Bien fuera empuñando las armas contra el Estado o defendiéndolo, sus vidas también se bifurcaron. La guerra está llena de cotidianidades que se hacen invisibles cuando su relato se centra en una documentación de hechos. Ahí hay unas voces tenues, y es necesario aprender a escucharlas críticamente».
Especial énfasis se hace, además, en los pueblos étnicos y campesinos, y en «la naturaleza como sujeto de dolor». Llama la atención que se integren en este volumen los efectos que tuvo el conflicto en los árboles, los mares, los animales. «Desde esa mirada, la naturaleza es otra víctima que debe ser escuchada, lujo que nos dimos con pueblos del Amazonas, el Caribe y el Pacífico».
Como parte del proceso de recolección de los testimonios, se pensó que pudieran ser leídos en voz alta, la Comisión de la Verdad propició lo que llamó «Lecturas Rituales», actividades de encuentro y difusión de estas narraciones en las que participó la sociedad colombiana. En esta misma línea, el Club de Lectura de Diario de Paz propone este año cuatro encuentros de lectura en voz alta de estos testimonios: en mayo, los días 9 y 23, y en octubre, los días 3 y 17.
Reproducimos a continuación Nota editorial e invitamos a leer la presentación completa siguiendo este enlace.

En este libro, lo que parece un error de escritura o edición, es realmente una decisión editorial en nuestra apuesta por respetar la oralidad, en su diversidad y riqueza lingüística, de las personas que dieron su testimonio a la Comisión de la Verdad. Esperamos que este intento llegue a buen puerto y que la lectura de los relatos permita un viaje por todas las zonas hasta donde llegó esa «gran oreja» en forma de entrevistadores, analistas e investigadoras al encuentro con las más de mil cien personas cuyas voces habitan este volumen.
Así mismo, aclaramos que si bien en el momento en que las personas dieron sus testimonios a la Comisión de la Verdad accedieron voluntariamente a la publicación de sus relatos en el Informe Final, como una apuesta personal y muchas veces colectiva de contribución a la verdad, en consideración de la protección de los y las testimoniantes en un país donde no ha cesado la guerra, este libro ha anonimizado información que al ser pública podría ponerles en riesgo.
