Lo que nos enseña el fracaso. Por qué fracasar no es ser un perdedor


La concepción del fracaso como potencia del hacer está muy lejos del concepto de fracasado o perdedor. En este artículo el fracaso se entiende, como lo hacía el artista Francis Bacon en la pintura, como la mancha sobre la cual construir.

El artista inglés Francis Bacon (1906-1962) esperaba lo que él llamaba el «accidente» antes de empezar a dibujar. Sus cuadros surgían a partir de una mancha, no por su similitud con alguna imagen sino por la mancha en sí misma, de la que decía no se podía comprender. Algo similar sucede con el fracaso.

Así como Bacon esperaba la  mancha para crear «la apariencia» –según esta emblemática entrevista que la escritora francesa Margarite Duras le hizo al pintor– el fracaso es terreno fértil a la hora de crear y, como decimos en Diario de Paz Colombia, de pasar a la acción.

Siempre miré la pintura. Y en un momento dado me dije: quizá yo mismo sea ello. Tardé quince años en llegar a algo. Empecé a hacer algo a los cuarenta y cinco años», comentó Bacon.

Quizás todo depende de la decisión, de esa especie de revelación donde se deja un camino y se decide, muchas veces desde cero, iniciar otro.

Esto no sólo se aprecia en el caso de Francis Bacon, quien murió en 1992 a los 82 años, siendo considerado uno de los artistas más reconocidos del siglo XX. Esta también es la historia de un pintor antioqueño llamado Jorge Valderrama.

De la optometría a la pintura

Jorge Valderrama pintor
Jorge Humberto Valderrama

Su primer acercamiento al arte fue en el colegio a través de la creación de carteleras escolares. A los 13 años vendió su primera obra, a un comprador que pensó que ese cuadro lo había hecho una persona famosa. Con el entusiasmo de ver que lo que había creado era apreciado, Valderrama continuó pintando todos los días. Podría haberse dedicado de una vez y para siempre a la pintura, pero no. Después de terminar el colegio, no estudió arte sino optometría.

Quince años después de pintar bajo sus propios métodos empíricos, un día Jorge Valderrama decidió cerrar los negocios de óptica que tenía y enfocarse en la pintura. Estudió artes plásticas en la Universidad de Antioquia y desde hace más de veinte años es un artista profesional.

En mis obras, especialmente texturizadas con su corporeidad táctil, me remito a una práctica geológica, al inventario de minerales, su catalogación, explotación y densidad matérica. Con esto busco privilegiarlos, seducirlos, domesticarlos para que ellos sean los vehículos expresivos. Elaboro imágenes y texturas provenientes de la invención, la investigación, la memoria y la especulación, con una constante: la tierra y los minerales como el elemento principal. Creo escenarios que se expanden en busca de sus límites pues no se encuentran en las fronteras de mis cuadros», explica Valderrama en un apartado de su currículum.

El fracaso va más allá del concepto de perdedor

La concepción del fracaso como potencia del hacer está muy lejos del concepto de fracasado, en inglés loser (perdedor). Porque entender el fracaso como una pérdida no permite que, gracias a la experiencia adquirida, aumente la resiliencia o capacidad de recuperarse y, por ende, la posibilidad de realizar algo mucho mejor de lo que se hizo la primera vez.

El fracaso en Japón es una mala palabra. Se cree en lo opuesto. Es importante fracasar una vez y obtener esa experiencia antes. Es la manera de descubrir cuáles son las propias debilidades y los puntos fuertes.

En el ecosistema del emprendimiento es común escuchar que fracasar no significa lo mismo que ser un perdedor. Es más bien una manera de obtener experiencia. Una mancha, al estilo de Bacon, de la cual puede salir algo útil.

Un libro investiga este tema: Causas de fracaso de los emprendedores. Aquí se profundiza en el fracaso como factor clave en el proceso emprendedor.

El entorno ideal para la innovación es aquel que celebra el éxito pero también acepta (incluso incentiva) el fracaso. En Estados Unidos, el pensamiento dominante es que el fracaso es únicamente una etapa en el camino al éxito.

Para ilustrar esta idea, varios ejemplos se mencionan en el libro. Por ejemplo, el caso de Thomas Alva Edison, quien realizó más de diez mil experimentos fracasados hasta obtener la primera bombilla. O el de Steve Jobs, quien vivió el fracaso cuando Apple lo sacó de la compañía que él mismo había creado. Y lo readmitieron cuando vieron que sólo él podía revolucionar el mercado con la creación de el iPod y el iPhone. Jayson DeMers lo dice de esta manera:

Steve Jobs no sólo era un gran emprendedor debido a sus grandes inventos, sino también por haberse recuperado de un fracaso insuperable.

Sin duda, entender el fracaso como oportunidad lleva a perder el miedo y a arriesgarse ya sea como artista, emprendedor o en cualquier quehacer que se desee realizar en la vida. Ya lo dijo Shakespeare en Hamlet:

«Sabemos lo que somos, pero no lo que podemos ser».

Escrito por

Periodista, dramaturgia y magíster en hermenéutica literaria que suele pintar. Lectora y actual estudiante de un doctorado en filosofía.

4 comentarios sobre “Lo que nos enseña el fracaso. Por qué fracasar no es ser un perdedor

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