“Aunque tengo miedo, estoy aquí”: Luz Marina Giraldo


Luz Marina Giraldo es excombatiente de la guerrilla de las Farc y firmante del Acuerdo de Paz en Colombia. Después de dejar las armas, fue candidata al Concejo del municipio de Mesetas, Meta. Su esposo, Alexander Parra, también excombatiente, fue asesinado el 24 de octubre de 2019. Este testimonio fue concedido durante el Encuentro de Escucha que propició la Comisión de la Verdad el 9 de marzo de 2020. ¿Cuál es su mensaje para los colombianos? Parte del especial La paz en la voz de excombatientes de las Farc.

Especial_La paz en la voz de los excombatientes

Estoy aquí en nombre de mi esposo y en nombre de todos esos hombres que han perdido la vida. Esos hombres y mujeres que creyeron en la paz y quisieron su dejación efectiva de las armas. Que le apostaron a un mejor país.

Nosotros los que vivimos la guerra en carne propia, estamos convencidos de que la guerra no es el camino. Y por eso, estamos firmes en este proceso. Sin embargo, ese miedo que sentíamos cuando estábamos en armas, uniformados, esperando que un enfrentamiento nos quitara la vida, es el mismo miedo que sentimos hoy, cada vez que salimos de nuestra casa. Y ese miedo se está extendiendo no solamente a nosotros, sino a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros hermanos.

Estoy aquí porque muchas de mis compañeras que han perdido a sus esposos, igual que yo, están sumidas en el miedo. Y no quieren, no tienen el valor de enfrentarlo. Y el miedo hay que enfrentarlo. Por eso, aunque tengo miedo, estoy aquí. 

Estoy aquí porque quiero que ustedes entiendan que nosotros los firmantes del Acuerdo, estamos comprometidos con la paz. Que este Acuerdo no lo firmamos con un presidente en particular, lo firmamos con el Estado. Y el compromiso de cumplimiento es con el pueblo, con la comunidad internacional. Y les consta que, a costa de nuestra propia vida, estamos firmes.

La seguridad no se reduce a un esquema de protección, ni a un batallón cerca de un ETCR (Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación), donde me tocó vivir una experiencia desafortunada. Creímos que el ETCR era ese lugar seguro, donde nosotros llegábamos y creíamos que allí íbamos a estar protegidos. Pero no fue así. En el comedor de mi casa, jugando ajedrez, indefenso, fue asesinado mi esposo. 

¿A quién le reclamo si no es al incumplimiento sistemático del Acuerdo de Paz? Porque es que el Acuerdo de Paz encierra muchísimas cosas que van mucho más allá de un proyecto productivo para mí o de un escolta para mí. El Acuerdo de Paz incluye ese factor que lleva a Colombia sumida en el problema social por toda la vida. No hablemos de 200, 300, ni 50 años. Porque el motivo principal por el que se creó las Farc, es por el mismo motivo que estamos viviendo hoy: esas violencias en territorio, ese atropello de quien debería cuidarnos a nosotros, que es el Estado. 

No es azar que la Reforma Rural Integral haya quedado en el primer punto del Acuerdo. Fue así porque muchas personas que estuvieron en la mesa de negociación consideraron que era lo más importante y que sigue siendo lo más importante. 

Hay un problema social que se ha creado a través de todo este incumplimiento y es que nos está matando a nosotros. Como decía un Comisionado de Paz: Lo que nos mata más es la indiferencia. Esa indiferencia que tiene el pueblo colombiano. Que si es un ex combatiente: “se lo merece”, porque me lo dijeron a mí:“¿Y qué esperaba si su esposo era un terrorista?”. Yo me pregunto: ¿Y acaso a las viudas de los militares, no les dolía? Sí, nosotros sabemos eso. Y por eso estamos comprometidos con el Acuerdo de Paz, porque sabemos de primera mano lo que duele enterrar a un ser querido. 

No se vale… No se vale… De verdad que no se vale…

El pueblo colombiano debe apropiarse de esto. No le podemos indilgar esa responsabilidad únicamente al gobierno de turno, porque si sus intereses no están en la paz, no lo van a cumplir. En la medida en que el pueblo colombiano se apropie del Acuerdo y exija su cumplimiento, nosotros vamos a poder ver hecho realidad el sueño de paz. Y lo dije en un conversatorio: “Ni siquiera lo hagan por mí, tíldenme a mí de lo que quieran, yo sé lo que soy. Háganlo por sus hijos, por su familia”.  

Yo no quiero que nadie viva lo que estoy viviendo. Tampoco lo que viven las esposas de los excombatientes que han sido enterrados. Ni lo que viven esos niños que se quedaron sin un padre. A mis hijos la guerra les negó la posibilidad de tener un padre, porque su padre biológico murió en la guerra. Y luego, la única figura paterna que tuvieron, también se los arrebató la paz. Tuvieron que verlo agonizar en sus brazos. Esto no tiene por qué seguir pasando, ni a mis hijos, ni a los hijos de nadie. 

Hay un compromiso social que tenemos todos. ¿Qué estoy haciendo desde mi individualidad, desde mi persona, para garantizar que el Acuerdo de Paz se cumpla?

Nos metieron en la cabeza que a los guerrilleros les dieron yo no sé cuantos millones, y una casa y un barco, y un carro y yo no sé qué más cosas. Entonces, cada vez que matan a un guerrillero van a decir, “No, el Estado se está ahorrando dinero, y ya no nos tienen que quitar a nosotros”. Eso es mentira. 

Entiendan que la paz es necesaria para las futuras generaciones. Son mis hijos los que quizá van a ir a ser carne de cañón. Son sus hijos. Porque la guerra no discrimina. Y como nosotros sabemos los horrores de la guerra, no queremos que se repita. 

Invito a todos a que hagamos un alto en el camino y pensemos: ¿cuál es mi nivel de indiferencia? ¿Qué tanto realmente me importa el Acuerdo de Paz?

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Ilustraciones: © Andrés Caicedo Hernández

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