En 1959 una librera alemana llamada Godula Buchholz viajó por el río San Juan, en una travesía vacacional y antropológica por el Pacífico colombiano. Casi setenta años después, las memorias y fotografías de su viaje, junto con dos epístolas de la autora chocoana Velia Vidal Romero, se publican en un libro que no se parece a ningún otro: Oír somos río.
Por Koleia Bungard
En octubre de 2019 se publicó en Colombia un libro atípico, único en más de un sentido. Se trata de un cruce de memorias de dos mujeres que, en su juventud, navegaron por un mismo río, aunque en direcciones opuestas: una viajó corriente arriba y la otra corriente abajo del río San Juan. Luego, cada una en su momento y a su manera, se sentó a escribir los recuerdos y, en un tono más literario que anecdótico, unas veces testimonial y otras epistolar, gracias a la visión de dos creativos editores, ambas memorias se convirtieron en libro, y no en cualquier libro.

Oír somos río tiene varias particularidades, empezando por su título, que es una frase palíndroma: puede leerse igual en los dos sentidos. Sus autoras nacieron en dos países y en dos tiempos muy distintos y distantes: Godula Buchholz nació en Alemania en los años treinta y vivió en Bogotá desde finales de los años cincuenta hasta mediados de los años sesenta, pues su padre había llegado a Bogotá en 1950 en donde fundó la librería Buchholz, en la Avenida Jiménez No. 8-40.
Velia Vidal Romero, por su parte, es escritora y gestora cultural. Nació en Bahía Solano, Chocó, en 1982 y, después de algunos años viviendo en Antioquia, decidió regresar a Bahía Solano, su pueblo natal, desde donde dirige la Corporación Educativa y Cultural Motete, una iniciativa admirable de promoción de lecto-escritura en diversas comunidades del departamento.
Otra particularidad de esta obra es que, contrario a la jerarquía tradicional de la información en los libros, este no tiene «portada» y «contraportada»: en este producto editorial estos conceptos se alternan y su orden es aleatorio: cada lado es a la vez carátula y contracarátula, el lector decide qué voz leer primero y eso define la horizontalidad narrativa: Godula no está por delante de Velia, ni Velia está por delante de Godula: aquí las voces que nos narran un viaje por el río San Juan se complementan. En la siguiente presentación (deslizando a la derecha) puede apreciarse su concepto editorial y visual.
Las fotografías que acompañan e ilustran esta obra fueron tomadas por Godula durante el viaje en 1959. A lo largo de la narración encontramos postales de un tiempo remoto, relato visual de un viaje en el que son protagonistas los habitantes de la región, la arquitectura tradicional, la vida de los pueblos indígenas, de las comunidades afro y, por su puesto, el río. Dice Godula:
En el Chocó, con épocas largas de aguaceros (lluvias fuertes), los ranchos están construidos sobre palos (como palafitos) con tablas de madera y los tejados están cubiertos con las hojas secas de maíz o de caña de azúcar. Paseando por el pueblo vemos cocos, papayos, plátanos, plantaciones de maíz y de caña de azúcar y encontramos unas gallinas y perros muy flacos. Mujeres y niños nos sonríen y muy amables y curiosas de ver estos extranjeros nos saludan, medio cantando, b u e n a s t a r d e s.
Las dos cartas de Velia Vidal que complementan este libro fueron escritas en agosto de 2019, entre Bogotá y Quibdó. Sin conocer a su remitente —quien actualmente tiene más de ochenta años y vive en Alemania—, Velia se unió al proyecto de los editores Elkin Calderón y Magdalena Walporth, de la Fundación Más Arte Más Acción, quienes hicieron inicialmente contacto con Godula y recuperaron sus memorias de viaje. En la publicación, la voz de Velia no solo relata la vida del presente sobre la misma ruta fluvial sino que ofrece una mirada cercana, narración sobre el Chocó en los ojos de una chocoana, en contraste con la narración del Chocó vista por una mujer foránea. Dice Velia:
Como la velocidad es alta no es tan fácil apreciar el paisaje, sin embargo es imposible ignorar las partes donde el San Juan se hace tan grande, que es difícil divisar claramente sus dos orillas, hay partes donde se divide, dejando una isla en la mitad, y cada brazo es un gran río. Te habrás preguntado ya por las grandes sumas de dinero en efectivo. Pues bien querida Godula, ahora no es posible divisar claramente los cultivos de caña o los de plátano mientras navegas por el río, se ve la masa de la selva, pero todos sabemos que lo que se cultiva más allá es coca.

Dos voces, un mismo río
Con el deseo de acercar a los lectores a esta Oír somos río, compartimos aquí el comienzo: las primeras palabras de Godula y las primeras de Velia.
¿Qué tanto ha cambiado la vida en las riveras de este río? ¿Qué le contaría Velia a Godula y qué de lo que Godula escribió conmovió particularmente a Velia? La conversación literaria que nos ofrece este bello libro es una invitación a adentrarnos no solo en el río San Juan sino en la sensibilidad de dos mujeres que, en sus palabras, dejan registro de una Colombia desconocida para muchos.
Un viaje al Chocó. 1959
Por Godula Buchholz
Introducción
En el año 1952 después de mi bachillerato en el Liceo Francés de Bogotá, comencé a trabajar en la “Librería Buchholz Galería” de mi padre, ubicada en la Avenida Jiménez de Quesada 8-40. Tenía diecisiete años.
Hacia 1958 conocí a Ann Osborn, inglesa de Cornwell. Un día visitó la librería y entramos en una conversación entretenida. Sentimos simpatía desde el primer momento. Ella también era librera.
Mi padre, Don Carlos, como le llamaban todos, estaba de viaje en Europa. Entonces tomé yo la iniciativa y la pregunté si quería trabajar en la librería. Encantada aceptó! Así comenzó nuestra amistad. Ella estaba muy interesada en los aborígenes de Colombia. Decidimos en 1959 visitar en nuestras vacaciones a clanes de indígenas en el Chocó. Un viaje difícil y con peligros que teníamos que preparar bien. Esto fue posible gracias al pintor Guillermo Wiedemann. Él había vivido un tiempo largo en el Chocó, junto al río San Juan para pintar las familias de negros en el paisaje tropical. Me dió algunos datos importantes:
1. Me informó cómo llegar a Tadó, pueblo a la orilla del San Juan.
2. Me dió una dirección muy importante de una señora negra en Tadó que tenía una pensión limpia y bien llevada y dos hijos conocidos como buenos Bogas, serios y expertos de llevar una gran canoa por el río San Juan.
3. Me informó acerca de las prevenciones de salud que debía tener: vacunación contra fiebre amarilla, contra paludismo, primeras prevenciones e inyecciones contra el veneno de serpientes. Y además me dió muy buenos consejos!
Gracias a la fotógrafa Hermi, de “Foto Hermi” Bogotá, me fue posible hacer las fotos. Ella me regaló varias películas para día y a color de calidad superior, de gran sensibilidad y bien protegidas contra el calor y la humedad. Con estas películas y mi máquina fotográfica Retina me fue posible sacar las fotos en este viaje.
Por nuestra seguridad, (la idea fue de Ann), debíamos de viajar acompañadas de dos hombres. Ella animó a dos profesores del Colegio Británico de Bogotá de hacer el viaje con nosotras.
Si me recuerdo bien, fue hacia fines del año 1959, en época de verano. En épocas de lluvia, los ríos y pantanos en la selva tropical del Chocó crecen y el clima se vuelve insoportable y peligroso para viajar en canoa e imposible para pasar días y noches al aire libre.
Años después, entre 1995 – 2019, me fue posible poco a poco, (y por supuesto gracias a las fotografías) ir anotando mis recuerdos aún muy exactos de este viaje extraordinario por río San Juan y de la visita realizada a las dos familias indígenas Emberas en la selva pluvial del Chocó.
© Fotografías y texto en español
Godula Buchholz
München, 2019
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De Velia a Godula
Bogotá, 10 de agosto de 2019
Querida Godula,
Te saludo desde Bogotá, acá “arriba en la fría altura” como diría Guillermo Wiedemann, lejos de mi mundo, como estabas tú en las orillas del río San Juan, en Noanamá, intentando no pensar en una idea fija, solo sentir lo que habías vivido en tan poco tiempo: “Dos mundos – como de tiempos remotos – dos mundos tan diferentes – como el de los “Indios” y el de los “Negros” – en esta soledad de la selva y del río San Juan se rumorean en mi cabeza – me hacen sentir lejos de mi mundo de hoy (1959)”.
Mi mundo es ese, la soledad de la selva, las lluvias que se hacen tormentas y luego desaparecen así no más, solo para volver horas después, el Mar Pacífico que en honor a la verdad le caería mejor seguirse llamando Mar del sur como en los primeros tiempos que fue nombrado en castellano (en Embera siempre ha sido phusa), el Caribe que recorre todo el Darién y una interminable lista de ríos que parecieran conectarse al final por tres muy grandes: el Atrato, el Baudó y el San Juan. El Chocó, ese es mi mundo.
Y habitan en mí, en mi sangre, mi apariencia y mi cultura, esos dos mundos que parecen tan diferentes, soy negra y soy Embera también, y dicen las historias que también soy algo de española, pero eso no lo siento mío. Siento que lo mestizo que habita en mí viene de un tejido y una combinación construidos en cinco años viviendo en Cali y quince en Medellín.
Soy Velia, ahora vivo en Quibdó y si me pidieran poner un título a estos 36 años de vida, sin dudarlo diría volver.
Conocí tu historia hace unas cuatro semanas, tras una suma de detalles que no vienen al caso. Solo esta mañana leí tu texto completo. Viajé contigo de Quibdó a Yuto, luego a Tadó y de ahí a Noanamá pasando por Istmina, parando brevemente en Bebedó y mirando de lejos Andagoya. Te acompañé de nuevo río arriba al encuentro con una comunidad que seguro es Wounaan y luego a conocer otra familia indígena cerca al río Docordó. Bailé contigo y grité ¡Víva el Chocó! Y canté el San Antonio como tantas veces. Lloré mientras leía algunas líneas y pensaba que ciertas cosas están igual y peor, que duelen igual, frente a las cuales aún hoy “pensativos, sin poder ayudar, seguimos nuestro viaje después”.
Tu viaje me animó a volver sobre uno de mis tantos viajes en el Chocó, el que hice hace dos años (Septiembre de 2017) desde Buenaventura hasta Quibdó; el mismo tuyo, pero en sentido contrario.
Y pude volver también sobre tantas ideas y reflexiones que se han ido anidando en mi cabeza en esta época, en estos meses desde que decidí volver a vivir al Chocó.
Quiero hablarte de mi viaje, de algunas ideas de esas que volvieron a dar vueltas mientras leía sobre tu viaje y quizá dedique una cuantas palabras a la música que es el Chocó. No te conozco, eres alemana, vives en Múnich, tienes casi la edad de mi abuela y sin embargo, sé que hay muchas cosas que nos unen.
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- Para adquirir un ejemplar de este libro, puedes comunicarte con Nada Librería en Bogotá. Teléfono: (57) 5406396.
- Si quieres leer más sobre esta obra, visita: La música que es el Chocó, una reseña de Leonardo Gómez Marín sobre Oír somos río.
- Para conocer un poco más sobre la vida del librero alemán Karl Buchholz, padre de Godula, te recomendamos este texto publicado en El Tiempo.
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