«Afuera crece un mundo»: África es la libertad



En noviembre de 2021, la comunidad del Club de Lectura de Diario de Paz se unió en torno a una novela que nos llevó a la Colombia en los tiempos del cimarronaje, aquellos procesos de resistencia frente al sistema colonial neogranadino en que los esclavos negros huían de sus propietarios. En esta reseña, Gerardo Ovalle presenta la novela y comienza ofreciéndonos un marco histórico necesario para ubicarnos en el contexto de la historia. Aquí puedes encontrar el comienzo del libro. Gracias por leer y compartir.


Por Gerardo Ovalle [Bogotá]

Esta novela de Adelaida Fernández Ochoa nos lleva a la Colombia de 1840. Han pasado diez años de la muerte de Simón Bolívar (1830), pero los que le apoyaban y los seguidores de Francisco de Paula Santander persisten en sus confrontaciones.

Faltan once años para que José Hilario López decrete oficialmente la abolición de la esclavitud (1851). Varios lustros atrás (1825) se prohibió el comercio de seres humanos y algunos esclavos, gracias a que se unieron al ejército libertador; llevan siendo libertos durante casi veinticinco años.

En 1837, José Ignacio Márquez –boyacense partidario de Bolívar– es elegido presidente y, estando en el cargo, aprovecha para modificar la ley de partos de 1821, con la cual Bolívar otorgaba la libertad al cumplir los 18 años a cualquier negro nacido de esclavo. Márquez extiende la manumisión de los 18 a los 25 años e impone que los esclavos deben tener formación católica y educación en un oficio por parte de sus amos, esto con el fin de que alcancen su “civilización”. Por supuesto, el verdadero motivo consistía en demorar la obtención de la libertad y poder seguir usando a los esclavos como mano de obra gratuita.

Como parte de esa estrategia, Márquez ordena el cierre de todo convento con menos de ocho religiosos. El cierre de cuatro conventos en Pasto, la expropiación de los bienes de los religiosos para que sean vendidos y financiar así la educación de los esclavos, y la expulsión de los monjes, hacen que José María Obando aproveche las circunstancias. Obando había sido vicepresidente encargado de la República de Nueva Granada en 1831 y luego sería elegido presidente entre 1853 y 1857.

Como se relata en la novela de Fernández, él y su pequeño ejército, en compañía de un grupo de cimarrones entre los que se encuentra Nay de Gambia, se unieron a la rebelión en contra de Márquez, una confrontación a la que se le llamaría la Guerra de los Supremos.

“Obando dispone su plan de ataque, él no advierte amenaza alguna, le inventa al enemigo una debilidad: ser una espada oficialista dando bandazos en el cerco de Los Supremos tendido desde Timbío hasta Antioquia y Mariquita, y no mira en otra dirección porque quiere a Mosquera vencido, pues con la espada de su lengua le decapitó la honra cientos de veces por espacio de una década”.

En su novela María, el autor colombiano Jorge Isaacs (1837 – 1895) empleó cuatro capítulospara contarnos la historia de Nay de Gambia: la princesa arrancada de África y traída de contrabando, en un momento en el cual ya estaba vigente la prohibición del comercio de seres humanos. En Afuera crece un mundo, Adelaida Fernández Ochoa nos muestra la otra cara de la esclava conocida como Feliciana. Aquí, la eterna búsqueda de la verdadera libertad y no el espejismo de las letras de la carta de horro, cobran sentido en la voz de Nay. Su ayuda a la causa de los cimarrones desde la hacienda de Santa Ruda resulta delicada, pero no hay nadie como Nay para sortear los peligros.

“Esas ausencias que cubren las hermanas de nación, esas acciones que realizo en favor de cada campaña que desfila por esta comarca, me representan monsergas y algunos azotes… Cuando me voy, ellas cubren mi retirada con gran imaginación. Me encuentro lejos si ellas así lo determinan, o cerca si me quieren en la huerta haciendo conjuros contra plagas y otras ruinas, ellas tienen el don de figurarme detrás del palo de níspero capturando los males para echarlos en la hoguera”.

Nay de Gambia no está sola, su hijo Sundiata le sirve de apoyo y le brinda la fuerza necesaria para luchar por un futuro mejor. Nay hará todo por proteger la vida de Sundiata. Lo que era una búsqueda incesante por encontrar a su amado Sinar, se convierte en una aventura a través de la selva, los ríos tempestuosos y el mar. Sundiata, a su vez, también persigue el sueño de su madre, ha aprendido como es debido y sabe muy bien cuándo correr por la jungla como si fuera un animal o cuándo inclinar la cabeza aparentando obediencia ante los blancos.

“Sé volverme paso de jaguar, carrera de ardilla, salto de mico, me zambullo en la hojarasca y repto como una culebra, si voltean a mirar, soy las bestias del monte y sus ruidos, puedo hasta morder y no ser yo”.

Todos percibimos la libertad de manera diferente, para el que está postrado en una silla de ruedas o en una cama, libertad es caminar; para los pájaros que permanecen enjaulados, libertad es volar; para el que quiere conocer el mundo, libertad es viajar. Nay sabe que afuera crece un mundo, Nay ha saboreado la libertad, así que para Nay de Gambia solo un vocablo podría representar la libertad: África.

«…sólo quiero volver porque entre África y yo hay una herida que sangra y yo la voy a cerrar; para eso quiero volver. ¿Cómo la vas a cerrar? Uniéndome a ella, hincando mis rodillas en esa tierra, abrazando a mi gente, hablando mi habla y elevando mis plegarias al cielo donde está mi Dios. Las cosas cambian, mi Nay, también Dios. Voy a recuperar un pedazo de mí».

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Ingeniero de sistemas apasionado de la lectura. Mi papá acostumbraba a leer novelas de bolsillo, las que más le gustaban eran las de vaqueros, primero se quedaron en mi memoria los nombres de Keith Luger, Silver Kane y Marcial Lafuente Estefanía; antes que los de Garcia Márquez o Rafael Pombo. Los mundos que descubría a través de cada página tan solo avivaban el deseo por leer más y ahora después de tanto tiempo el fuego no se extingue.

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