Durante toda la historia del conflicto armado colombiano, incluso desde mucho antes, en Colombia se habla del enemigo como un ente antagónico al que es preciso destruir por cualquier medio. Pero, un momento, ¿quién es el enemigo?, o mejor, ¿quién es tu enemigo?
El siguiente fragmento hace parte de la introducción de un estudio interdisciplinario hecho por el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia y publicado por Sílaba Editores en el año 2015. El estudio trata temas como el enemigo en los estudios sobre conflicto armado colombiano, el enemigo en el discurso del gobierno y las dinámicas de la construcción del enemigo en el discurso de las Farc y de los grupos paramilitares.
Entre los autores de este estudio se cuentan abogados, comunicadores, sicoanalistas, politólogos y trabajadores sociales. Para ellos, esta investigación permitió comprender las formas de identificación, clasificación y tratamiento de la enemistad en el período comprendido entre 1998 y 2010, las cuales se ajustan a las siguientes categorías: político o absoluto, necesario o contingente. Aquí, un fragmento para animar a la lectura.
La construcción del enemigo en el
conflicto armado colombiano
1998 – 2010
Introducción
En el conflicto armado colombiano el discurso se ha construido en un espacio simbólico de confrontación, con diferentes consecuencias en el campo político, social y bélico. Algunas formas de concebir y de enfrentar al enemigo, las cuales tienden a privarlo de su condición de persona, han llevado a los actores armados a traspasar las limitaciones impuestas por el Derecho Internacional Humanitario (legislación de Ginebra). El enemigo ha sido nombrado no solo como rival, contrincante u obstáculo, sino también como bandido, terrorista, monstruo, maleza, bestia, demente, canalla, etcétera. Esto ha servido para justificar la tortura física y psicológica, la humillación, la crueldad y el uso excesivo de la violencia.
No hay conflicto posible sin opuestos, sin la construcción de una otredad que significa, desde el punto de vista real o imaginario, riesgo y amenaza, pero que a la vez se necesita para sustentar, por ejemplo, la propia razón de ser. Sin embargo, cuando el oponente –trátese de cualquier persona, institución, comunidad, pueblo o nación– entra en la serie del enemigo que se tiene que eliminar, cuando se pretende su negación como ser humano para buscar su exterminio de una forma cruel, el conflicto se degrada.
Los estudios sobre el conflicto armado colombiano son amplios y variados, pero el problema de cómo se constituye el enemigo en el discurso de los actores armados no ha sido abordado de manera sistemática y teniendo en cuenta elementos sociopolíticos como subjetivos tal como se examina en esta investigación.
La pregunta que se desarrolla en este libro es la siguiente: ¿Cómo se construye discursivamente el enemigo en el conflicto armado colombiano, en el período comprendido entre 1998 y 2010 y cuáles son sus consecuencias en la manera de enfrentarlo?
Para responder esta pregunta fueron analizados un total de 368 documentos, distribuidos entre comunicados y discursos oficiales de los actores armados, entrevistas publicadas en medios de comunicación y acuerdos emitidos durante los procesos de diálogo y negociación, los cuales a su vez fueron articulados con elaboraciones teóricas de distintos autores clásicos que se han ocupado de reflexionar el problema de la enemistad, por ejemplo, Carl Scmitt, Chantal Mouffe, Umberto Eco, Sigmund Freud y Jaques Lacan.
Explicar cómo surge el enemigo y qué estatuto se le concede permitirá entender al lector por qué se exacerba la crueldad y se imponen los excesos contra todo aquél que no se considera parte del grupo o que no comparte los mismos intereses. En cuanto a la generación de conocimiento, en este libro se analiza, desde una perspectiva interdisciplinaria, cómo se ha construido y los giros que ha tenido en el contexto del conflicto armado colombiano el discurso sobre el enemigo, al igual que sus repercusiones concretas en las prácticas violentas de los actores bélicos. Otro aporte de la investigación consiste en explicar, en las producciones discursivas, por qué se introducen ideales comunes que legitiman el uso de la violencia.
Nuestra tesis es que en la estructura de la construcción del enemigo, hay en juego cuatro elementos: el enemigo político, el enemigo necesario, el enemigo absoluto y el enemigo contingente, los cuales entran en una relación dialéctica y el predominio de un elemento sobre el otro depende de la lógica el conflicto.
El enemigo político supone la existencia de otro, al cual no solo se reconoce como diferente, sino que se confronta debido a los desacuerdos y a la competencia por el poder. Sin embargo, dicha confrontación está sometida a unas reglas del juego que establecen ganadores y perdedores. La enemistad política es un componente fundamental de las democracias modernas, donde se reconoce su existencia y se establece un respto por la condición de oponente o contrincante, aunque a veces se llegue a la confrontación armada y se le declare, por ejemplo, delincuente debido a que sus formas de hacer oposición y mostrar el desacuerdo con lo establecido pueden ser consideradas transgresoras de la ley.
En este libro el enemigo absoluto se presenta como desligado de su humanidad, por lo tanto no se reconoce ningún límite moral ni racional que actúe como barrera para impedir o poner en cuestión internamente la decisión de aniquilarlo. La maniogra discursiva consiste en adjudicarle al enemigo una identidad animal o cosificarlo, tiene como objetivo distanciarlo del género humano y facilita psicológicamente que se le pueda cazar, capturar, descuartizar, criminalizar, torturar o matar, sin el más mínimo remordimiento ni compasión y sin el sentimiento de estarle desconociendo nungún derecho. Con la declaratoria de enemistad absoluta desaparece también la palabra, entendida como la posibilidad de «pacto, acuerdo, nos entendemos, estamos de acuerdo: esto te toca a ti, esto es mío, esto es esto y esto es lo otro»*.
En la batalla la palabra se utiliza para quitarle al otro lo que tiene de humano o subjetivo y proponer por su eliminación. Aquí se da por hecho que en tanto no hay nada que relativice la enemistad con quien se representa como enemigo absoluto, o sea como eso totalmente distinto a mí, no hay otra salida que aniquilarlo, pues de lo contrario, me aniquilará a mí y conmigo a todo lo que me rodea. Se actúa en lo real social de acuerdo con la fórmula lacaniana según la cual en el plano de la subjetividad el colmo de la intolerancia es: «o yo el otro». En esta investigación el enemigo absoluto viene a ocupar enl a estructura de la enemistad el lugar de alguien con quien no hay ninguna posibilidad de convivir.
La construcción simbólica del lugar denominado aquí enemigo absoluto, también puede producirse en gobiernos que se presentan como democráticos y puede justificarse y legitimarse, por ejemplo, en función de una doctrina de la seguridad; pero, contrario a lo que sucede con el enemigo político, el absoluto no es contitutivo de la democracia como espacio de pluralidad en donde la oposición, el disenso y la crítica no sólo son toleradas, sino deseables y también garantizadas en su existencia. [Continúa]
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Foto portada: © Natalia Botero
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