En Colombia hay mucha gente trabajando en la construcción de paz desde mucho antes del último Acuerdo de Paz entre el gobierno nacional y la ex guerrilla de las Farc. El abogado, líder social y defensor de derechos humanos, Ricardo Esquivia Ballestas, lo hace desde hace más de 55 años en la región Caribe de Colombia. En esta entrevista, el director de Sembrandopaz habla del trabajo de esta asociación y de la importancia de recuperar la confianza en los territorios que han sido afectados por la guerra.
Lee también El pájaro que sirve de modelo para crear comunidades sustentables en los Montes de María, y «Tenemos que ser vigías de la esperanza», una reflexión de Ricardo Esquivia Ballestas.

––¿Qué hace y dónde exactamente trabaja la asociación Sembrandopaz?
–Nosotros trabajamos para fortalecer la sociedad civil y construir comunidades sustentables en la zona Caribe, específicamente en una sub-zona que llamamos Montes de María. Esta zona está conformada por 15 municipios de dos departamentos: Bolívar y Sucre. Bolívar, su capital es Cartagena, que es un poco más conocida, y la otra es Sucre, su capital es Sincelejo. Hoy esta zona hace parte de las 16 circunscripciones especiales que el gobierno anterior creó para desarrollar el posconflicto.
Básicamente trabajamos con población vulnerable, personas desplazadas por el conflicto armado en esta región. Aquí hubo 136 masacres y los campesinos se desplazaron, pero ahora están volviendo. Entonces trabajamos con ellos, haciendo puente con el gobierno y los ex guerrilleros, generando confianza entre grupos de ex guerrilleros y la comunidad.

––¿Podría explicarnos qué ha sucedido en esta región del país? ¿Por qué ha habido tanta violencia en los Montes de María?
–Hay que ver varias cosas. La zona Caribe es sobre todo plana. Tiene pocas montañas: la Sierra Nevada de Santa Marta, que queda más hacia la frontera con Venezuela, y otras montañas no tan altas que se llaman Montes de Maria. Toda esta zona está dedicada a la ganadería extensiva y muchos terratenientes son propietarios de esas tierras. Entonces el campesino es aparcero del terrateniente y vive en las zonas que son menos fértiles, o sea hacia las montañas.
Hace unos treinta años se organizó muy bien el campesinado, en una organización que se llamaba Asociación Nacional de Usuarios Campesinos –ANUC. Trabajaron mucho, fueron personas muy capacitadas políticamente y estaban estructurados en cada uno de los municipios y en cada vereda. Pero los terratenientes trajeron el conflicto acá y necesitaban sacarlos a todos ellos y desestructurar la organización. Entonces invitaron a los paramilitares, que entraron. Y después apareció la guerrilla para protegerlos de los paramilitares.
Ahí se formó el conflicto, la guerra. Hubo 136 masacres. Mataron a unas 600 personas. Se rompió el tejido social. Surgió toda la destrucción de la confianza entre los habitantes y la zona entró a una situación caótica.
––¿Cómo llegó Sembrandopaz a esta zona?
–Nosotros iniciamos en el año de 1996. Estábamos desarrollando todos estos temas de construcción de paz y una persona que trabajaba en la oficina de orden público y convivencia ciudadana del ministerio de Gobierno de la época nos invitó a que lleváramos este trabajo a los Montes de María.
En esa zona hubo ocho grupos armados, dos legales (la policía y el ejército), más frentes guerrilleros como el EPL, el ELN, las Farc, el PRT, y también paramilitares. Cada grupo armado exigía compromiso y lealtad del lugar donde vivía. Eso rompió la relación entre las comunidades y en ese momento cada uno era enemigo del otro. Entonces, ¿cómo hacer que la gente convierta todos los intereses comunes en algo que los unifique?
Fuimos a Montes de María y empezamos la construcción de una infraestructura de paz entre la gente, para que cuando se llegara a unos acuerdos de paz con los armados, hubiese gente preparada en las comunidades, que pudiera hacer realidad ese acuerdo.

––Después de varios acuerdos de paz que se han dado en la región y en el país, ustedes se han encargado de, como dice el nombre de la asociación, sembrar paz. ¿Cómo lo han hecho?
–En el caso personal, por un lado, yo soy de la zona. Yo nací en Cartagena, entonces no somos del todo extraños. Y por otro lado está la pregunta: ¿cómo puede uno ir acercándose a estas comunidades para generar confianza? Lo difícil es crear espacios que generen confianza.
Nosotros encontramos, por ejemplo, que esta es la zona que produce más aguacate del país. Como los campesinos duraron más de 10 años desplazados, cayó un hongo y mató casi cuatro mil hectáreas de cultivo de aguacate. Cuando las comunidades regresaron estaban pensando en el aguacate, pero el Estado no ayudó. Necesitaban que el Estado mirara, pero como eran enemigos, se suponía que no podían trabajar juntos.
Hubo que comenzar un trabajo de acercamiento, a partir de una realidad concreta, que era el aguacate que les permitía tener de qué vivir. A partir de eso, en esa zona de la Alta Montaña, la gente se unificó; trabajó, se organizó y hoy tienen un movimiento muy interesante.

––Ustedes promueven Espacios Creativos de Generación de Confianza. ¿Qué significa esto?
–Como uno de los primeros efectos que produce la guerra es la ruptura de la confianza, entonces nuestro trabajo está en crear lo que llamamos Espacios Creativos de Generación de Confianza, donde pueden hablar los diferentes, pero también pueden reencontrarse los iguales que están en desencuentro. Porque la confianza es fácil romperla, lo difícil es reconstruirla. Se reconstruye en la vivencia. No hablemos tanto de reconciliación, hablemos de reencuentro, que es un primer paso hacia la reconciliación. Entonces, ¿cómo se reencuentra la gente?
Además el problema no es solamente con los industriales, o los ganaderos, o el ejército, etc; el mayor problema es entre la misma comunidad, porque es el vecino es el que rompe mi lindero, es el cerdo del vecino el que se mete a mi patio a comerse la yuca. Entonces es importante trabajar a ese nivel. Nuestro trabajo es acercarnos a las comunidades, buscar esos espacios que generen confianza.

––¿Cómo es la relación de Sembrandopaz con el trabajo de otras comunidades a nivel regional y nacional?
–Nosotros pensamos que es importante que existan modelos; que la gente diga: Si existe, luego es posible. Si ellos pudieron, nosotros también. A estos espacios de generación de confianza los hemos llamado Comisiones Ciudadanas de Reconciliación y Paz, y los hemos llevado a varias regiones del país.
Iniciamos un trabajo en la costa Caribe, en siete departamentos continentales y en la isla de San Andrés. Y luego de trabajar allí, fuimos a Arauca, a la frontera con Venezuela, que es una zona muy difícil. Allá se crearon las Comisiones Ciudadanas de la Reconciliación de Arauca. Empezamos a trabajar con el ELN, con las Farc, etcétera, pero estructurando la sociedad civil, para que sea la base de todo este trabajo.
Luego fuimos a Nariño. En Nariño está la Comisión Ciudadana de Reconciliación de Nariño. Luego en Urabá se creó también la Comisión Ciudadana de Reconciliación de Urabá; y una parte del nordeste antioqueño. Entonces hemos tratado de hacer pequeños núcleos, de tal manera que puedan impulsar e inspirar al resto de la comunidad.
––¿Cómo consiguen que la gente crea en estas iniciativas de paz?
–La gente tiene que ver que se puede, porque uno de los problemas es que la gente pierde confianza en sí misma, entonces dicen: “No, es que no se puede. La única forma en que nos escuchan aquí es si vamos y quemamos llantas, salimos con violencia entonces nos mandan la policía y vienen los medios de comunicación”, etcétera.
Pero la idea es ver cómo, a través de acciones no violentas, estructuradas y desde la base, es posible que escuchen la voz, que el gobierno mire y que la comunidad se transforme.

––¿Cómo se sostienen procesos como estos?
–Un reto fuerte que hay en una comunidad como la nuestra es sostenerse, porque nuestra gente es muy sencilla y hace lo que le sirva. Ellos escuchan talleres, pero solamente lo que les sirve es lo que cogen. Trabajamos con base en un modelo y decimos que es como un pájaro: un ala es la cultura política y la otra es la economía del buen vivir.
También buscamos que la región no quede excluida sino que sea posible engranarla en el movimiento nacional. Otro reto es cómo logramos que la región no sea incluida en esa violencia tan fuerte, cómo logramos tener una especie de seguridad humana y comunitaria que nos permita integrarnos.
––Frente a una realidad nacional que preocupa tanto, ¿cómo no perder la esperanza?
–Yo, desde mi lejana juventud, pienso que hay que encontrar la forma de articular y rescatar esa esperanza, pero también esa fe en la humanidad, fe en que es posible unirnos, integrarnos. Y que, gústenos o no, poco a poco el mundo se va integrando. Porque este es el momento de dar pasos hacia allá, no encerrarnos solamente en nuestros países, en nuestro idioma, en nuestra cultura, sino abrirnos sobre todo en esta época de globalización.
Y, por otro lado, pues nosotros siempre hemos pensado que la gente con la que trabajamos —que son en su gran mayoría gente vulnerable, gente que fue sacada por el conflicto, pero que ahora están regresando en sus territorios––, hemos pensado que esta gente necesita mucho apoyo, sobre todo una voz de esperanza.
Hay un pequeño cuentico que yo quisiera tocarles. Dicen que una vez, cuando se estaba acabando el día, el sol dijo: “Bueno, yo me voy por esta noche, ¿quién podrá reemplazarme?”. Y dicen que había una velita pequeñita, allá en una cueva, encendida que dijo: «Se hará lo que se pueda”.
Así que creemos que es importante que se construyan pequeños grupos que indiquen y den señales de esperanza, que digan que es posible, que se puede; que no se puede iluminar como el sol o como lo puede hacer el Estado, pero que desde las partes pequeñas se puede iniciar. Nuestra organización es algo así por el estilo. Es un comienzo, es un decir: Se hará lo que se pueda. De alguna manera tenemos que ser vigías de la esperanza.
Para saber más sobre el modelo que implementa esta asociación, lee: El pájaro que sirve de modelo para crear comunidades sustentables en los Montes de María.
Visita el sitio web de la asociación Sembrandopaz y síguelos en sus redes sociales.
Fotos: Cortesía Sembrandopaz.
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Realmente es esperanzador sus relatos, hay mucho por hacer, por crear, por construir, y desde que se tenga esa convicción de que «algo se hará», «algo irremediablemente terminará sucediendo». Inspirador.
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