El siguiente es un fragmento del libro Hoy es siempre todavía (Ariel, 2018), escrito por quien ha sido durante más de seis años ministro de salud en Colombia: Alejandro Gaviria. Lee también una reseña del libro escrita por Jaime Alejandro Hincapié, químico farmacéutico, investigador y profesor de la Univesidad de Antioquia.
Para presentar su último libro, en abril de 2018, el ministro de salud de Colombia, Alejandro Gaviria, escribió en su blog:
«Escribí este libro en los meses de enero y febrero del 2018. Había terminado mi tratamiento y recobrado mis fuerzas, y ya me sentía mejor. Renovado. Tenía un examen pendiente, una cita ominosa con mi destino. Sabía que mis días eran inciertos y que debía aprovechar la oportunidad. Escribí este libro, como dice el poeta, desde el tiempo presente, con la urgencia de contar mi historia. Tal vez esa sea la esencia de todo, de los días y los años de nuestras vidas: tener, al final de cuentas, una historia que contar y contarla a tiempo».
A continuación, un corto fragmento para animar a la lectura.
Hoy es siempre todavía
[…] Recordé muchas veces esta lectura después de mi diagnóstico de cáncer, con mi existencialismo de siempre y mi búsqueda personal de significado. Los seres humanos somos los únicos animales que vivimos bajo la sombra perpetua de la muerte. Algunos más que otros, pero todos, en algún momento, reflexionamos sobre la esencia, sobre el sentido de la vida.
Un año y medio antes de mi encuentro súbito con la mortalidad, antes del diagnóstico, había pronunciado un discurso de grado que parecía premonitorio. Parecía, digo: la vida es sobre todo una sucesión de coincidencias. Con el tiempo, dije entonces, los éxitos y los fracasos se relativizan. En cincuenta años los más felices serán los más amados y los más dignos de amor. La fama y la fortuna cuentan por un rato, pero al final importan menos. Mucho menos. Sin amor, sin amar y sin ser amado, tal vez no vale la pena nuestro tránsito efímero por este planetica.
Repetí esa frase muchas veces durante mi tratamiento, en varias entrevistas y conversaciones. No me arrepiento, pero tal vez sea tiempo de hacer algunas precisiones. También importa, creo, el amor indirecto, el trabajo que hacemos por los otros, por quienes no amamos, ni podemos amar, pues no conocemos. Al fin y al cabo, somos una especie cooperadora, dependemos de los otros, del conocimiento y el trabajo de los demás. La civilización radica en eso, en hacer compatibles el bienestar individual y el colectivo.
También son importantes los momentos felices. Todos tenemos un inventario personal de diminutas dichas. Yo hice mi lista en otro capítulo, pero la felicidad está sobrevalorada. «Lo bueno de la vida es complicarla», decía el profesor de filosofía que ya he mencionado varias veces. Tal vez la esencia de todo no sea la felicidad, sino tener, al final de la vida –como Paul Kalanithi, como Fernando Vallejo–, una buena historia que contar. Tal vez nuestra única defensa ante la muerte y la insignificancia consista en eso, en tener un diálogo con el mundo y contar el cuento de nuestra brega cuestra arriba. Contar el cuento. Eso es todo.
- Lee aquí una reseña del libro Hoy es siempre todavía, de Alejandro Gaviria
- Este libro fue publicado por Editorial Ariel (2018) y está disponible en las principales bibliotecas y librerías del país.
- Lee también un fragmento del libro Alguien tiene que llevar la contraria, de Alejandro Gaviria.
- Foto: ©Alejandro Gaviria