Por estos días, los habitantes de Quibdó pueden viajar con su imaginación al fondo del mar y sentir cómo palpita el corazón de las ballenas. Durante la Fiesta de la Lectura y la Escritura en el Chocó, FLECHO 2019, que se celebra por estos días en Quibdó bajo el lema «Somos agua», hay espacio para otros formatos de lectura que cuentan historias, cautivan e invitan a pensar en lo que ocurre en el mundo. Así se vive en la ciudad «Latidos Marinos».
Tú corazón o el mío hace bum-bum unas 60 veces por minuto. A veces va más rápido, cuando pasamos del estado de reposo para correr, nadar o bailar.
Hay corazones que laten entre ocho y diez veces por minuto, que no son del tamaño de una mano empuñada, sino del tamaño de un gran globo de navidad. Un corazón de esos no pertenece a un ser humano, sino a un ser extraordinario y gigantesco: una ballena, ese mamífero que vive en el mar, dibujado en los cuentos infantiles y protagonista de historias memorables como la novela Moby Dick, de Herman Melville.
“Si quieres ver una ballena, mantén la vista en el mar”, lee Diego en voz alta, un muchacho alto, delgado, de gafas de aviador y boina gris. Carolina, su compañera, recorre el lugar mostrando las páginas abiertas del libro Si quieres ver una ballena de Julie Fogliano. Sentados en el suelo, cuarenta adolescentes escuchan la historia. Dejaron sus clases habituales en el colegio MIA Rogelio Velásquez para llegar hasta el Convento de Quibdó, junto al Malecón, uno de los lugares donde se lleva a cabo la Fiesta de la Lectura y la Escritura del Chocó.
A esta ciudad también llegaron Carolina Naranjo y Diego Pérez para compartir Latidos Marinos, un proyecto que nació en el año 2018 y que combina la experimentación tecnológica, la realidad virtual, la ecología, el amor por el mar y la fascinación por las ballenas.
Ellos hacen parte del colectivo Ecos, un espacio para soñar y trabajar duro para hacer realidad las ideas. Para la investigación se unieron con Madre Agua, un grupo de biólogos establecidos en el municipio de Bahía Solano. Allá hicieron avistamiento de ballenas, escucharon sus cantos y siguieron muy de cerca a estos animales. Luego, con apoyo del Exploratorio del Parque Explora y un estímulo de la Alcaldía de Medellín, Latidos Marinos tomó forma y fuerza.
“Nos conectamos con personas que llevan años investigando los cantos de las ballenas. Aunque en realidad no hemos descubierto por qué cantan, sí sabemos que para esta especie los cantos son una forma de expresión y pueden hacerlo hasta por veinte horas seguidas. Esto sigue siendo tan enigmático como apasionante”, cuenta Diego sin contener su emoción.
Mientras los chicos y la seño Miriam Vergara, la profe, ven correr el Atrato por la ventana del salón del Convento, responden al mismo tiempo, en coro disparejo, las preguntas que Carolina y Diego les hacen sobre las ballenas.
Casi todos creen que estos mamíferos están más cerca de las playas del Caribe, allá donde abundan turistas que pasean por las playas. No saben a que a unos cien kilómetros de Quibdó está Bahía Solano, una distancia similar a la que hay, por ejemplo, entre Bogotá y Girardot o entre Medellín y Andes, rutas que demorarían tres horas en carro.
Pero acá, en Quibdó, la capital del único departamento que tiene dos mares, no hay carreteras hacia Bahía Solano; solo pueden llegar en avión. Pero a medida que avanza el taller estos chicos van descubriendo que pueden imitar los cantos de las ballenas y que están más cerca de ellas de lo que se imaginan.
A pocos pasos de donde sucede este encuentro entre investigadores y estudiantes, está la exposición 360 de Latidos Marinos, un evento que, como dice Carolina, “quiere llevar las ballenas a todas partes para que entendamos qué son estos seres y por qué debemos cuidarlos”. Carolina habla de un video que los participantes pueden ver con unas gafas de realidad virtual, un video que, durante siete minutos, hace olvidar a los espectadores que están frente al tercer río más navegable del país y los sumerge en el fondo del mar para ver pasar de cerca las imponentes ballenas jorobadas, escuchar sus cantos y la frecuencia de sus corazones. Esta experiencia invita a abrazar a las ballenas, a amarlas, a sentir que somos agua.
“Si nos ponemos a pensar por qué somos agua, tendríamos que remitirnos al origen mismo de la vida. El agua ha cambiado el curso de la historia, permitió que se desarrollaran microorganismos. Hay un océano gigante, las especies salieron a la tierra. Los seres humanos volvemos al río, al mar, a los nacimientos de agua; tenemos una relación muy directa. Así que preguntarnos si somos agua es preguntarnos si estamos vivos”, cuenta Diego.
El proyecto Latidos Marinos llegó a FLECHO porque, además de ser una fiesta que gira entorno a los libros, busca también crear espacios para socializar otros formatos y mecanismos que cuentan historias, cautivan e invitan a pensar sobre lo que ocurre en otros lugares del mundo y en el propio mundo.
“La realidad virtual es una forma de promover la lectura, la escritura y la imaginación en niños y adultos”, cuenta Diego.
Y Carolina, a quien las gafas tampoco le ocultan la expresión alegre de sus ojos, siente que estar aquí tiene sentido porque la realidad, el contexto, los lugares y la vida se leen. “En lo cotidiano podemos leer de muchas maneras. Cuando nuestros ojos se enfocan en algo para hacernos un recuadro de la realidad o dejan pasar detalles del día, estamos haciendo otro tipo de lecturas”. Justo ahí está la magia de FLECHO.
- Este artículo hace parte de un especial de contenidos sobre la Fiesta de la Lectura y la Escritura FLECHO 2019 que se celebra en Chocó, Colombia. Hecho en colaboración con el Plan Ciudadano de Lectura, Escritura y Oralidad de Medellín y el equipo de comunicaciones de FLECHO.
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Fotos: Mateo Hernández