Dentro de la serie de entrevistas a escritores y personajes colombianos, conversamos con el autor antioqueño Róbinson Úsuga Henao, a propósito de su novela A un hermano bueno hay que vengarle la muerte (Planeta, 2017). Lee también un fragmento de la novela.
El periodista y escritor Róbinson Usuga Henao compuso una novela a partir de una historia que sucede en Medellín durante los años noventa. En ella retoma las memorias de su vida con su hermano Julio César, uno entre los más de 45 mil habitantes que fueron asesinados en esa década en la ciudad. En una reflexión sobre la escritura, la violencia, la venganza y la Medellín de hoy, en esta entrevista Róbinson comparte un poco de la historia personal detrás de una novela que, según el escritor Iván Hernández, «cuenta la vida de todos los habitantes de los barrios marginados en las grandes ciudades colombianas».
–Róbinson, escribiste una novela vivencial, en la que relatas muchos eventos de tu infancia y sobre todo la relación con tu hermano Julio César. El personaje que narra se llama, incluso, Róbinson. ¿Qué tanta ficción hay en tu novela?
–La novela está basada en hechos reales y yo soy uno de los protagonistas. Tuve la oportunidad de contar la historia, pero cualquiera de los otros personajes que allí aparecen también podrían haberlo hecho. El único que no podría contarla es Julio: el personaje principal. No puede contarla porque está muerto.
Aunque está llena de verdad, la novela también tiene episodios de ficción. Diría que tiene un 90 por ciento de realidad y un 10 por ciento de ficción. Al contar la historia que sucede en el libro, me ocurre lo que escribió una vez el literato Antonio Muñoz Molina, que cuando cavilamos sobre el recuerdo de viejas historias, al recordarlas las vamos modificando, suprimiendo o añadiendo detalles que consideramos significativos. Finalmente la verdad y la ficción se transmiten por el mismo medio: palabras y frases.
–Tú eres un periodista y un escritor muy activo. Has investigado y escrito mucho periodismo y además diriges varios talleres de escritura, uno en la cárcel de Envigado, y en bibliotecas públicas. ¿Por qué pensaste en escribir esta novela en particular? ¿Qué te empujó a hacerlo?
–La novela surgió casualmente por allá en el año 2005, más o menos, cuando el escritor Juan José Hoyos, quien era mi profesor de la universidad, nos puso un ejercicio de escritura que tuviera que ver con un pariente. Entonces apareció Julio, mi hermano asesinado. Describí los recuerdos que tenía con él con nostalgia, tristeza, dolor y rabia. Lloré mucho escondido en algunos rincones de la Universidad de Antioquia escribiendo y recordando a Julio.

A Juan José le impresionó la historia cuando la leyó y tiempo después, cuando ya no éramos profesor y alumno y nos encontrábamos por los pasillos, me decía que alguna vez yo tenía que escribir aquella historia de mi hermano. Entonces quise hacerle caso.
Intenté escribir esa novela en al menos diez veces durante diez años, pero no me salía. No encontraba el tono y el ritmo. Entonces lo dejé. Pero me pasó algo extraño: no era capaz de escribir ninguna otra cosa. Yo soy periodista y como periodista escribía crónicas y artículos para algunos medios de comunicación, pero no era capaz de escribir algo personal, algo más literario, como sí lo hacía antes de estudiar periodismo.
Entonces en el año 2015 me di cuenta que para poder retomar mi carrera como escritor y saltar del periodismo a la literatura, primero debía enfrentar al fantasma y la memoria de mi hermano. En el año 2016 me decidí y así lo hice.
–¿Cuánto tiempo te tomó escribirla?
–Unos diez meses. Pero como te dije antes, ya había fracasado en otros intentos.
–En la historia, a través de las anécdotas de la infancia, se va revelando la vida de una familia, un barrio, la visión que se tiene desde allí de la ciudad de hace unos veinte años. Tú vives aún en Medellín, ¿ha cambiado algo? ¿Cómo es la vida en estos barrios hoy?
–Medellín es una ciudad peligrosa y en esencia no ha cambiado mucho. Ahora tenemos mejor infraestructura, más movimientos sociales, más parques con jardines y más grafitis en las paredes, pero en lo fundamental, que es la civilidad y el respeto a la vida, seguimos siendo muy salvajes. El miedo, el asesinato y la miseria siguen ahí.
La ciudad sigue siendo cruel y enigmática. Tiene su máscara. Es bonita por fuera, pero es dura y difícil vivirla. Salir de la pobreza, salir de abajo, es supremamente difícil, aún para aquella gente que se esfuerza. Sigue siendo esa ciudad de sentimientos encontrados. Cuando estoy por fuera quiero estar aquí, pero cuando estoy aquí preferiría estar en cualquier otro lugar.
–Se suele hacer la relación Barrio de Medellín = Violencia. Y en tu novela se retrata mucho esa violencia. En tu novela, el narrador vive en una casa donde se respira violencia… Y tú has dicho que no se puede hablar de violencia en el barrio sin hablar de violencia en los hogares…
–Sí, en Medellín se habla mucho de la violencia de la calle, pero poco de la violencia en la casa. Se habla de la violencia de puertas para afuera, pero poco de la violencia de puertas para adentro. La violencia familiar. Creo que una película como La mujer del animal, de Víctor Gaviria, es una de esas obras que quieren nombrar eso. Claro que el asunto podría tomarse como de violencia del hombre hacia la mujer, y sí, en Medellín se ha vivido mucho esa violencia de género en los hogares. Pero hay algo más allá: también es la violencia contra los hijos y entre los mismos hermanos.
Medellín es una ciudad donde por mucho tiempo la violencia se ha respirado en los hogares, claro, no en todos, pero sí mayoritariamente en los sectores populares. Yo lo viví y crecí pensando que era un asunto de suerte, que me había tocado una familia violenta. Pero con el tiempo, con la observación y la investigación periodística, entendí que no era un asunto solo de mi familia. Uno de los días más violentos del año es el día de la madre y tiene que ver con eso, con esas violencias familiares que se exacerban de vez en cuando.

–En la novela hay una cita de Tayson, uno de los personajes, que habla de la venganza y veo que de allí sale el título de la obra: “Porque Julio era tu hermano y vos lo querías más que cualquiera de nosotros. Tenés que vengarle la muerte. Nosotros te facilitamos todo”. ¿Por qué el tema de la venganza es crucial en tu obra?
–En mi novela, la venganza aparece desde el título, y bueno, la verdad es que no fue fácil para mí poner ese título, pero era el que mejor iba con lo que quería expresar.
Cuando asesinaron a mi hermano Julio fui embriagado por un poderoso deseo de venganza. Creo que me faltaron los medios para consumarlo y desde entonces he reflexionado mucho sobre ello: de haber tenido los medios, probablemente yo habría sido un asesino. No sé si eso me impediría ser un escritor o un periodista, lo que soy hoy. Pero creo que pasé por esa situación por la que han pasado muchas personas en Medellín, que a falta de justicia ven más factible tomar el toro por los cuernos y hacer justicia por mano propia.
Eso se debe a que tenemos una fiscalía politizada que no investiga lo suficiente y le da prelación a los crímenes cometidos por las guerrillas. Ante ese panorama, a algunos parientes no les queda otra opción que resignarse ante la injusticia o sentirse forzados a perdonar.
Creo que algunas personas han tomado el título de la novela como una exhortación a que usemos la venganza ante la injusticia, pero yo recomiendo no leer ese título de una manera tan literal, sino tener en cuenta el contexto de la obra: todo ocurre en los años noventa y recordemos que esa fue la década de más violencia en la historia de la ciudad, se presentaron en Medellín más de 45 mil homicidios. Siempre he creído que los segundos 22 mil homicidios fueron para vengar la muerte de los primeros 22 mil, a falta de eficacia de la fiscalía y del sistema judicial.
Aún tenemos altos índices de homicidios y otras violencias porque somos una sociedad vengativa y en Medellín estamos acostumbrados a la venganza, pero como también tenemos una fuerte tradición católica, nos cuesta admitirlo.
Si en Colombia la fiscalía y el sistema judicial no se fortalecen, Medellín y Colombia seguirán condenadas a ser sociedades vengativas. Por eso creo que debemos hablar más de este tema de la venganza, de lo que representa para nosotros, de cómo podemos cambiar esa realidad y esa mentalidad colectiva. Hace unos meses vi Matar a Jesús, una película grabada aquí en Medellín, y llamó mi atención que la directora, Laura Mora, también hace una reflexión sobre la venganza a partir de su propia historia, solo que el desenlace en su película es diferente al de mi novela.
–Aun cuando estás escribiendo una historia con un desenlace triste, la novela tiene escenas que llevan al lector a reírse a carcajadas. ¿Qué valor le das al humor cuando vivimos rodeados de historias tan dolorosas como, por ejemplo, el mismo asesinato de tu hermano?
–Reconozco que el título de la novela es bastante dramático, y de hecho hay una carga dramática en las cosas que allí suceden, pero, paradójicamente, los lectores destacan lo mucho que se rieron leyéndola. Y eso me alegra.
Es que en el proceso de escritura entendí que no debía ser una historia agobiante y para echarse a llorar. Debía reflejar la vida tal y como era, con esos sube y baja de los días azules y los días grises. Cuando en nuestra familia evocamos a Julio, a menudo lo hacemos con humor, por sus excentricidades, ocurrencias y travesuras. Eso me sirvió para darme cuenta que aunque en Medellín se ha vivido la violencia pura y dura, aquí también reímos mucho.
En las familias, entre los amigos, en la calle o en el trabajo, siempre estamos haciéndonos bromas y chistes, pensando mal, exprimiéndole gotitas de humor a la vida para disfrutarla o hacerla más llevadera. Es que por dramática que sea nuestra existencia, también pasamos por situaciones que son para partirse de la risa.
En la novela hay ambas cosas, drama y humor, pero he notado que los lectores le sacan gusto según sus sensibilidades o fijaciones personales. ¿Puedes creer que mientras que una lectora me dijo que mi libro la había “vuelto mierda”, literalmente, hace poco alguien me escribió para decirme “terminé tu libro y me he reído dos días seguidos”?
Cada cual tiene su modo de conectarse con la historia. Algunos resaltan las situaciones sexuales, otros hablan de la violencia y la injusticia, mientras que la mayoría de aquellos que me han dejado sus impresiones, me hablan de lo mucho que se rieron leyendo la obra.
Lee aquí un fragmento de la novela.
Para leer la novela A un hermano bueno hay que vengarle la muerte, puedes:
–Buscar esta novela en tu biblioteca más cercana. Si no está disponible, consulta por el servicio de préstamo interbibliotecario.
–Adquirirla en las principales librerías del país o en Amazon.
Otras lecturas similares en Diario de Paz Colombia:
- Escribir para ser libre. Así funciona el taller de escritura enfocado en paz en la cárcel de Envigado. Dictado por Róbinson Úsuga Henao.
- «Las grandes historias que me contaron, me las contaron en la esquina»: Gilmer Mesa
- “Quería entender las razones de los conflictos en mi barrio”: Juan Camilo Castañeda
- Elemento ilegal: un colectivo que promueve el Hip Hop entre niños y jóvenes de Medellín.
- Así es la biblioteca comunitaria creada por los jóvenes para los niños en La Cruz, un barrio de Medellín.
Hola! Para informes que a final de la entrevista está mal escrito el nombre del libro, dice «A un hombre bueno hay que vengarle la muerte», y entiendo que es «A un hermano bueno hay que vengarle la muerte».
Gracias, muy buena entrevista.
Atte.,
Viviana Garcés H.
Me gustaMe gusta