En 2020, desde Diario de Paz Colombia nos unimos a la conmemoración de los cien años de Manuel Zapata Olivella y propusimos la lectura en colectivo de una de sus más reconocidas obras. Este texto hace parte del especial Leer para entender Changó, el gran putas, creado en colaboración con los lectores del Club de Lectura Virtual. Si aún no lo has hecho, aquí puedes unirte.
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Por Alfredo Vélez*
El negro es bello —¡lo es!—
pero su verdadera hermosura
reside en la conciencia
que tiene de su libertad.
Manuela Zapata Olivella
Designio de incoar un proceso —el vuestro—;
de armar un alegato —el vuestro—;
más antigua querella —la vuestra.
Apelo a vosotros,
¡creyentes!
Necesito de vosotros y
de todos los seres
de condición contradicha.
Jorge Zalamea
La obra de Manuel Zapata Olivella, Changó, el gran putas, presenta una querella sobre la infamia de la discriminación de la comunidad afrodescendiente en América. Esta querella, inserta en la piel de los esclavizados y tatuada por los espíritus ancestrales, se sustenta en la cosmovisión del pueblo negro y es un llamado a construir un camino de libertad y una oportunidad de elegir con conciencia.
“¡Eía! ¿Estáis todos aquí?
Que no falte ningún Ancestro
en la hora de la gran iniciación
para consagrar a Nagó
el escogido navegante
capitán en el exilio
de los condenados de Changó”.
Changó, el gran putas es el derrotero y manifiesto de la comunidad negra porque invita al lector, como lo expresa Manuel Zapata Olivella al comienzo de la obra, a subir “a bordo de esta novela como uno de los tantos millones de africanos prisioneros en las naos negreras; y siéntete libre aunque te aten las cadenas”. Esta obra puede leerse de la mano de textos como La ceiba de la memoria de Roberto Burgos Cantor (1948-2018), quien también reflexiona sobre la esclavitud y el papel de los jesuitas Pedro Claver y Alonso Sandoval en la señorial Cartagena de Indias, y la novela de William Ospina El país de la canela que, si bien no está relacionada directamente con la comunidad negra, si lo está con la conquista española, siendo un mismo hilo conductor el que une a los hermanos en desgracia: indígenas y afrodescendientes: otra cara de la violencia conquistadora de los europeos en América.
La epopeya descrita por Zapata Olivella cumple el propósito de presentar de manera completa un problema: la historia de quienes pasaron de ser señores autónomos a ser seres humanos esclavizados, arrebatados (otra manera de ser desplazados) de manera violenta de su África del alma, para ser adoctrinados por la “loba blanca”, expresión que utiliza el autor para caracterizar a los blancos esclavistas o racistas; una loba encarnada en los conquistadores, sacerdotes y negreros. La expropiación de las tierras del continente americano ya había sido adelantada por los conquistadores que llegaron con la cruz, sus espadas, sus caballos, sus perros, sus enfermedades.
En Changó, el gran putas,
podría decirse que la comunidad negra recobra su memoria histórica.
«En barcos de muerte
esclavos sin sombras,
zombis
ausentes de sí mismos
proscritos en América
la tierra del martirio».
¡Tierra, Tierra!, gritaba Rodrigo de Triana, marinero sevillano que acompañaba a Cristóbal Colón en su primer viaje. Era el grito ante la exuberante belleza del verde y azul de los territorios en donde estaban asentados los pueblos originarios. C,on la llegada de la «loba blanca» y de sus emisarios, futuros usurpadores, conquistadores, colonizadores, se inició el descubrimiento-encubrimiento de estas tierras de América.
En esta historia se aprecia la aventura de la apropiación, del despojo, de la conquista y destrucción material y, en parte, del espíritu de los pueblos de América. Los emisarios de la «loba blanca» implementaron una cosmovisión que aseguraba que el rey era soberano por derecho divino y que ni los indígenas ni los negros esclavizados tenían alma.
Esa cosmovisión facilitó gobernar, por siglos, en estas tierras, lo que constituyó una violación de los territorios, de los cuerpos y del espíritu, ancla de los orígenes de la violencia en nuestro país. Como asegura Martín Baró (1988: 24), citado por D’abbraccio,
“la violencia tiene un carácter histórico, que se debe entender en el contexto social que se produce, y los actos de violencia tienen una dinámica propia, autónoma que los multiplica. Con ello se desnaturaliza la violencia, lo cual lleva a buscar los orígenes de ésta, generada por prácticas sociales violentas”.
Aquello que narra Zapata Olivella es una oportunidad que tiene la comunidad negra para exorcizar los atropellos, las violaciones de sus mujeres, los latigazos, las traiciones, la discriminación, los engaños, la instrumentalización de los sujetos para luchar y destruir a otras comunidades. Su lectura permite hacer conciencia y observar que aquello que ocurría en épocas pasadas sigue ocurriendo, tanto en los sueños como en los proyectos libertarios de la comunidad negra.
La novela de Zapata Olivella encierra los lineamientos políticos de los afrodescendientes en Colombia, pues las reivindicaciones de ahora son las mismas, para no ir muy lejos, de las de hace un siglo: reconocimiento, organización, no a la discriminación, tener barrios y viviendas decentes, el acceso a la educación con igualdad, el respeto por la identidad. Aquí habría que tener en cuenta al Movimiento del Niágara, una organización de derechos civiles para negros en Estados Unidos que, en el año 1905, publicó su declaración de principios, entre los cuales estaban: el sufragio para las mujeres, la igualdad de oportunidades económicas, el acceso a la educación, el tratamiento igualitario ante la justicia, entre otros. En Colombia existen diversas organizaciones, una de ellas es el Movimiento Nacional Afrocolombiano CIMARRÓN, organización que nació en 1982 y cuya llamado es, en palabras de su director, el sociólogo Juan de Dios Mosquera: “Somos portadores de la africanidad”.
Asimismo, la novela en cuestión señala las posibles alianzas con otras clases sociales para lograr sus reivindicaciones. Así lo enuncia el autor en Chango, el gran putas:
Tratamos de hacer comprender a los obreros blancos que también ellos se hundirían si no se suman a nuestras reivindicaciones / ¡El socialismo es la única patria posible donde puedan vivir libres los oprimidos de todas las razas!
Constituirse en negro implica el reconocimiento de sí mismo, de la propia identidad, pues sin esa conciencia de sí mismo, el negro no puede reclamar el reconocimiento de los otros; si lo sucedido no se constituye en un hecho querellable, no se puede “armar un alegato” ante una sociedad que ejerce su poder discriminador. Esa identidad debe estar estructurada por la narración de la travesía de los cimarrones a través de mares, senderos selváticos, ríos, caminos que desembocan en la «tía» Ann, en Malcolm X, en Burghardt Du Bois, en Agne Brown, Simón Bolívar, Toussaint-Louverture, Benkos Biohó, José Prudencio Padilla, Juan José Nieto, Nelson Mandela, Martin Luther King, Barack Obama, Mabel Lara, Chocquibtown, Ricardo Torres, Catherine Ibargüen, Paula Marcela Moreno…, en palabras de Zapata Olivella:
“El Poder Negro no es solo un reclamo de igualdades sociales, civiles y económicas, sino también de identidades. ¡El poder de ser negros!”.
En este sentido, hay que romper con la maldición de Changó, pues un pueblo no puede ser condenado cual Prometeo a sufrir el yugo de la discriminación y la esclavitud (colonización) del espíritu-materia. En sus manos está romper con todas esas cadenas y realizar el sueño libertario, pues el ser afrodescendientes debe ir más allá de la indignación por su suerte. Como lo expresa Manuel Zapata Olivella: «¡Ya es hora de que comprendáis que el tiempo para los vivos no es inagotable!«.

* Alfredo Vélez es docente jubilado y participante activo del Club de Lectura Virtual.
Referencia en el texto
D´abbraccio Kreutzer, Guillermo Alejandro. (2005). Identidades y violencias en el ser colombiano como construcción histórica y social. Novum. Número 30.
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