Escribir sobre la guerra y la paz en Colombia. Entrevista con Juan Miguel Álvarez. Parte 1


Esta es la primera parte de la entrevista de César Jaramillo a Juan Miguel Álvarez, a propósito de su libro de crónicas Verde tierra calcinada (Rey Naranjo Editores, 2017).

Lee también la segunda parte de esta entrevista, una reseña para conocer qué contiene este libro y Así surgió la ex guerrilla de las Farc, un fragmento de la obra.

César Jaramillo, amigo y colaborador habitual de Diario de Paz Colombia, se leyó un libro de crónicas titulado Verde tierra calcinada y tomó cientos de notas. Durante la primera semana de junio de 2019, aprovechando que su autor pasó por Medellín, César lo invitó a tomarse un café y a conversar sobre este libro. Más que una entrevista, esta es una conversación sobre las reflexiones a las que lleva este libro: ¿cómo cubrir historias de guerra y paz en Colombia? ¿Qué posición debe tomar el periodista frente a las fuentes, en particular frente a las víctimas del conflicto armado? ¿Por qué hay que estudiar la historia del país?

entrevista juan miguel alvarez verde tierra calcinada
1) Al terminar esta entrevista, Juan Miguel Álvarez compartió este comentario en su cuenta de Facebook: «Medellín. El periodista César Jaramillo, del Diario de Paz, me cita para una entrevista. Por cada separación a color entre páginas ha elaborado dos y tres preguntas. 😵 ¡Mil gracias!». (Lee aquí una reseña de este libro para que te hagas una idea de la obra y te embarques en la conversación)

–Juan Miguel, en varios relatos de este libro usas una figura interesante para la reflexión: la del citadino blanquito y limpio. Esa imagen corresponde a las personas que no conocen la guerra del campo colombiano y que viven en un tipo de burbuja, entre comodidades y cierta distancia del conflicto armado. Luego de casi dos años de publicada la obra, ¿sigues con esa percepción?

–Esa idea no es circunstancial; todavía considero que en este país hemos estado tan escindidos entre dos mundos –ambos los muestro en el libro–, que en efecto es muy difícil que una persona que se ha educado, formado y vivido en cualesquiera de esos dos mundos comprenda fácilmente el otro.

Eso significa que yo, con mi formación, mi clase social, con mi historia y mi sensibilidad tengo una capacidad de comprensión, pero es limitada. Claramente la parte oscura, la que no alcanzo a ver, es la parte que las personas formadas en el otro lado ven con más facilidad.

Pensemos en alguien que conozca los conceptos de democracia, con formación, que entienda de derechos humanos o que incluso trabaje con temas como igualdad o inclusión. Esos conceptos en el mundo rural, campesino, profundo, no existen; y no existen no porque no los entiendan sino que las personas que viven allí no piensan el mundo de esa forma.

Esencialmente cuando uno le habla de democracia a un campesino de campo profundo, pues para él no representa nada porque de hecho ni siquiera va a votar; lo que necesita es que le pongan el acueducto o le ayuden con una zanja en la trocha por la que mueve a diario sus mulas.

Esta persona lo que necesita es que eso que llaman democracia le solucione el problema del acueducto, sin importar cómo llega la solución. No entra en cuestionamiento la democracia versus dictadura; la dictadura llega violando y abusando del poder. Si un grupo armado o el Estado llegan con un hecho de dictadura, como un impuesto abusivo o que le quiten sus provisiones al campesino, él no pensará “yo quiero más democracia y menos dictadura”. No denuesta la democracia como único sistema viable cuando lo vemos en relación a dictaduras, pero sí la denosta en cuanto no le interesa cómo lleguen las soluciones.

–Hay varias referencias históricas, que permiten ver con más claridad cuál es el marco del conflicto armado, es decir, orígenes, causas o actores. Por ejemplo, el origen de la ex guerrilla de las Farc. Creo que no están allí sólo para darle solidez a las crónicas, sino para que el lector cuente con más herramientas que le permitan entender mejor la complejidad de la guerra. ¿Es acertada esa percepción?

–El libro intentó quedar escrito para un lector global, que nunca en su vida haya escuchado nada del conflicto armado colombiano, pero que a leerlo lo entienda de la mejor manera posible.

Yo explico en un bloque el origen de la guerrilla, partiendo de la violencia liberal-conservadora de mitad de siglo, y en otro bloque explico el origen del paramilitarismo a partir de las autodefensas de Puerto Boyacá.

Si yo no pongo esas cosas en el libro, el lector puede comprender el dolor más cercano, pero no el origen de la violencia que desata ese dolor.

Yo busqué que el lector comprendiera que hay cosas que ocurren hoy, pero que están enraizadas décadas atrás; esa es la finalidad de los párrafos historiográficos: ofrecer claridades para cualquier lector sobre las causas del conflicto armado colombiano.

Esto se empalma con la intención de escribir libros y no artículos de revista: si tienes consciencia de lo que implica embarcarse en la narración de un libro con intenciones globales y no locales, tarde o temprano tienes que apelar a la historia fundamental de tu país o comunidad para poder narrar bien lo que sigue; sin eso, quedan fragmentos, y el lector entenderá fragmentos, no partes de una secuencia.

[Lee también «Para entender la paz hay que entender el origen de nuestros conflictos»: entrevista con Germán Valencia]

–Uno podría pensar que el periodismo narrativo es una herramienta para que muchas más personas que viven en esa burbuja, es decir, con ideas solo de la ciudad o relacionadas con su clase social, conozcan más de esas otras naciones que coexisten en nuestro territorio.

–Yo diría que todos los relatos que son construidos con intención estética y política, pueden ayudar a sensibilizar a los lectores, a mantenerles vivo el sentido de compasión y el de solidaridad; dos sentidos que están en nosotros, pero que se esconden muy fácil por cuestiones de clase social, lucro o beneficio propio.

Nuestros factores externos tienden también a apocarlos; por eso los relatos de sentido político (películas, novelas, crónica, teatro o fotografía), claramente pueden llegar a ser mecanismos que ayuden a restañar fisuras o heridas muy profundas producidas por la guerra.

Lo que pasa es que por muy bueno que sea el relato o por muy reparador que resulte, es poco en comparación con lo que puede lograr una reparación simbólica y económica del Estado, o una reparación hecha con la comunidad.

Esas reparaciones son muy sólidas, elevan claramente la dignidad de la persona vejada, y hacen que de cierta forma la víctima recupere estatus, y si está viva, recupere confianza en su futuro.

Los relatos vienen luego de un proceso previo, y ya entran a cristalizar la parte más visible de esas reparaciones.

Pero insisto: las reparaciones más fuertes son las que el Estado puede proveer a partir de las facultades de la ley, y poner a la comunidad en el centro del debate y de la propuesta.

­–Sin embargo, es difícil imaginar un lector que no se conmueva con los relatos de tu libro.

–Ese es el propósito. Yo quisiera pensar que se puede seguir haciendo periodismo de esa manera. Además, debo decir que he sido afortunado, sobre todo con la visibilidad del libro; muchas personas sin ningún acercamiento al tema lo han querido leer, y el mensaje ha corrido.

El otro lado es que no todo libro que se escriba sobre estos asuntos va a contar con esa misma visibilidad. ¿Cómo hacemos para que estos relatos lleguen a públicos más amplios?

Voy a decir algo, y creo que algunas personas me podrán desvirtuar, pero pienso que el periodismo literario en Colombia no está en una situación tan madura como para decir que le va a llegar a un público más allá del que esté interesado específicamente en ciertas historias.

Como autores debemos hacer lo que hizo Gay Talese: puso en la agenda pública norteamericana temas que estaban ahí siempre pero que no se discutían de manera intelectual, porque nadie los había escrito con la claridad y versatilidad estética que él lo hizo: por ejemplo el tema de la diversidad sexual con La mujer de tu prójimo. Ese libro no era para lectores de periodismo, sino para todo el que estuviera interesado en diversidad sexual.

Digo es que superemos la idea de considerar sólo el formato específico, para volvernos autores de historias tan bien contadas e investigadas que al lector promedio le interese acercarse a ellas y se ponga en discusión el tema y no el formato.

Lo importante es el debate alrededor de los hechos, y creo que en ese sentido Verde tierra calcinada ha logrado espacio entre nuevos lectores con otros intereses, que buscan que la crónica les muestre otro país y a la vez los conmueva.

En Colombia hay muchos escritores muy buenos de ficción, publicados por grandes editoriales y que tienen despliegue. Pero dar ese mismo número en el caso de periodistas narrativos es más complejo, y sobre todo que sean capaces de convertir una investigación en un libro, no en artículo de revista; que logren transformarla en un libro con envergadura emocional, no en el golpe instantáneo de la revista.

Cuando Gay Talese hizo La mujer de tu prójimo no unió una colección de crónicas: hizo una investigación de varios años para contar una sola historia. Y que atrape al lector, y le exija una lectura emocional de varios días o semanas. Ese es el trabajo, que le exija al lector un esfuerzo. Se trata de llegar al tema, leer mucho, hacer entrevistas, acercarse a las personas, para lograr un relato sesudo y ceñido a la realidad, pero con la sensibilidad de la ficción; para que, cuando lo leamos, no leamos una novela sino el hecho, y narrado con la virtud literaria.

Yo quisiera que mi libro llegara a ese punto: que en veinte años lo leyeran como un documento de historia, que pueda contar el presente de Colombia.

Sigue leyendo-2

Sigue leyendo: Segunda parte de esta entrevista. Lee también una reseña de Verde tierra calcinada y Así surgió la ex guerrilla de las Farc, un fragmento de este libro. ¡Comenta y comparte!

Para leer Verde tierra calcinada puedes:
Buscar este libro en tu biblioteca más cercana. Si no está disponible, consulta por el servicio de préstamo interbibliotecario.
–Adquirirlo en las principales librerías del país o a través de Rey Naranjo Editores.

Fotos: César Jaramillo, Federico Ríos y cortesía Rey Naranjo Editores.

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Escrito por

Comunicador social-periodista de la Universidad de Antioquia, y estudiante de Historia en la misma institución. Profesional de la Corporación Picacho con Futuro, organización de la Comuna Seis de Medellín.

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