¿Por qué en Colombia se sigue usando el término posconflicto, cuando se sabe que es más acertado hablar de posacuerdo? ¿Qué queremos decir con lo uno o lo otro? Estas son algunas razones por las cuales, según estudiosos de la materia, deberíamos decir posacuerdo. Un texto de la serie Paz en Colombia.
En los últimos años –sobre todo a raíz del inicio de los diálogos de paz en La Habana, Cuba, en septiembre de 2012– se ha popularizado un término que resulta inadecuado para hablar del momento presente en Colombia. Instituciones oficiales, comunidad internacional, periodistas, algunos académicos y muchísimos colombianos usan cada día la palabra posconflicto, pero, ¿por qué es más acertado decir posacuerdo?
En un artículo titulado «El posacuerdo en Colombia y los nuevos retos de la seguridad», publicado en el año 2016, el profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, José Alejandro Cepeda Jiménez, explica por qué:
La respuesta reside en que la paz –una paz estable y duradera– requiere de una construcción adicional, que va más allá de la ausencia del conflicto.
Este proceso de ajuste, reconciliación, revaloración humanista y reencuentro del proyecto nacional no puede ser una paz incompleta. Una paz en la que parte de la clase política (como lo ha señalado el mundo académico desde hace años) ha aceptado públicamente por primera vez, siguiendo los conceptos de estudiosos de los conflictos como Johan Galtung (1969), que un acuerdo con las FARC implica un importante avance, pero se limita a una «paz negativa», en el sentido de que finiquitar la violencia armada es la puerta para avanzar en el posconflicto donde habría que trabajar a favor de una «paz positiva», en la que estructuralmente las condiciones mínimas de desarrollo y justicia para la mayoría de colombianos deben ser garantizadas.
Según el profesor, la firma de la paz significa –a pesar de su gran valor– el arribo del posacuerdo, más no necesariamente el del posconflicto, en el cual la reconstrucción del país puede demorar tanto como el conflicto armado experimentado. Todos los conflictos no terminan, como se ha dicho tanto, solo con dejar las armas.
“En Colombia no se puede hablar de posconflicto de manera general [pues] siguen vigentes varios conflictos armados. Es mejor hablar de posacuerdo con las FARC», precisó en una entrevista Daniel Cahen, coordinador de la Unidad Jurídica del Comité Internacional de la Cruz Roja en Colombia.
Por su parte, los docentes e investigadores de la Universidad de San Buenaventura Medellín, Alfonso Insuasty y Eulalia Borja, en un artículo académico afirman que la negociación y el Acuerdo no representan el “fin del conflicto” sino que, «por el contrario, nuestras sociedades requieren de mayores y mejores conflictos, en tanto la naturaleza del ser humano es de por sí conflictiva; de lo que se trata es de tramitar dichos conflictos sin tener que eliminar “al otro”.
En este mismo sentido, señala la columnista Adelaida Nikolayeva en su artículo «¿Posconflicto o posacuerdo?», «las contradicciones sociales son inherentes a todas las sociedades, hasta las más democráticas. Incluso los llamados Estados de Bienestar experimentan conflictos también, luchas sindicales, ciudadanas, políticas, etc. No se conoce una sociedad que no sufra conflictos o contradicciones por más “light” que éstos sean».
En el caso del conflicto armado colombiano, como afirma Eduardo Pizarro Leongómez en su libro Cambiar el futuro: Historia de los procesos de paz en Colombia (1981-2016), «se acumulan por miles las «deudas de sangre» y se generan interminables ciclos de violencia y contraviolencia».
El término posconflicto, entonces, según la definición de la Universidad del Rosario, es el «Período de tiempo que sigue a la superación total o parcial de los conflictos armados. Puede entenderse como un concepto de un único atributo: la reducción del número de homicidios relacionados con el conflicto por debajo de un umbral determinado, que le otorga o le niega el estatus de conflicto activo». El Acuerdo Final de Paz firmado en 2016 por el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC cerró solo una confrontación armada de larga duración, no eliminó, de una vez para siempre con la firma, todos los conflictos.
Así que, en este periodo de transición que tantos han denominado y siguien llamando posconflicto, el lenguaje juega un rol vital y tiene repercusiones en el efecto del mensaje que se quiere transmitir. Como sugiere Ética Segura de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano: «Que periodistas y medios de comunicación hablemos de posconflicto al referirnos a las consecuencias de la negociación con las FARC es magnificar las dimensiones del Acuerdo».
Esta precisión se viene haciendo desde el año 2016. Sin embargo, el término se sigue usando en los medios y, de paso, generando confusiones en discusiones cotidianas. ¿Por qué será?
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