“Si el amor con hambre no dura, la paz con hambre tampoco”, es una de las afirmaciones del líder social y defensor de derechos humanos Ricardo Esquivia Ballestas. En el siguiente texto, el hoy director de la asociación Sembrandopaz presenta una versión abreviada del modelo de comunidades sustentables que implementan desde hace décadas en los Montes de María. Lee también su reflexión: Tenemos que ser vigías de la esperanza.

Nosotros creemos que no se puede dejar algo tan serio como la paz solamente en manos del gobierno. El gobierno no tiene la capacidad de construir la paz. Si pudiera, lo habría hecho hace doscientos años. Los que podemos construir la paz somos los ciudadanos. Una sociedad civil organizada, enterada, que se movilice, que incida, que se prepare.
Decimos que necesitamos construir comunidades sustentables. Y esa sustentabilidad es como si fuera un pájaro que vuela y que tiene en principio dos alas.
A un ala la llamamos cultura política, porque la gente tiene que entender la política, tiene que rescatar el bello arte que tienen los pueblos de realizar sus sueños; no confundirla con partidismo o solamente con las elecciones. La gente tiene que aprender sobre resolución de conflictos, derechos humanos, transformación, reconciliación, justicia restaurativa, cultura de paz, todo eso es clave. Debemos entender al Estado para poder reclamar ante el Estado.
Pero como decimos en Colombia, “amor con hambre no dura”, entonces creemos que la paz con hambre tampoco. Por eso es importante tener esta otra ala del pájaro, que nosotros llamamos economía para el buen vivir: entender qué es la riqueza y aprender a generar riqueza, pero sobre todo entender que el dinero representa la riqueza, pero no es la riqueza. Y si el dinero no es la riqueza, entonces la falta de dinero tampoco es la pobreza. Aquí vemos que la pobreza es más bien la incapacidad que tienen los pueblos para aprovechar y utilizar bien sus recursos. Por eso promovemos el desarrollo sustentable, orgánico.
Luego decimos que el pájaro no se puede quedar volando para siempre, que tiene que aterrizar. Así que aterriza en dos patas.
Una de esas patas tiene dos dedos. Uno es la ética: el compromiso interno, no solamente la moral externa, sino el compromiso interno de cumplir algo. Nuestro pueblo tiene que hacer un compromiso ético, por un lado, con la no-violencia, sobre todo los jóvenes: no entrenarse nunca más para la guerra, no llegar a ser victimarios. Y el otro compromiso ético es con el medio ambiente: respetar la naturaleza, entender de qué vale luchar por todos estos derechos si las nuevas generaciones no van a tener donde vivir.
Y el otro dedo de esa pata es la espiritualidad, esa concepción de que hacemos parte de un todo. Debemos trabajar el espíritu porque cuando uno se siente en paz, puede trabajar. Mucha gente confunde religión con espiritualidad, pero la espiritualidad es algo más que la religión. En Colombia, sobre todo por el conflicto armado, hay muchas familias con el alma rota, entonces necesitamos trabajar también la memoria, el trauma, la reconstrucción.
La otra pata también tiene dos dedos: uno es la estética, porque hay que trabajar la belleza; y la otra es el arte, porque sin arte y sin belleza es imposible que un pueblo se transforme. A través de la cultura se puede mirar la memoria, encontrar un lenguaje que sea capaz de transmitir ese pensamiento simbólico, diferente. Entonces debemos acompañar a los jóvenes de tal manera que ellos puedan trabajar la música, la poesía, la gaita, el teatro.
Y en ese compromiso ético de la no violencia, estos jóvenes se organizan para que el Estado –así como capacita a los jóvenes para la guerra, con el servicio militar obligatorio– también los capacite para la construcción de paz. Usando los mismos recursos que se utilizan para la guerra, podamos tener un buen equipo de jóvenes entrenados para construir la paz.
Bajo esas cuatro perspectivas decimos que tenemos una propuesta holística que hay que llevar a las comunidades. Y eso es lo que estamos haciendo desde Sembrandopaz.
La gente realmente quiere la paz, la gente quiere vivir mejor, y quiere ser mejor persona, a nivel general. Entonces siempre que la gente ve opciones, oportunidades de transformarse, de transformar a su familia, de transformar su entorno, ellos están listos para trabajar.
Si uno logra que la gente entienda que todo eso que estamos hablando va a favorecerlos directamente y que no es solo teoría, ellos mismos deciden participar en esa transformación y a la vez ser vigías de la esperanza.
Para saber más sobre el trabajo de esta asociación, lee: Generar espacios de confianza para construir una paz duradera. La experiencia de Sembrandopaz.
Visita el sitio web de la asociación Sembrandopaz y síguelos en sus redes sociales.
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Recuperar las tradiciones, el retomar el control de la vida propia, de la comunidad, es otra forma de resistir la violencia, y esto debe ir acompañado de otras estrategias como lo dice Ricardo Esquivia, porque los daños que deja la violencia no sólo se limita a daño físicos y económicos; también se generan daños morales e inmateriales, que no se pueden dejar de lado.
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