Para qué los poemas, según Piedad Bonnett


Como parte de nuestra serie Leer un poema, compartimos dos poemas de la escritora antioqueña Piedad Bonnett, quien el 3 de junio de 2024 recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en su edición XXXIII. Comenzamos con una breve presentación hecha por nuestro colaborador habitual Doby González y compartimos enlaces para descargar una antología y otros artículos de interés sobre la vida y obra de la poeta. El segundo poema responde a la pregunta del título 😊. ¡Participa en esta serie recomendando la lectura de un poema colombiano!


Por Doby González

Para escribir se necesitan estímulos y experiencias. Es preciso vivir -en el más amplio y benévolo sentido de la expresión– para propiciar la maravillosa hazaña de la creación. Por sobre todo, para escribir resulta imprescindible que la vida sea vivida a plenitud: la felicidad disfrutada en breve estancia, el dolor sufrido con abnegación, el lúgubre velo de la muerte reconocido y temido.  

Al tener en cuenta consideraciones como el honesto compromiso social, la responsabilidad, el profundo y sincero respeto por el otro; además del despilfarro de amor y el minucioso cuidado de las formas en la palabra, es posible que un/a creador/a  logre concebir productos literarios de admirable calidad y belleza, capaces de doblegar las más herméticas o mezquinas sensibilidades.

Muy a pesar de la generalizada opinión de que el poema es enteramente inútil, el piadoso despilfarro de amor que se desprende de la obra poética de Piedad Bonnett (Amalfi, Antioquia, 1951) ocurre un día cualquiera en el que sin ton ni son se va amando a todos. Bonnett responsabiliza al poema de rebosarse de amor y ser esa carta de reconciliación que nunca escribiremos. El poema se convierte, así, en puente para el reencuentro y la reconciliación de los pueblos. 

Acompáñanos a leer de la escritora Piedad Bonnett dos de sus estupendos poemas, el primero del libro Nadie en casa, y el segundo del libro El hilo de los días.


Ocurre

Ocurre
que un día voy amando sin ton ni son a todos.
Al vendedor,
al ciego (le compro una estampita),
a la señora gorda, al químico y al sastre,
a todos voy amando con un amor sin bordes,
un amor de Dios manso y justo, si lo hubiera.
Pero también ocurre que el alma, madrugada,
es como un nervio expuesto a una tenaza.
Y hay escalones falsos
y el amigo que amamos rehúye la mirada.
Caminamos sombríos
sabiendo que el mesero escupe en nuestro plato,
que el profesor calumnia a su colega
y la enfermera
maldice al desahuciado y le sonríe.
Y ocurre
que un día me conmueve la llaga del mendigo,
y extiendo mi sonrisa como un tapete nuevo
para que todos pisen
y se limpien el barro de los pies maltratados,
y la muchacha baile su vals de dos centavos,
y el cartero sacuda sus zapatos deformes.
Ocurre que al despertarme recuerdo un amigo
que murió hace ya tiempo,
o veo llorar una mujer viajera
en el amanecer, ¡y es tan hermosa!
Y el amor se atropella, se amotina,
y voy amando a todos sin ton ni son, a todos.



De los mil usos del poema

Se ha convenido ya -todo el mundo así opina-
en que es enteramente inútil el poema.
Y sin embargo, hay momentos en que aun sin saberlo
el poema se llena de amor y es esa carta
de reconciliación que nunca escribiremos.
O es ese puente de ventana a ventana que pasamos
con el alma encogida, deseando el vacío.
manopla, salvavidas, aeroplano
que nos permite contemplar olímpicos
el trasegar sin fin de tantas gentes
tristes de haber nacido y tristes de ir muriendo.
(A veces, desde arriba nos miramos
pasar alucinados y sombríos).
El poema es también tirabuzón,
anzuelo que se tira en viejas aguas.
Máquina de hacer pompas de jabón,
es vendaje, es compresa, es sanguijuela
que extrae los venenos de la sangre.
Juguete de latón. Consolador de viudas.
Monstruo de mil cabezas, matita que sembramos
en medio del jardín, conjuro mágico,
bisturí, cuerda floja, cobertizo.
Estos apenas son algunos de los muchos,
los incontables usos del poema,
ese extraño artefacto que circula
en forma clandestina y peligrosa
en nuestros territorios.
Esté alerta.

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Para leer más poemas de Piedad Bonnett puedes seguir este enlace o navegar por esta edición de su Poesía escogida.

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