Ricardo Esquivia Ballestas es un líder social colombiano, defensor de derechos humanos y promotor de paz en la región de los Montes de María, al norte de Colombia. En este artículo compartimos el simil que usa para explicar la importancia de documento que puso fin al conflicto armado entre el Gobierno colombiano y la ex guerrilla de las Farc. Parte del especial Leer para entender el Acuerdo Final de Paz.
En febrero de 2018, Ricardo Esquivia visitó el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona. Allí habló sobre la historia del conflicto armado colombiano, explicó los puntos del Acuerdo Final de Paz y llevó un tipití, un utensilio que usan los indígenas en las selvas del Amazonas para sacarle el veneno a la yuca brava, su principal fuente de alimento. En el siguiente artículo compartimos las palabras de un incansable defensor de la paz en Colombia.
Siempre que, en momentos como este, conversamos con jóvenes estudiantes en el exterior, queremos invitarlos a mirar el ejercicio que estamos haciendo actualmente en Colombia: el Acuerdo de Paz del gobierno con la guerrilla de la Farc.
Por una lado están las élites
Nosotros creemos que lo que pasó durante los cinco años de diálogos en La Habana (2012-2016), fue lo siguiente: por un lado estaba el gobierno, que representa a un grupo de personas que durante 200 años ha dirigido el país. De ese lado, la clase dirigente había firmado una serie de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea, China, Rusia. Se sabe que estos países de America Latina, como Colombia, son extractivistas; viven de vender materia prima: oro, petróleo, esmeraldas, carbón, etc..
Pero para poder beneficiarse de estos acuerdos, la clase dirigente necesitaba terminar con la guerra, porque ninguno de esos productos está en Bogotá, sino que están en el campo. Para sacar el petróleo, por ejemplo –que está en la frontera con Venezuela–, lo tienen que llevar por un tubo hasta el Caribe (1.500 o 1.600 kilómetros). El carbón hay que sacarlo en tren o en camión: otra vez cientos de kilómetros. ¡Y es tan fácil que «un loquito de estos» ponga un taco de dinamita en un riel y lo descarrile! Para las elites era necesario parar la guerra, podían ganar mucho más en la paz que en la guerra. Y eso decidieron, acabar con la guerra; no para construir paz, sino solo para terminar la guerra.
Del otro lado, las Farc
Y por el otro lado, estaban las Farc, un grupo radicalizado que había decidido tomarse el poder por las armas. Llevaban cincuenta, sesenta años en el monte. Estaban cansados, además para financiar su guerra se tuvieron que meter al narcotráfico y eso les traía problemas, perdían legitimidad política en el mundo, en su imagen. Y llegaron a la conclusión de que podían ganar, políticamente más, en la paz que en la guerra.
Esas dos ideas confluyeron con el momento en el que a Juan Manuel Santos –uno de los herederos de la oligarquía colombiana, una familia que ha tenido presidentes, dueños de los periódicos…–, se le metió en la cabeza que iba a pasar a la historia por conseguir la paz, y a eso le entregó todo su capital político. Entonces comenzaron ese proceso, duraron cinco años dialogando.
Imagínense ustedes ese diálogo
Durante esos años lo que hicieron fue revolver toda la historia de Colombia. Allí en ese Acuerdo, las FARC incluyeron sus sueños frustrados, que durante cuarenta años no lograron conseguir por las armas y ahora querían alcanzarlos a través de la paz. Y por otra parte le mostraron al Estado todo lo que tuvo que haber hecho y no hizo. De ahí salió el Acuerdo.
Para explicar esto, me gusta usar un tipití: un instrumento que utilizan los indígenas en el sur del país, más que todo en la zona amazónica. Allí se alimentan de yuca. Pero esta yuca la llaman yuca brava porque tiene veneno, tiene arsénico, entonces si se la comen, pues se mueren. Lo interesante es que ellos han descubierto que si cogen la yuca, la machacan bien y la meten aquí dentro de este tipití, y luego la halan, la presión hace botar el veneno.
Así que yo pienso que lo mismo hicieron en La Habana: estas personas cogieron toda la historia de Colombia, la machucaron, la metieron en una especie de tipití, la halaron y le sacaron la violencia, la guerra. Y nos dejaron un instrumento: esos seis puntos que están en el Acuerdo.
Nos dejaron esto para que sea la base de un producto que puede alimentar la paz y que ahora depende de cómo la utilice la población, de cómo nos la apropiemos nosotros para que en un momento determinado podamos trabajar, a partir de ese planteamiento, de ese horizonte que marcan esos acuerdos.
Pero sí se pusieron de acuerdo, analizaron y sacaron un buen instrumento que nos puede servir a todos para avanzar. Ahora el punto es cómo logramos estructurar nuestra gente, cómo nuestra gente se organiza, se capacita, para tener una sociedad fuerte, enterada, que en un momento dado pueda ponerse al frente de esto y entender que construir la paz es algo tan serio que no se puede dejar en manos del gobierno. Que para poder hacerlo, todos tenemos que meterle el cuerpo.
Si quieres leer un poco más sobre el Acuerdo Final de Paz en Colombia, te recomendamos:
- Consultar el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera (lee aquí el documento final firmado en Bogotá, Colombia, el 24 de noviembre de 2016).
- Leer los seis puntos del Acuerdo Final de Paz resumidos y comentados por el líder social Ricardo Esquivia Ballestas.
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- Qué leer para estar al día con la implementación del Acuerdo Final de Paz.
Este artículo se hizo en colaboración con Marcela Vásquez-León, directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Arizona.